Opinión

Los Chalecos Amarillos: Revolucionarios del siglo XXI

Los Chalecos Amarillos
Los Revolucionarios del siglo XXI

La revuelta de los chalecos amarillos que se desencadenó con el aumento de las tasas de la gasolina, paso de un área económico-social a un área política. Ellos, incriminaron al poder ejecutivo y al Presidente Macron como responsables de la precariedad de sus situaciones, pero también culpen el poder legislativo, ya que ellos proponen una designación de asamblea representativa y supresión del senado.

Esa desconfianza popular se concretiza también con otros medios de representación del pueblo, como lo son los sindicatos y la prensa. Sin embargo, estas protestas no son más que la concretización de que el pueblo Francés desea más democracia y descentralización.

De la misma manera que los “Sans-culotte” franceses de la Revolución del 1789, los llamados Chalecos amarillos pertenecen a la clase media popular, y buscan participar más en la democracia, con menos centralización del poder y más democracia directa.
Esa idea esta concretizada por el historiador francés Patrice Gueniffey en su libro “Essai sur la violence révolutionnaire: “La oferta revolucionaria se alimentó en 1789 con la denuncia de la separación del poder con la gente “. El revolucionario Francés Robespierre lo entendió el primero y representó la unidad del poder y del pueblo en una misma persona. Sin embargo, esto terminó con los capítulos de “La terreur”, la “Grande terreur” y la Caída del “Incorruptible el 9 thermidor”, donde la gente del Tiers États “Los que podrían ser llamados los Chalecos amarillos del pasado” lo apoyaron, pero finalmente el mismo revolucionario terminó acabando con ellos y sus ideales.

Es imposible tener una democracia directa pura, pero es razonable poder expresar los deseos del pueblo a nuestros gobernantes. Sin embargo, el “Grand debate” instalado por el Presidente Macron, es una oportunidad histórica según el crédito que los responsables políticos le dan.

Para devolver la palabra al pueblo, el poder ejecutivo francés organizó un gran debate nacional (Reuniones públicas entre el presidente o representantes y alcaldes para crear un vínculo entre las dos extremidades). A pesar de ello, algunos chalecos amarillos se niegan a participar, considerando esas reuniones como una táctica de política hábil, más que un interés real hacia el pueblo. Ellos quieren un poder horizontal y no vertical, lo que no nos debería sorprender, ya que reiteradas veces culparon al Presidente Macron de estar en su torre de marfil.

Dos opciones se presentan: O el presidente se interesa realmente de los intereses de la población y las incluye en su plan político, o solo buscará mejorar su imagen, lo que lo alejara del rol de árbitro que requiere su función. Si se tiene que pensar de nuevo en el Estado y el Estado Providencia, hay que liberalizar el funcionamiento democrático, dado que ambos están atados y nos es necesario escribir una nueva Constitución.
Sin embargo, es tiempo ahora para Francia de descentralizar sus poderes y de dar a las colectividades territoriales más autonomía y responsabilidad, ya que de esta forma será más fácil para el pueblo expresar sus reclamos y combatir la crisis de representación política. Y si ese modelo de regiones poderosas y eficaces, funcionan, Francia podría tomar el leadership para implementar esa organización política al nivel europeo.

Francia está en un punto de inflexión en la historia, y se encuentra al frente del mismo desafío ya conocido. ¿Elegirá un poder central fuerte tipo jacobinismo como durante la Revolución francesa del 1794/1794, o cambiara literalmente para hacer caso a Tocqueville y permitir el descentralismo?