Opinión

Chile regresa al barrio

Michael Reid, columnista reconocido de The Economist, comentaba en una actividad post-estallido que Chile, a pesar de su notable progreso en las últimas décadas, seguía siendo un país de América Latina.

Por su parte, una alta ejecutiva del sector energía, en un seminario del Centro de Estudios Internacionales UC, decía que “antes confiábamos ciegamente en Chile y el riesgo político no era tema en las decisiones de inversión. Ahora seguimos confiando como el país más estable de la región, pero con mucho mayor cautela ”. La frase resumía a Chile en ojos del inversionista extranjero: un país que sigue siendo el más estable y confiable de la región, pero con luz amarilla ante la mayor incertidumbre política.

¿Cómo podemos calificar a Chile estos últimos años? Probablemente, como ese alumno “mateo” que se ha ido durmiendo en los laureles. Sigue siendo capaz, pero estudia y se prepara menos que antes.

El país continúa en los puestos de avanzada en percepción de corrupción en la región, exhibe los mejores niveles de transparencia legislativa y recientemente fue calificado por Bloomberg como el más atractivo para invertir en energías renovables. No tenemos un Poder Judicial ni un tribunal electoral capturados, los niveles de informalidad laboral son significativamente más bajos que el promedio regional y lideramos en indicadores de desarrollo humano. En gestión sanitaria, la disponibilidad de vacunas ha sido ejemplar, incluso a nivel mundial.

Entonces, más que la foto, lo preocupante de Chile es la tendencia. Así lo hacen ver, en duros términos, el Índice de Libertad Económica del Fraser Institute y la encuesta CEP publicada ayer. Con datos de 2019, Chile bajó 15 puestos: pasó en “tamaño del Gobierno” del lugar 19° al 31°; en “estructura legal y seguridad de la propiedad privada” del puesto 27° al 32°; y en “comercio internacional”, aunque moderado, también baja dos escalones. En tanto, la CEP revela un nuevo mazazo a la democracia chilena: más de un 80% creo que funciona regular, mal o muy mal.

¿Quién hubiese imaginado hace pocos años que el Congreso recurriría a una triquiñuela jurídica para burlar la iniciativa exclusiva del Presidente de la República en ciertas materias legales? ¿O que parlamentarios avanzarían en un nuevo royalty minero sin tener facultades para ello? Si la iniciativa exclusiva era clave para la estabilidad y certeza jurídica en los negocios, una parte del Congreso está empeñada en pulverizarla.

En otro plano, el país decide detener su exitosa trayectoria comercial al no aprobar el TPP-11, sobre la base de mitos y noticias falsas; y en el pasado, un grupo de honorables acusa constitucionalmente a tres ministros de la Corte Suprema por notable abandono de deberes al no estar de acuerdo frente a una sentencia por derechos humanos, constituyendo una intromisión del poder político al judicial.

Todos estos hechos, al final del día, dan cuenta de un síntoma mayor: el acelerado deterioro de la política en Chile los últimos años. Un deterioro que, de no ponerse atajo, puede derivar en una descomposición institucional mayor.

Esta es de aquellas columnas incómodas. Mucho más atractivo sería escribir sobre cómo Chile podría alcanzar el desarrollo, discurso que nos entusiasmó hace una década. Pero hoy la realidad es otra, y nos recuerda, como decía país Reid, que Chile sigue siendo un de Latinoamérica. Con todo lo bueno, pero poco a poco también con lo malo.

Fuente: Diario Financiero