Opinión

Nicaragua se ha convertido en una dictadura similar a la de Somoza

"Esta crisis de la seguridad social, cuya decisión a los pocos días Ortega revirtió, fue la gota que derramó un vaso de la progresiva concentración de poder político en manos del régimen autoritario de Ortega".

"Si no tenemos una oposición que sirva de alternativa para un periodo de transición luego de posibles elecciones con integridad, habrá muchas dudas de si la salida del Gobierno de Ortega, en lugar de ser una solución, podría generar un vacío de poder".

los grupos paramilitares, aliados al gobierno de ortega, han atacado a obispos y manifestantes en diversas ciudades del país. Según el analista, para su desarme, se necesita al ejército.

Aunque tuvo su inicio el 18 de abril de 2018, luego del anuncio de una reforma al seguro social que implicaba aumentar el aporte de los empresarios y trabajadores pero reducir en 5% el pago de las pensiones, el conflicto político y social que agobia a Nicaragua tiene raíces más profundas. El conflicto, que ya ha dejado entre 350 y 403 muertos -según la oposición- y más de dos mil heridos, ha derivado en el hastío de importantes sectores de esa sociedad con la administración del Presidente Daniel Ortega y su vicepresidenta y esposa, Rosario Murillo.

¿Los motivos? "La progresiva concentración de poder político en manos del régimen autoritario de Ortega, que a la luz de la última reelección de 2016 lo convirtió no solo en una dictadura, sino que en una dictadura con pretensiones dinásticas muy similar a la de Anastasio Somoza, porque puso como vicepresidenta a su mujer, Rosario Murillo", explica Daniel Zovatto, director regional para América Latina y el Caribe, IDEA Internacional.

Zovatto es investigador asociado al Centro de Estudios Internacionales UC, doctor en Derecho Internacional por la Universidad Complutense de Madrid, tiene una maestría en Gerencia Pública por la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard y es miembro del Consejo Asesor del programa para América Latina del Woodrow Wilson International Center for Scholars. Este experto asegura que el escenario de conflicto en el país se configura también "por el progresivo proceso de aumento del autoritarismo político, la cooptación cada vez mayor de todos los poderes del Estado, la concentración en la familia Ortega de muchas de las decisiones políticas y económicas, la corrupción y la disminución importante de la ayuda que venía recibiendo de parte de Chávez y Maduro"

Las movilizaciones, consideradas históricas por algunos analistas, confrontan al movimiento estudiantil y a la Alianza Cívica con el Gobierno, apoyado por grupos paramilitares.

El conflicto, agravado por el rompimiento de los Ortega-Murilo con la cúpula de la Iglesia Católica y el empresariado, cuyo pacto le había dado gobernabilidad al país, ha tenido, según Zovatto, a Chile como uno de los protagonistas de la ofensiva internacional para presionar al Gobierno a negociar una salida.

- ¿Cuáles son los factores que explican la crisis por la que atraviesa Nicaragua?

- Esta crisis arrancó hace tres meses, el 18 de abril, y tuvo como origen una decisión que tomó el Presidente Daniel Ortega, por decreto, buscando reformar el sistema de seguridad social, particularmente el tema de las pensiones, que estaba y sigue estando muy desfinanciado. Él buscó que se incrementaran los aportes de los trabajadores y de los empresarios, y a su vez reducir las pensiones. Y eso fue la chispa que activó esto.

- ¿Hay otros factores que expliquen lo que ocurre en ese país?

- Obviamente no se podría entender la actual crisis, después de tres meses, con la cantidad de muertos y la grave situación económica y social que vive Nicaragua, únicamente poniendo el foco en la seguridad social. Esta crisis de la seguridad social, cuya decisión a los pocos días Ortega revirtió, fue la gota que derramó un vaso de la progresiva concentración de poder político en manos del régimen autoritario de Ortega, que a la luz de la última reelección de 2016 lo convirtió no ya solo en una dictadura, sino que en una dictadura con pretensiones dinásticas muy similar a la de Anastasio Somoza, porque puso como vicepresidenta a su mujer, Rosario Murillo. Por un lado, el progresivo proceso de aumento del autoritarismo político, la cooptación cada vez mayor de todos los poderes del Estado, la concentración en su familia de muchas de las decisiones políticas y económicas, la corrupción y la disminución importante de la ayuda que Ortega venía recibiendo de parte de Chávez y de Maduro -con la que podía llevar adelante su política asistencial-, forman parte de este problema. Este régimen de "estabilidad autoritaria con crecimiento económico", que tuvo crecimiento mientras duró la alianza con el sector privado y con el bloque más conservador de la Iglesia, comenzó a desmoronarse cuando ese pacto se quebró.

- ¿La oposición es un actor que puede ser relevante?

- Esa es una de las preguntas fundamentales. Si no tenemos una oposición que sirva de alternativa para un periodo de transición luego de posibles elecciones con integridad, habrá muchas dudas de si la salida del Gobierno de Ortega, en lugar de ser una solución, podría generar un vacío de poder que puede incluso agravar aún más la crisis. Creo que hoy la Alianza Cívica está entendiendo su reto histórico y la importancia de incluir dentro de su ámbito no solo a estudiantes, empresarios y movimientos campesinos, sino también a un sector del sandinismo que siente que Daniel Ortega ya no los representa. En las conversaciones que he tenido he hecho ver a la oposición que se fijen en la importancia de una transición exitosa como la chilena, que pudo articular diferencias entre diversos grupos, y no a la experiencia desastrosa de Venezuela, donde la oposición nunca pudo articular un frente verdaderamente unido para negociar con el régimen y disputarle las elecciones al chavismo.

- ¿Por qué se ha estado dando una serie de regímenes de izquierda que caen en fenómenos asociados a la corrupción?

- La corrupción no es de derechas ni de izquierdas. Viene salpicando fuertemente sobre todo a la luz de lo que ha pasado con la empresa brasileña Odebrecht, aunque no solo respecto de ella. Esta corrupción obscena recorre la gran mayoría de nuestros países. Y afecta más a líderes de izquierda porque, especialmente, en América del Sur, los liderazgos en los últimos años han sido por las largas administraciones en Argentina, Brasil, Venezuela y Ecuador. Desde el 2000 hasta la fecha en la región había gobiernos de centroizquierda o izquierda, excepto en Colombia y Paraguay, sin niveles adecuados de control ni con Poderes Judiciales capaces de poner límites. Además de elecciones sucesivas e indefinidas de líderes de ese signo.

- ¿Se puede encontrar en Daniel Ortega algo de la revolución sandinista original, que generó tanta simpatía en América Latina?

- Lamentablemente no. Por estos días se cumplieron 39 años de la derrota de Anastasio Somoza. Y todo lo que representó Daniel Ortega junto a sus camaradas y comandantes del Frente Sandinista, con una épica revolucionaria que lideró su primer Gobierno, desde 1979 hasta la derrota ante Violeta Chamorro, comenzó a perderlo cuando entró en negociaciones con Arnoldo Alemán, que le permitió a Ortega regresar al poder en 2007. Y a partir de ahí vino el rompimiento con sus camaradas. Se fue convirtiendo tristemente en un reflejo, aun salvando todas las diferencias, de Somoza, a quien combatió, buscando crear una dinastía familiar, como lo que está tratando de hacer, reprimiendo con esta orgía de asesinatos en un país de tan solo 6,2 millones de habitantes. Lamentablemente Ortega no tiene nada de líder revolucionario. Llamarlo así sería faltarle le respeto a ese gran líder que era Sandino.

la izquierda en la región

- ¿Siente que la izquierda chilena y latinoamericana, que en su minuto apoyaron a Ortega, están reacias a condenar la crisis que hoy se vive en Nicaragua?

- No diría que la izquierda se niega a condenar a Ortega. Hay que tomar en cuenta que cuando hablamos de izquierda nos referimos a un cajón donde entran muchas variedades de izquierda. He visto que partidos de centroizquierda y de otro signo hicieron pública una carta en Chile denunciando la situación en Nicaragua. Incluso que el Partido Comunista hizo también una carta en este sentido, criticando la crisis, aunque pide a la oposición desvincularse de los grupos violentos. Diría que la gran mayoría de los países y grupos de izquierda están siendo muy críticos y condenando a Daniel Ortega. La resolución de la OEA tuvo 21 votos a favor, con muchas críticas a Ortega por la violencia y los ataques a obispos y estudiantes y pidiéndole que adelante las elecciones. Y solo tres países votaron en contra (Venezuela, Nicaragua y San Vicente). Se ha ido generando un consenso muy grande en contra del régimen de Ortega y Murillo. Estamos en una situación de un régimen cada vez más aislado. Lo mismo pasa a nivel de la Unión Europea y con el secretario general de las Naciones Unidas, que había estado más bien callado y había dejado más bien que actuara el alto comisionado de DD.HH. Vamos a seguir viendo un aislamiento cada vez mayor en el plano internacional.

-¿Qué papel podría jugar la OEA en el contexto de esta crisis?

- Yo fui muy crítico desde abril planteando que no podíamos llegar tarde a esta crisis como lo hicimos en el caso de Venezuela. Aquí se actuó de forma más rápida, porque una resolución como la que se aprobó esta semana demoró años para Venezuela. Eso se debe a que Caracas tiene mucho más poder para bloquear este tipo de ofensivas en el sistema interamericano, fundamentalmente porque los pequeños países del Caribe reciben mucha asistencia a través del programa Petrocaribe, que es obra del chavismo. Lo que se hizo esta semana representa un paso importante. Elogio de esta forma el papel de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que ha hecho un gran trabajo, por cierto encabezado por una chilena como Antonia Urrejola. Pero el secretario general de la OEA, al principio, creo que no quiso que el tema de Nicaragua le contaminara lo que está pasando en Venezuela. Y además, lo de Venezuela ayudó por mucho tiempo a hacer sombra a la crisis de Nicaragua. Varios de quienes asistimos regularmente a foros en América latina decíamos "ok, hablemos de Venezuela, pero también de lo que está pasando en Nicaragua". Lo que veíamos ahí era la creación de una tormenta perfecta en cámara lenta. El Consejo Permanente de la OEA tardó casi tres meses para una resolución que debió haber sacado antes. Y lo que ayudó mucho fue la constitución del Grupo de Lima, que ha tenido un liderazgo importante de Chile durante la anterior administración de Michelle Bachelet, en el caso de Venezuela, como bajo el Gobierno de Sebastián Piñera para el caso particular de Nicaragua. Al haber tenido como base a estos países del Grupo de Lima, fue más fácil poder avanzar un poco más rápido. Pero con todo esto no alcanza. Ahora hay que escalar este tema y subirlo a nivel no necesariamente de la aplicación de la Carta Democrática Interamericana para expulsar a Nicaragua, sino que buscar una reunión extraordinaria de cancilleres que logre la aplicación de una batería de medidas muy concretas.

- ¿Existe algún otro formato de presión sobre Nicaragua?

- Están las sanciones que puedan aplicar los países en particular, como es el caso de Estados Unidos, que ya lo ha venido haciendo, por ejemplo, con el jefe de la Policía y otras autoridades importantes. Articular ese frente internacional, en el que la OEA pueda llevar un liderazgo, junto a Estados Unidos, será muy significativo. Lo que tenemos que aprender de Venezuela es que, a punta de presión internacional, este tipo de crisis no se resuelve. Hay que acompañarla de una ofensiva muy importante en el ámbito nacional. La oposición debe mantenerse unida y no prestarse a la violencia asesina de Ortega.

- ¿Qué le parece el papel que está jugando Chile en esta crisis?

- Me parece que durante el anterior Gobierno y este ese papel ha sido estupendo. Realmente Chile es uno de los países que más consistente ha sido en su política exterior en la defensa clara de la democracia y los derechos humanos, así como de buscar una solución negociada. Chile acompañó el diálogo en República Dominicana por el caso de Venezuela, y sus posiciones en el ámbito interamericano están en la nueva declaración de la OEA. Y son medidas que lo ponen como un país que lidera la defensa de la democracia y los derechos humanos.

- ¿Dónde debería apuntar una posible propuesta de solución?

- Creo que se debe poner fin a la violencia y represión y desarmar a los paramilitares, para lo que se necesita al Ejército. También se deben investigar los crímenes perpetrados y acordar una fecha para elecciones con todas las garantías.

Fuente: El Mercurio de Valparaíso