Opinión

Los desafíos de Pedro Castillo como presidente del Perú

Daniel Zovatto, director del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA Internacional) en América Latina y el Caribe, señaló días atrás que Pedro Castillo es un “presidente sobreviviente” cuyo gobierno despega entre “las peores condiciones”.

En una entrevista con CNN en español, el politólogo y jurista agregó que el triunfo del líder de Perú Libre significa un “fenómeno” ante el descontento de los peruanos con sus políticos.

El maestro rural de izquierda juró este miércoles 28 de julio como nuevo presidente de Perú en una solemne ceremonia en el Congreso en Lima, en el día del bicentenario de la Independencia.

Vestido con traje andino negro con bordados y su clásico sombrero blanco de copa alta de Cajamarca, acudió caminando de la mano de su esposa, Lilia Paredes, al Parlamento desde el Palacio de Torre Tagle, la sede de la cancillería, distante a cuatro cuadras.

Pedro Castillo llega a la presidencia del Perú en las peores condiciones y en un contexto tremendamente adverso”, reseñó Zovatto. “Todos los expresidentes (peruanos) están procesados, fugados o enjuiciados. Hay una brutal corrupción”, añadió.

El nuevo presidente peruano nació en Puña, un pueblo del distrito de Chota, en la región norteña de Cajamarca, donde es maestro de una escuela rural desde hace 24 años. Su triunfo ha sido “un fenómeno” producto del “profundo desorden político, agravado por la pandemia”, reseñó el funcionario de IDEA.

En su primer mensaje a la nación, Pedro Castillo anunció que enviará al Congreso un proyecto para reformar la Constitución y que no dirigirá al país desde el Palacio de Pizarro, la casa de gobierno, pues planea convertirlo en un museo, y que al término de su mandato retomará sus “labores docentes de siempre”.

Su asunción ocurre en medio de la esperanza de millares de compatriotas, pero también inquietud del sector privado y buena parte de peruanos que temen un brusco giro hacia el socialismo luego de tres décadas de políticas liberales.

Fuente: La República