Opinión

Chile en la pole position

El Gatopardo nos dice que todo cambia para que todo siga igual. Algunos piensan que las recientes condenas a presidentes por escándalos de corrupción en Latinoamérica son sólo hechos superficiales y que las cosas seguirán como siempre. Prefiero ser más optimista.

Hace 10 años, nadie hubiese imaginado que uno de los presidentes más populares de Brasil estaría algún día tras las rejas. O que cuatro expresidentes de Perú tendrían algún tipo de proceso judicial. O que dos expresidentes en Guatemala estarían siendo procesados por la justicia. Las relaciones del poder con los ciudadanos y empresas –eso que llamamos gobernanza– vienen cambiando y redefiniéndose a gran velocidad. Si antes la transparencia era una novedad, hoy es un imperativo.

Como muestra, la Cumbre de las Américas que se realizará esta semana en Lima tendrá como tema central la “Gobernabilidad democrática frente a la corrupción”, reflejando que la lucha contra estas prácticas se ha transformado en el principal desafío de la región. En la mayoría de las encuestas presidenciales, este tema ha sido prioritario para los electores. Ya no sólo se trata de la superación de la pobreza o la delincuencia, sino también del combate efectivo a la corrupción.

El informe de Transparencia Internacional para América Latina y el Caribe señala que para el 53% de los encuestados, los gobiernos no lo están haciendo bien en la prevención y sanción de actos corruptos. Existe una desconfianza generalizada hacia las instituciones públicas, lo que no necesariamente significa que la corrupción haya aumentado. Lo que ha sucedido es que hoy se conocen y no se toleran hechos que en el pasado eran desconocidos o asumidos como “normales”. Una sociedad civil más organizada y pujante, y la mayor presión por un Poder Judicial independiente han contribuido en no dejar impunes estos actos.

Pero hay una pregunta más de fondo ¿De qué manera los países cuentan con una institucionalidad anti-corrupción? Nos referimos a las relaciones de la política y el dinero, tribunales electorales autónomos, partidos políticos no capturados por caudillismos. Sigamos: un sector empresarial con altura y compromiso en el desarrollo de las políticas públicas o universidades generando conocimiento sobre nuevas formas de medir la corrupción.

Esta pregunta abre una oportunidad para que Chile asuma un renovado liderazgo en la región. En medio del clima de incertidumbre política, con países en plenos procesos electorales, con problemas inmediatos como la renegociación del Nafta por parte de México, la compleja implementación del proceso de paz en Colombia o las dificultades políticas en Brasil, nuestro país puede hacer una contribución a partir de su experiencia. Un aporte basado en sus dos mayores fortalezas, de acuerdo a la OECD: la solidez institucional y la apertura del comercio.

Chile logró dar una respuesta institucional a la corrupción el año 2015, producto de escándalos por financiamiento irregular y tráfico de influencias. La Agenda de Probidad y Transparencia trabajada en conjunto por la clase política, el gobierno y la sociedad civil, puede ser un aporte para impulsar reformas similares en otros países, tanto en el diseño de las iniciativas como en aquellos factores claves que hacen que estos esfuerzos no se limiten a anuncios.

Segundo, nuestra apertura comercial como política de Estado y base de nuestro crecimiento económico, es otro pilar para ejercer un renovado liderazgo. No es menor que el TPP 11 haya sido firmado en Chile ni tampoco que los socios en la Alianza del Pacífico se encuentran en coyunturas políticas internas que distraen sus esfuerzos de integración. Chile tiene una oportunidad de asumir un mayor protagonismo en la zona Asia-Pacífico, aprovechando el hito de la APEC 2019. Si el país es capaz de plantear una agenda de integración de largo plazo en ese encuentro, habrá dejado un legado efectivo.

El riesgo de que todo cambie para que todo siga igual siempre será una amenaza. Pero algo parece decirnos que América Latina está en un punto de inflexión y que Chile puede aprovechar el momento.

Fuente: Diario Financiero