Opinión

La Economía Política de Trump con China

RosalesPor Osvaldo Rosales, Colaborador CEIUC

El 20 de enero Trump asumirá la presidencia de Estados Unidos. Hay mucha inquietud en el mundo pues el cumplimiento de varias de sus promesas electorales podría afectar la paz internacional y la dinámica del comercio internacional. Con todo, en la agenda económico-comercial, el tema más relevante es cómo evolucionará el vínculo político y económico con China. Se trata de las dos mayores economías del mundo y, por cierto, eventuales tensiones entre ambas afectarían la salud de la economía y la política mundiales. Al respecto, hay varios temas claves que será necesario seguir con atención.

1.         Vínculo EE.UU. con Taiwán.

Este es el tema más relevante en la interacción con China y Trump partió cuestionándolo. El contacto telefónico de Trump con la Presidenta de Taiwán rompió la política que EE.UU. había seguido desde 1979, la política de “una China” que reconoce que Taiwán es parte de China y que para China éste no es un tema debatible ni menos negociable. Trump descalificó la molestia china aludiendo a la devaluación del yuan, a supuestas barreras para acceder al mercado chino y a la construcción de un masivo complejo militar en el mar de China. La reacción inicial de China ha sido fuerte, recordando la premisa del principio de “una China”, como requisito inescapable de la relación bilateral. Trump busca renegociar este principio, a cambio de terminar con la supuesta manipulación cambiaria de China, la presencia militar en el mar del Sur de China y mayor cooperación en torno a Corea del Norte. La reacción china indica que sin el principio de “una China” no hay espacio para cooperación en ningún tema.1

Como este conflicto podría pre-configurar un escenario de alta tensión comercial y político entre Estados Unidos y China, rápidamente salieron a refrendar el principio de “una China” los ex Secretarios de Estado Henry Kissinger (republicano) y Madeleine Albright (demócrata). Es un tema decisivo, cuya evolución incidirá en varios otros temas de la agenda bilateral entre China y Estados Unidos.

2.         El mercantilismo de Trump

El enfoque de Trump en política comercial es netamente mercantilista, es decir, privilegia una balanza comercial favorable, como medida de éxito. Para ello propone establecer mayores aranceles a la importación de productos extranjeros, acudir a subsidios a empresas privadas para hacer frente a la competencia externa y establecer impuestos discriminatorios para que las empresas que inviertan en el exterior. En general, se trata de intensificar la participación del estado en la regulación de la economía, a través de diversas vías, contrariando la práctica estadounidense de décadas. El mercantilismo concibe al comercio internacional como una lucha entre adversarios en un juego de suma cero, es decir, sin posibilidades de beneficio mutuo. La competencia externa se la ve siempre peligrosa y se sospecha de los acuerdos comerciales pues siempre “afectarían a Estados Unidos” y él los va a renegociar para revertir esa situación. La principal demostración del argumento de Trump estaría en el elevado déficit comercial que Estados Unidos mantiene con China, unos US$ 366 mil millones, prácticamente la mitad del déficit total de Estados Unidos.  

El mercantilismo no pasa el test económico que indica que los desequilibrios en balanza comercial, en verdad, responden a desequilibrios macroeconómicos. Típicamente cuando el dinamismo de la demanda interna supera al del producto, son las importaciones las que deben cubrir esa brecha de exceso de demanda, por encima de la producción doméstica. Los aranceles, las cuotas, las medidas antidumping y otras medidas comerciales no pueden por sí solas corregir tales desequilibrios comerciales, dado que éstos responden a excesos de gasto, explicados por desbalances monetarios o fiscales, por expansión salarial desmedida o por desajustes en precios relativos claves como el tipo de cambio. Pretender entonces “resolver” déficits comerciales con tarifas bilaterales es una pésima idea, la que sólo agregará nuevas dificultades.

Eso no invalida la posibilidad de tener enfoques ad-hoc en rubros específicos cuando las circunstancias lo aconsejen. Por ejemplo, es claro que en el caso del acero chino existe una manifiesta sobreproducción que distorsiona los mercados internacionales. Pese a que las autoridades chinas están trabajando con ímpetu en este tema, impulsando incluso el cierre de acererías en diversas regiones, con todo el impacto ocupacional y social que esto significa, probablemente aún hay margen para reducciones adicionales en la producción china o para buscar acuerdos comerciales que alivien la situación de la siderurgia en Estados Unidos, Europa y América Latina. Por de pronto, las importaciones chinas de acero en Estados Unidos se redujeron un 70% en el primer semestre de 2016, en virtud justamente de restricciones por antidumping.     

Incorrecta medición del saldo comercial. Ya veíamos que el déficit comercial de USA con China es sólo la mitad del total. Pero además está mal medido, como lo demuestran los estudios recientes sobre comercio en valor agregado, justamente a raíz de las cadenas de valor2. De acuerdo al Deustche Bank, al medir el comercio según criterio de valor agregado, China explica sólo el 16% del déficit comercial de USA3.

3.         Proteccionismo contra China.  

El argumento estelar de Trump y su equipo es que las exportaciones chinas, favorecidas supuestamente por manipulación cambiaria, subsidios desleales e incumplimientos en propiedad intelectual4, serían el principal factor detrás de la declinación del empleo y los salarios manufactureros en Estados Unidos. La respuesta para lidiar contra esa amenaza sería elevar las tarifas a las importaciones que provengan desde China y acusar a China de “manipulación cambiaria”, lo que conduciría a nuevas medidas que encarecerían las importaciones chinas en el mercado norteamericano, favoreciendo así la recuperación de la industria y los salarios industriales en Estados Unidos. Esta visión desconoce las tendencias de largo plazo a una reducción en la participación de la industria en el PIB y de los salarios industriales en el ingreso nacional, tendencias explicadas por la automatización, la expansión del sector servicios y el incremento en la productividad. Las exportaciones chinas sólo han acelerado esa tendencia pero no la han creado5.  Por otra parte, reprimir las exportaciones chinas en textiles, confecciones y calzado no se reflejará en mayor producción norteamericana sino que sólo desviarán el comercio hacia otras economías asiáticas o en desarrollo, como las mexicanas o algunas de las centroamericanas.  

Si el paso siguiente fuese ahora multar todas las exportaciones provenientes de países con bajos salarios, entonces el impacto sobre el comercio internacional y la actividad económica mundial sería de consideración, justo en momentos de gran debilidad de ambos. Si la fobia proteccionista llegase a este nivel, el primer efecto sería una fuerte alza en el costo de la vida para los norteamericanos, que afectaría proporcionalmente más a los de menores ingresos, justo a los que Trump prometía defender. El lamentable ciclo de equivocaciones no quedaría aquí pues en ese escenario lo más probable que los países afectados, y China en primer lugar, reaccionarían con controversias en la OMC y con retaliaciones a productos norteamericanos. Estaríamos torpemente repitiendo la reacción proteccionista que se gestó en Estados Unidos inmediatamente después de la Gran Crisis de los años treinta, la que fue seguida por Europa y lo que llevó a que el comercio mundial estuviese resentido hasta 1939, momento en que se inicia la Segunda Guerra Mundial, conflicto que, como es conocido, generó un fuerte estímulo de demanda en las economías centrales.  

En síntesis, de aplicarse el shock de medidas proteccionistas que ha sugerido Trump, las consecuencias serían severas sobre el comercio internacional, ya que aparecerían tarifas disruptivas que afectarían las cadenas de valor y alterarían drásticamente la dirección de los flujos comerciales; subiría el costo de la vida en Estados Unidos pues se elevaría el precio de los bienes que hoy se importan desde China o México y el de aquellos bienes domésticos que compiten con ellos. Esto generaría un fuerte estímulo a la ineficiencia en las empresas norteamericanas y a una pérdida de competitividad, que frenaría nuevas inversiones, afectando la evolución del empleo y de los salarios.6

a)Sobretasas arancelarias.

Trump ha prometido castigar las exportaciones chinas aplicándoles una tasa de 45% por su eventual manipulación cambiaria y uso de subsidios no permitidos. Los aranceles que USA ha consolidado en la OMC son bastante bajos y, por lo tanto, llevar las tarifas a las exportaciones de un socio al nivel que Trump pregona, llevaría a un conflicto comercial en la OMC y a la necesidad de compensar al o a los socios afectados. En caso de no ser compensados, los afectados pueden retaliar las exportaciones de USA en el monto del daño.

Como es evidente, China reaccionaría retaliando productos norteamericanos y ya ha dado señales que esa retaliación afectaría a Boeing, los iPhones de Apple, el trigo y la soja7. Por cierto, en ese momento, la guerra comercial estaría declarada y la economía mundial se vería severamente afectada.

b)Manipulación

Este es un tema muy presente en el debate norteamericano pero, en rigor, es un fenómeno que dejó de acontecer hace ya varios años. De hecho, cuando en octubre 2016 el FMI incorporó el renmimbi (RMB) en la cesta de monedas que componen los Derechos Especiales de Giro ratificó que la cotización del RMB respondía a fuerzas de mercado. Con esta medida, se avalaba el proceso gradual de liberalización de los movimientos financieros y cambiarios en China. En el próximo mes de abril 2017, el Tesoro debe emitir su informe sobre la política cambiaria china y ese puede ser un momento para que Trump obtenga algún argumento para presionar a China. Con todo, la evidencia y el rigor empírico hasta ahora no acompañan al argumento de Trump y sus asesores. Es un tema que entonces habrá que seguir con atención, dado que hasta ahora constituye una pieza central en la argumentación de Trump contra las exportaciones chinas.      

Es cierto que entre 1980 y 1995 el RMB sufrió una depreciación dramática (68%) pero desde esa fecha en adelante es la revaluación lo que ha primado. De hecho, de acuerdo a cifras del FMI, el RMB se ha apreciado 25% respecto del dólar entre 2005 y 2015. Esto explica que el superávit en cuenta corriente de China haya caído desde un 10,1% de PIB en 2007 a un 2,7% en 2015 y 2,5% en 20168. Si a ello agregamos un incremento sorprendente en el salario mínimo (15% de incremento anual entre 2000 y 2013), es claro que China dejó hace varios años de caracterizarse por exportaciones intensivas en mano de obra barata y favorecidas además por una depreciación artificial de la moneda. El Congreso norteamericano aprobó en 2015 una ley que incluye una rigurosa definición de “manipulación cambiaria” que no calza con China, ya que ésta se encuentra vendiendo reservas y no acumulándolas.  La devaluación marginal del yuan en 2016 responde a bruscas salidas de capital, en tanto el banco central chino continúa interviniendo para mantener elevado el nivel del yuan, de modo de contribuir a la estabilidad de la economía global.

  1. c)Reconocimiento del status de “economía de mercado”.

Cuando China ingresó a la OMC en 2001, se le impuso el status especial de “economía en transición”, aludiendo a que no contaba con una economía de mercado. Este dato fue crucial para las acusaciones antidumping (AD) que los socios de la OMC pudieran establecer en contra de productos chinos pues los precios de éstos no estarían respondiendo a condiciones de mercado. Siendo así, en las acusaciones AD, el país afectado podría usar los precios de un tercer país para calcular la magnitud del daño a su producción local. Esto abría la posibilidad de tomar el dato del país más ineficiente en ese producto, el de mayor costo, de modo de amplificar la diferencia con el valor del producto chino y aplicar el antidumping por esa diferencia. Este status especial concluyó el 12 de diciembre de 2016 y China espera que, de ahora en adelante no se le aplique ese trato discriminatorio.

Sin embargo, el propio 12 de diciembre, el actual Secretario de Comercio de USA señaló que no ve motivos para cambiar su política en este ámbito ni tampoco detecta reglas internacionales que lo fuercen a ello. China estima que el apartado a-ii del artículo 15 de su ingreso a la OMC es claro y su aplicación debiera ser automática. Hay cierta ambigüedad, sin embargo en ese apartado pues indica que el criterio del país sustituto dejará de aplicarse en acusaciones AD en contra de productos chinos, previa demostración de la existencia clara de condiciones de mercado en la rama de producción respectiva.  Como es evidente, esa “existencia clara …” será un argumento jurídico clave que estará presente en las acusaciones AD de los próximos años.

El mismo 12 de diciembre China solicitó consultas con Estados Unidos y con la UE en la OMC respecto de la forma de utilizar el AD. Las consultas en OMC son el inicio formal de una controversia. Si pasados 60 días de esa consulta, no se resuelve la diferencia, el reclamante, China, puede solicitar un grupo especial que aborde la discrepancia. La disputa comercial ya está abierta y China presionará por eliminar esta discriminación.

4.  Escenarios posibles en la presión comercial de Trump contra China.

Da la impresión que Trump busca aplicar sus dotes de negociador privado con China, elevando el tono y la magnitud de la apuesta para negociar en una mejor posición. Sin embargo, esta estrategia desconoce las complejidades y sutilezas del lenguaje y accionar diplomáticos y además subestima el rol de la economía china en la producción, comercio, inversión, tecnología y recursos financieros en la economía global.  

La Trade Act de 1974 permite que el Presidente pueda imponer cuotas o tarifas de hasta 15% por hasta 150 días en contra de países con elevados superávits de balanza de pagos. Como ya hemos señalado esta cláusula no podría aplicarse a China sin antes aplicársela a Alemania y otras economías del norte de Europa. Si Trump declarase el estado de emergencia nacional, sus poderes sobre el comercio internacional se ampliarían notablemente, si bien estas medidas podrían ser demandadas en la corte. 

El equipo que está formando Trump incluye a varios líderes de la guerra contra el acero chino. Ello acontece con el futuro Secretario de Comercio, Wilkur Ross, billonario del acero, de Dan Di Micco, ex líder de la acerera Nucor Corp y  otros tres destacados abogados del sector siderúrgico norteamericano. Uno de los candidatos al USTR, Robert Lighthizer, fue clave en el diseño de las políticas proteccionistas que Reagan mantuvo contra Japón.  Lighthizer ha criticado severamente el rol de la OMC en las disputas comerciales y propugna que USA adopte interpretaciones más agresivas para lidiar contra las exportaciones chinas. Ha sugerido las sobretasas arancelarias en función del grado de manipulación cambiaria y cuotas temporales de importaciones, medidas que vulneran la normativa OMC. Ha llamado la atención además sobre los subsidios no permitidos y el robo de propiedad intelectual que caracterizarían la política china. El espacio de conflictos comerciales podría ampliarse en cobertura y en el tiempo.

Por de pronto, parece claro que las acusaciones AD serían más frecuentes, con el agravante que estará en debate el trato que se dará a los productos chinos, esto es, si se respetará o no el status de economía de mercado. También es altamente probable que se acentúe la presión norteamericana sobre las exportaciones de acero chino, lo que obligaría a acelerar el ritmo de la reconversión en las siderúrgicas chinas.    

Es muy probable que Trump intente replicar las medidas que USA impuso a Japón en los 80´s: i) la Cláusula Super 301 del acta Omnibus Trade and Competitiveness de 1988 que establecía sanciones comerciales selectivas a países con “prácticas que distorsionan el mercado”; ii) la restricción “voluntaria” de exportaciones que afectó a los automóviles y productos electrónicos de Japón ante la amenaza de cuotas; iii) el Acuerdo del Plaza que fortaleció al yen, limitando la competitividad de los productos japoneses.9 Sin embargo, Japón no es China y por tanto la mera proyección mecánica de una política que funcionó hace casi treinta años no asegura su éxito.

5.         Porqué esa política proteccionista hoy no funcionará contra China?      

i) China no es Japón

Por de pronto, China no es un aliado político de Estados Unidos ni menos depende de Estados Unidos para su protección militar. El peso económico relativo de la China de hoy es bastante equivalente al de Estados Unidos y supera bien de lejos al que tenía Japón en ese momento. Por lo tanto, los instrumentos comerciales y la presión política que usó Reagan con Japón no le servirán a Trump con China. China es de lejos el primer mercado mundial en rubros tales como automóviles, laptops, celulares y otros rubros tecnológicos destacados, de modo que el poder de negociación chino frente a las transnacionales norteamericanas, europeas o asiáticas es muy superior al que Japón tenía en ese momento y ese poder seguramente sería utilizado en caso de enfrentar presiones proteccionistas en Estados Unidos.

Además cuando Reagan impulsó esta política proteccionista contra Japón, negoció con un grupo reducido de grandes empresas japonesas que producían en Japón y vendían en Estados Unidos. Hoy, la complejidad de las cadenas de valor impide este tipo de negociación pues - como ya se ha señalado - detrás de cada empresa exportadora hay decenas de empresas importadoras de numerosos países.  

ii) La existencia de cadenas de valor.

La forma predominante de organización industrial que ha emergido en las últimas décadas, gracias al cambio tecnológico y al avance de la interconexión de los mercados es la de cadenas de valor globales o regionales. En éstas, se distribuyen las tareas de un proceso productivo entre varias economías, en función de sus ventajas comparativas y otras relativas a calidad de la infraestructura, telecomunicaciones, logística, transportes, calidad de la mano de obra, cercanía a puertos y grandes mercados, etc. Por lo tanto, detrás de cada exportación hay un conjunto amplio de importaciones.

Esto es lo que el mercantilismo de Trump no entiende. En el mundo de hoy, el mundo de las cadenas de valor, para exportar más y mejor, es necesario importar más y especializarse en tareas específicas que permitan ascender en esas cadenas de valor, mejorando la calidad de la fuerza de trabajo, de la infraestructura, de las telecomunicaciones, los servicios modernos, de las instituciones y del clima de negocios.

Trump quiere exportar más e importar menos. Hoy eso no calza con la realidad de la organización industrial y de los mercados internacionales. Para hacerlo, está dispuesto a intervenir en el comercio con decisiones de micro-management que incluirían presiones crediticias y tributarias a empresas para que no inviertan en el exterior, importaciones selectivas, medidas discriminatorias en contra de exportaciones chinas y quizás mexicanas, apoyo a carteles domésticos que compitan con productos chinos.  Si el gobierno de Trump avanza en esa dirección, Estados Unidos estará abandonando una larga práctica de reglas predecibles en el comercio internacional y en los negocios.

Al considerar la realidad de las cadenas de valor, cuando se graven las exportaciones chinas a Estados Unidos se estarían afectando las exportaciones de varios países asiáticos, europeos y del propio Estados Unidos, las que estarían incorporadas en el valor exportado desde China. Algo parecido acontece con el comercio con México, donde cada dólar de exportación de México a Estados Unidos contiene 40% de producción norteamericana. Vale decir, en términos de competitividad internacional, hoy no es posible que funcione la industria automovilística de Detroit sin importaciones de México, pues de hacerlo sus costos se incrementarían y sería desplazada en los mercados internacionales. 

En segundo lugar, considerando el fuerte incremento de la IED en China, si se afectan las exportaciones de China a Estados Unidos, se verían afectadas las empresas norteamericanas, asiáticas y europeas radicadas en China y que desde allí que exportan a Estados Unidos.  

Por otra parte, cerca del 35% de las exportaciones chinas son de ensamblaje (“processing trade”). Por tanto, una guerra comercial con China afectaría severamente a Japón, Corea, Hong Kong y Singapur, economías que proveen a China de buena parte de los bienes, insumos y servicios que culminan siendo envasados en la “fábrica china” para ser exportados al mundo.

iii) Asimetría del comercio bilateral.

El comercio entre China y Estados Unidos en 2015 fue de US$ 598 mil millones, con exportaciones de Estados Unidos por US$ 116 mil millones y de US$ 482 mil millones para China. El déficit comercial de Estados Unidos con China es sólo la mitad del déficit norteamericano. Las tres principales compras de China a USA son soja, automóviles y aeronáutica, rubros que China podría comprar en otros mercados. En tanto, las principales compras de USA a China son celulares, tablets, laptops y equipos de redes. En cada uno de estos rubros, China provee cerca del 70% de la oferta mundial y lo hace con productos de marcas norteamericanas, europeas y asiáticas. USA también podría encontrarlos en otras zonas pero lo conseguiría a precios considerablemente mayores. Por de pronto, estaría gravando el consumo doméstico de estos bienes con impuestos de 35 a 45%, dependiendo de la sobretasa que imponga a los “productos chinos”.

General Motors y sus afiliados, por ejemplo, venden 372 millones de vehículos en China y sólo 253 millones en Estados Unidos. El principal mercado mundial para los laptops y los celulares también está en China, de modo que los gigantes de la manufactura norteamericana, todos ellos con fuertes inversiones en China, difícilmente serán indiferentes a sanciones al comercio con China que afecten sus intereses.  

6. Otros temas a considerar

i) El Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII)

Esta relevante iniciativa china ha venido avanzando con gran celeridad. Cuenta ya con 57 miembros, 37 de ellos asiáticos pero incluyendo también a Inglaterra, Alemania, Francia, Italia, Holanda, España y Australia., entre otros De nuestra región destaca la presencia de Brasil entre los fundadores pero ya otros países latinoamericanos, Chile incluido, han manifestado su interés en incorporarse. Sin duda alguna, se trata de uno de los principales logros en la política económica internacional de China, así como uno de los principales fracasos de Estados Unidos en este ámbito. Estados Unidos no sólo se restó de esta iniciativa, desvalorizándola en varios aspectos sino que además presionó para que sus principales socios europeos no se incorporasen, consiguiendo un sonado fracaso.

Miembros del equipo de Trump mencionaron antes de asumir sus cargos que estimaban que ese había sido un error de Obama y que evaluarían su incorporación al banco. En este banco, China aporta el 30% del capital accionario y controla el 26% de los votos. Habrá que seguir pues cual será la actitud del gobierno de Trump en este relevante tema.

ii) Un cinturón, un camino (One Belt, One Road, OBOR Initiative) 

Esta iniciativa tiene dos componentes: el cinturón económico de la ruta de la seda terrestre (Silk Road Economic Belt) que busca estimular el comercio por vía terrestre (caminos y vías férreas) con Eurasia, fortaleciendo el vínculo de China con Asia Central y la ruta marítima de la seda del siglo 21 (“21st. Century Maritime Silk Road), la que busca reforzar la asociación con las economías de ASEAN, incluyendo los corredores económicos China-Pakistán; Bangladesh-China-India-Myanmar.10

Ubicando estas dos iniciativas en el mapa, se aprecia que tienen el potencial de abarcar el 55% del PIB, el 70% de la población y el 75% de las energías mundiales. China ya anunció  financiamiento para obras de infraestructura por US$ 300 mil millones para los próximos años, a los que habría que sumar otros US$ 890 mil millones que aportaría el China Development Bank. Se trata, por cierto, de una iniciativa geopolítica, diplomática y comercial de la mayor envergadura y pensada con objetivos de largo plazo11.  Sus detalles aún son imprecisos e incluyen inversiones significativas en zonas de alto riesgo geopolítico, por tanto aún se trata de iniciativas con un alto grado de incertidumbre.  

En cualquier caso, lo más probable es que contribuyan a desatar una nueva dinámica en el comercio intra-regional, estimulada por las inversiones en infraestructura que ya empiezan a caminar. En efecto, esta iniciativa incluye también rebajas de aranceles, simplificación aduanera y financiamiento de obras de facilitación del comercio. La relevancia adicional de esta iniciativa es que ahora tiene un banco detrás- el BAII- además del banco de los BRICs, que también podrá operar en estos proyectos.

En un principio se leyó esta iniciativa OBOR como la respuesta china al TPP. Como quiera que sea, lo cierto es que hoy el TPP aparece como muy incierto, en tanto la iniciativa OBOR avanza con rapidez y no siendo un acuerdo de libre comercio, la verdad es que podrá estimular el comercio probablemente más que un mero acuerdo comercial pues esta vez además de comercio, aparecen inversiones en infraestructura y bancos disponibles para ese financiamiento. Con razón se menciona que este gran proyecto- el OBOR- constituye la segunda gran apertura de la economía china, la que está en línea con sus objetivos de las reformas económica en curso. En efecto, OBOR le permitirá a China exportar su enorme capacidad de ahorro, limitar la expansión doméstica de la inversión, desviándola hacia las iniciativas OBOR y además generar mejores retornos para el uso de sus cuantiosas reservas internacionales, en un momento ya largo de bajas tasas internacionales de interés.

Valdrá la pena entonces seguir de cerca las reacciones de la nueva administración norteamericana respecto de los nuevos pasos del BAII y la iniciativa OBOR. 

iii) RCEP y el acuerdo de libre comercio APEC (FTAAP)

Si Trump efectivamente desecha el TPP, quedará abierto el camino para que China despliegue en Asia sus dos iniciativas estelares en materia de negociaciones comerciales. Una de ellas es el RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership), negociación de libre comercio que incluye a China, Japón, Corea, las 10 economías de ASEAN, India, Australia y Nueva Zelanda. Se trata obviamente de una negociación muy compleja pero que ha seguido avanzando, pese a las tensiones geopolíticas que han surgido entre varios de sus miembros. Se estima que la negociación podría estar concluida a mediados del 2017. 

Por otra parte, ya desde la reunión APEC 2015, China ha venido impulsando la iniciativa de un acuerdo de libre comercio en APEC, rescatando uno de los objetivos de fines de los 90`s de esta organización. En la medida que la nueva administración norteamericana empiece a alejarse de los acuerdos de libre comercio, terminará siendo China quien los promoverá, ganando nuevos espacios en APEC y atrayendo nuevos intereses hacia lo que vaya aconteciendo en Asia, esto es, RCEP y OBOR.

Si estas dos últimas iniciativas van avanzando efectivamente, es claro que las miradas de Europa, de América Latina, de Africa y del mundo empresarial norteamericano se irán enfocando en torno a las nuevas dinámicas de inversión y comercio en Asia. En un escenario de una economía mundial debilitada, este es otro gran tema que habrá que seguir en las reacciones e iniciativas del gobierno norteamericano.  En lo referente a nuestra región, es claro que el seguimiento de OBOR, del BAII, del RCEP y del FTAAP debieran ser ejes fundamentales de cualquier política exterior que se precie de tener visión prospectiva en el siglo 21.

 

Notas

R. Bush, “An open letter to Donald Trump on the One-China policy”, Brookings, Diciembre, 2016. https://www.brookings.edu/blog/order-from-chaos/2016/12/13/an-open-letter-to-donald-trump-on-the-one-china-policy/

Como es sabido, la medición estándar del comercio internacional se realiza en valores brutos, es decir, lo que se computa como valor exportado incluye también el valor de las importaciones en que se ha incurrido para exportar ese bien. Por lo tanto, esta medición sobrestima el desempeño exportador. La medición a valor agregado descuenta las importaciones incorporadas y mide sólo el valor que se agregó a un stock dado de importaciones para generar ese valor exportado. 

The Economist, Business in America. Dealing with Donald, p. 4, December 10th., 2016.

Si se detectan subsidios o incumplimientos en propiedad intelectual que no se ajustan a la normativa OMC, entonces se puede acudir a controversias en esa instancia. Por otra parte, Estados Unidos tiene la posibilidad de realizar acusaciones antidumping en contra de productos chinos que puedan exportarse a precios inusualmente bajos. Más allá del reclamo chino, la verdad es que este instrumento ha sido poco utilizado por las autoridades norteamericanas.

3 D. Dollar, D. “Order from Chaos: Trump and China”, Junio, 2016 https://www.brookings.edu/blog/order-from-chaos/2016/06/30/trump-and- china/

No es descartable que, al final de 2007, lo que se aprecie sea justamente lo contrario, esto es, un aumento del empleo y de los salarios. Sin embargo, si ello acontece, sería en virtud del programa de inversión en infraestructura y no por efecto de las medidas comerciales.

7 Entre 2013 y 2015, China compró el 60% de las exportaciones de soja de Estados Unidos.

Ayudaría más a las exportaciones norteamericanas que Trump se preocupase por revertir la escasez de demanda y el anémico crecimiento en Europa (“saving glut”), lo que tiene como uno de sus factores a elevados superávit en cuenta corriente en las economías del norte: Alemania (8,8% del PIB); Suiza (9%); Holanda (8,5%); Dinamarca (5,9%); Suecia (5%).

The Economist, Business in America. Dealing with Donald, p. 4, December 10th., 2016.

10 “One Belt, One Road: China`s Great Leap Outward”, China Analysis; European Council on Foreign Relations, June, 2015. http://www.ecfr.eu/page/-/China_analysis_belt_road.pdf

11 En China se comenta que esta iniciativa debiera estar plenamente desplegada al año 2049, es decir, cuando se cumplan 100 años de la fundación de la República Popular China. Habiendo partido el 2015, se trata entonces de una iniciativa a más de 30 años.