Opinión

El multilateralismo: una responsabilidad de la política exterior

Avanzar hacia reformas estructurales del sistema multilateral sigue siendo un objetivo difícil de concretar. Una mirada de los acontecimientos de 2022 evidencia que no hay condiciones para materializar una era de cambios.

Solo dos hechos conviene mencionar al reflexionar en torno a los desafíos: la pandemia y la invasión a Ucrania.

El Covid 19 tuvo un impacto en el sistema internacional. Ello se ha dado en un escenario de déficits sistémicos, políticos y económicos, acumulados. Hubo una respuesta inicial individualizada de los países, a partir de una amenaza común. Se planteo una suerte de proteccionismo pandémico. La magnitud del Covid-19 abrió espacios a nuevas formas de cooperación. Allí la Organización Mundial de la Salud tuvo un liderazgo reconocido, advirtiéndose la necesidad de fortalecer la gobernanza de bienes públicos globales.

Esta experiencia hizo pensar que la cooperación sanitaria podía profundizar una noción de interés colectivo. La realidad mostró que las tensiones entre actores principales reducen la capacidad de respuesta global.

Por otra parte, la invasión a Ucrania ha sido un obstáculo mayor para la aplicación de las reglas de un sistema internacional, respecto de la observancia del derecho internacional y de los mecanismos de seguridad colectiva, contenidos en la Carta de las Naciones Unidas. Estos requieren del consenso de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (CS), lo que en esta crisis no parece posible. Las condiciones centrales para una reforma son mínimas o, simplemente, inexistentes. Ello a pesar de que una mayoría de países aprobaron resoluciones en la Asamblea General sobre Ucrania, que dan cuenta del valor que asignan a instituciones del orden global, independientemente de la necesidad de revisión de estas normas, para atender los actuales equilibrios globales.

La debilidad del sistema multilateral para responder a serios problemas de la comunidad internacional, la emergencia de nuevos actores -estatales y no gubernamentales-, la creación de diferentes asociatividades y la incidencia de bloques regionales, muestran la necesidad de cambios drásticos.

La respuesta limitada de Naciones Unidas es muy compleja. Preocupa la reducción de la legitimidad democrática. Las dificultades para reformar el CS es una limitación para una participación equitativa de actores que representan equilibrios contemporáneos reales.

Para fortalecer el multilateralismo debemos asumir que un nuevo marco de cooperación es necesario: reafirmar el respeto de los DD.HH. y estándares democráticos, es imperativo; generar mayor legitimidad de los procesos decisorios; reconocer el poder de las potencias emergentes; la interdependencia temática; el vínculo entre ciencia, tecnología, innovación y relaciones internacionales; y el respeto de normas básicas de libertad de comercio.

Chile en este escenario de incertidumbres y reformas ha definido el multilateralismo como una prioridad de política exterior. Esto implica reafirmar principios ordenadores y valores universales. Como sociedad debemos contribuir al desarrollo sostenible y a enfrentar el cambio climático, a partir de una autonomía efectiva.

La diplomacia chilena tiene experiencia multilateral. Ello se ha hecho a partir de una acción que ha permitido un posicionamiento internacional y una activa acción regional, que es imperativo asumir más allá de las afinidades ideológicas.

Fuente: La Tercera