Opinión

¿Nos contaminará la guerra comercial?

¿Cómo impactará la guerra comercial en Chile? Sin imaginarlo, nuestros dos principales socios comerciales, China y Estados Unidos, están enfrascados en una batalla de mayores aranceles a sus productos. El Presidente Trump nos ha acostumbrado a la incertidumbre y el rupturismo; sabemos cómo comienzan sus acciones, pero no cómo terminan. Cuando el mundo ya celebraba mejores perspectivas económicas, la escalada de un conflicto comercial a nivel mundial asoma como unos de los principales riegos políticos.

El choque entre las principales economías del mundo no es algo nuevo. En la OMC existen más de 30 disputas comerciales entre ambos países relacionadas con acero, automóviles y pagos electrónicos, entre otros. La gran diferencia es que ahora Estados Unidos se ha alejado de la institucionalidad multilateral para resolver estas diferencias, imponiendo barreras unilateralmente. Este desprecio por la institucionalidad hace más impredecible el destino de las tensiones entre los países.

Para Chile, todo esto es muy relevante. Nuestra apertura comercial es fruto de un consenso en la clase política, que entendió que la economía debía abrirse al mundo para progresar. Desde la rebaja unilateral de aranceles hasta la amplia red de acuerdos comerciales, el país tiene un liderazgo en materia de integración económica y acceso a nuevos mercados. Así hemos pasado de un mercado de 18 millones de personas a uno que representa alrededor del 90% del PIB mundial.

Esa misma apertura, la alta exposición de nuestra economía a los mercados chino y americano, y la importancia del cobre, nos hacen vulnerables a la guerra comercial. Vulnerables, porque mayores restricciones al comercio y la inversión amenazarán la recuperación de la economía, afectando el precio de commodities como el cobre. Vulnerables, porque nuestro intercambio comercial con el gigante asiático rodea el 40%: lo que afecta a China, afecta a Chile. Vulnerables, porque la imposición de mayores aranceles podría afectar a los insumos o bienes intermedios que componen gran parte del comercio actual, forzando mayores costos en las cadenas productivas y restando competitividad a las empresas. Mayores costos significarán mayores precios, perdiendo el consumidor.

Sin embargo, hay un efecto contaminador de la guerra comercial poco analizado y de potencial alto impacto para Chile: el sentimiento antiglobalización. Tímidamente, hay un germen anti-libre comercio que ha emergido en nuestra política. Sólo basta ver el programa de gobierno de la ex candidata Beatriz Sánchez, o las votaciones en el Congreso sobre los recientes acuerdos comerciales, para constatar que está surgiendo un movimiento que cuestiona la integración económica.

Cabe preguntarse qué ocurriría en Chile si la guerra comercial proteccionista fuera liderada por alguien distinto a Trump. Un líder mundial que generara menos resistencias y antipatías, cuyo mensaje no fuera inmediatamente invalidado debido a quien lo emite. Imaginemos un personaje con un carisma distinto, que planteara ideas que en Chile ya tuvieron eco en el pasado, como la sustitución de las importaciones o el establecimiento de aranceles diferenciados ¿Otro gallo cantaría?

Chile no está libre del sentimiento antiglobalización. Mayor apoyo a este fenómeno constituirá una amenaza a nuestra política comercial abierta. En el mundo no hemos visto marchas contra el aumento de aranceles, pero sí contra la globalización. No vayamos a terminar salpicados.

 

Fuente: Diario Financiero