Opinión

El regreso de los yihadistas a sus países de origen: ¿Qué hacer?

Siria se ha encontrado en guerra por más de cinco años, bajo un contexto de crisis geopolítica, económica y religiosa. Se agrega a esto la participación de yihadistas extranjeros, cuyos regresos a sus países de origen han dado lugar a múltiples atentados como los de Charlie Hebdo, el Bataclan, y el mercado navideño, entre otros. Según menciona el Ex Primer Ministro francés Manuel Valls, “esta situación debe ser la principal preocupación en materia de seguridad para los próximos años”. Jan Jambon (Ministro del interior de Bélgica), habla de un posible retorno de entre 3000 a 5000 soldados europeos luchando bajo la bandera de ISIS. Ante esta situación, surge la interrogante ¿Cómo manejar el regreso de quienes amenazan los intereses de su (ex) nación? Para ello, se deben de entender sus motivaciones de dejar a la sociedad en cual crecieron, y el porqué de su retorno.

            Las motivaciones de estos jóvenes europeos para unirse al ISIS o a Al Qaeda son muchas. La mayoría de ellos creyeron en la propaganda hollywoodense de las organizaciones terroristas. Estos montajes permiten imaginar una vida piadosa, coronada de sucesos militares y de un reconocimiento social que no recibieron en su país de origen. Algunos piensan en defender a los sunitas del Presidente sirio Bachar Al Assad o el Presidente iraquí Kurdo. Una gran parte de ellos, pretenden ir a una misión humanitaria (especialmente las mujeres), sin saber cuál es la realidad de este tema. Pero las desilusiones llegan rápido. 

            Los europeos sirven principalmente como base de retaguardia o carne de cañón, y no viven bajo las condiciones de vida espartana que esperaban. Además, las relaciones con la población son difíciles. Algunos prefieren enfrentar la cárcel francesa que el odio de un pueblo oprimido. Si bien, estas personas pueden volver a su país de origen, para esto deben  recibir el permiso de salida del territorio de un Emir u optar por desertar. Lo primero es muy difícil, puesto que Turquía cerró sus fronteras y además las mujeres y niñas no pueden andar solas. Pese a que algunos de esos retornados se dicen decepcionados de esta experiencia, no significa que todos estén arrepentidos. Una minoría de ellos vuelve con un proyecto terrorista en la mente, casi siempre en solitario, por lo que se hace muy difícil detectarlos. Sus experiencias en Siria les enseñaron el manejo de  armas y  camuflaje de bajo perfil.

Los países europeos, han presentado varios proyectos de sanciones y de reinserciones, por ejemplo, Francia pasó de un tratamiento delictual a criminal. Cada retornado debe enfrentar a la justicia, siempre que no se camuflen en las corrientes de refugiados, o eviten los controles[1].

Cuando estas personas se enfrentan a la justicia, se exponen a la falta de experiencia de los magistrados, debido a la incipiente amenaza de dejarlo libre (corriendo el riesgo de alimentar una cedula durmiente) como por ejemplo el asesino del Padre de Saint-Etienne du Rouverai, o en la cárcel, donde ellos pueden encontrar a otros yihadistas y adherirse nuevamente a una organización terrorista. 

            El encarcelamiento prolongado, no parece una buena solución, ya que según la premisa de Roger Nimier “hombre sin proyecto es un hombre muerto”, casi ninguno de ellos permanecerá encarcelado toda su vida, y una vez saliendo, se encontrarán inmersos en una sociedad que aprendió a odiarlos. El desafío es de reintegrar en una sociedad occidental, a las personas que vivieron en una zona de guerra. Tenemos que ayudarlos a cuestionarse a sí mismos, con un acompañamiento personalizado, que les permita tener una mirada critica en su recorrido y que con esto logren darse cuenta de lo sucedido y su papel en ello. No hablamos de radicalización, pero sí de desapego a la violencia.

Lo más importante, es no caer en la ley del Talión. Solamente una justicia honesta con sus ideales democráticos puede afrontar este gran desafío, y proveer seguridad a uno de los valores más importantes del siglo XXI.


[1] Abdelhamid Abaaoud, nacional belga en la cabeza del comando terrorista del 13 de noviembre, llegó a volver a Francia sin que nadie se lo perciba. Ídem para su cómplice Samy Amimour y Foued Mohamed-Aggad.

 

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