Opinión

Retórica versus realidad

equipo-sahdcuadPor Jorge Sahd K., Director del CEIUC

Conocidos los resultados que convirtieron a Donald Trump en el cuadragésimo quinto Presidente de Estados Unidos, la pregunta que cabe hacerse es quién ganará la batalla: ¿la retórica o la realidad? El país americano tendrá un Presidente-candidato o un Presidente cuya propia investidura del cargo lo llevará a moderarse. Deberá pasar un tiempo más que prudente para despejar esta incertidumbre.

Lo que sí sabemos con certeza es el país que encontrará Trump. Primero, con una parte importante de la sociedad descontenta y más escéptica de los beneficios de la globalización. Si bien Obama logró estabilizar la situación económica post crisis subprime, el nivel promedio de crecimiento de su administración fue cercano al 2% (sólo la mitad de lo que creció en la era Bill Clinton); las tasas de desempleo se vieron afectadas por el nivel de subempleo (empleos precarios, de baja calificación) y el creciente malestar de un grupo que quedó rezagado las últimas décadas. Hoy, el ingreso medio de una familia norteamericana - corregida por inflación - es de unos US$4 mil menos que hace quince años, cuando culminaba el mandato de Bill Clinton. Esto genera frustración y fue hábilmente capitalizado por Trump. 

Segundo, un país con una situación fiscal compleja y con reducido margen de acción. Trump heredará un déficit fiscal aproximado de 3%, que a niveles constantes seguirán presionando la deuda pública, hoy superior al 100% del PIB. Las posibilidades de reducir ese déficit son limitadas. La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, su sigla en inglés) estima que tres cuartas partes del gasto federal están comprometidas para los próximos dos mandatos, fundamentalmente por la necesidad de financiar los llamados entitlements o derechos sociales (seguridad social, Obamacare y otros programas). 

Por su parte, el comercio mundial perdió dinamismo después de la crisis financiera, creciendo a tasas menores que el PIB mundial. Si Trump pretende implementar su plan de “Proteccionismo 2.0”, necesitará pasar por el Congreso y adoptar una actitud negociadora, lo mismo que sucedería con una reforma migratoria. Cualquier revisión del Nafta o de otros acuerdos comerciales podría encontrar la resistencia de las fuerzas más moderadas del Partido Republicano, partidarias del libre comercio. Además, supondría modificar numerosas regulaciones locales creadas a partir de los tratados. No por nada, la última vez que Estados Unidos se retiró de un Tratado fue hace 150 años. 

Trump sí tendrá mayor margen de acción en la política exterior. Las relaciones con Cuba, Medio Oriente o China podrían sufrir un giro severo. En materia de diplomacia, definiciones estratégicas y seguridad, el Presidente goza de mayores atribuciones. Un punto que indudablemente genera incertidumbre y que definirá el posicionamiento de Estados Unidos ¿Cómo quiere ser visto EEUU por el mundo? ¿Mantendrá su liderazgo o comenzará un proceso de aislamiento?

Para terminar, la relación con Chile. Nuestro país tiene profundas relaciones comerciales que se han prácticamente cuadruplicado a partir del TLC. Los efectos en materia bilateral debieran ser acotados. Donde sí habrá un impacto directo es con el TPP. Si Obama no logra su aprobación antes de la renovación del Congreso en enero, será mejor ponerle una lápida al Acuerdo. Eso afectará la posibilidad de que nuestras empresas accedan a un mercado de 800 millones de personas con reglas comunes, más modernas y con beneficios arancelarios excluidos en anteriores acuerdos.

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FUENTE: PULSO