Opinión

Cambio esperado (e inevitable) en Cancillería

Lo que parecía esperado e inevitable, la salida de la ministra de Relaciones Exteriores, Antonia Urrejola, finalmente constituyó la única modificación relevante del último cambio del gabinete ministerial.

Cambio de magnitud, ya que no sólo significó la salida de la ministra Urrejola, sino que también de los dos subsecretarios de esa cartera, muestra de una evaluación sobre el grado de compromiso a la política exterior e imagen de Chile que esa mala conducción implicaba.

Se ha designado como nuevo ministro de Relaciones Exteriores a Alberto van Klaveren, cuya experiencia y trayectoria permite augurar una rectificación profunda en la gestión de la Cancillería y de la política exterior del Presidente Boric.

En efecto, el desafío del nuevo canciller no solamente está en el mejoramiento de una gestión evidentemente deteriorada, sino también en rectificar los lineamientos de la política exterior del Gobierno donde, en particular en relación con América Latina, se han presentado nebulosas y ambigüedades alejadas de nuestra tradicional política exterior de Estado y más cercanas a las políticas de la izquierda latinoamericana reunida en el denominado Grupo de Puebla.

En efecto, si bien la firme denuncia de la violación de los derechos humanos por la dictadura de Ortega en Nicaragua y el claro rechazo a la agresión de Rusia a Ucrania por parte del Gobierno chileno responden a esa tradicional política de Estado, las ambigüedades en la defensa de la democracia representativa en la región y, en particular, la falta de apoyo y crítica al gobierno institucional peruano y la cautelosa posición frente a la dictadura venezolana aparecen más en sintonía con las posiciones de la izquierda latinoamericana.

En este contexto, aún más grave aparece la falta de reacción del Gobierno chileno frente a la negativa del Presidente López Obrador de México de entregar la presidencia Pro Tempore de la Alianza del Pacífico a Perú, calificando al gobierno de la Presidente Boluarte como espurio, posición que está politizando y dañando el funcionamiento del único esquema de integración en la región realmente exitoso, con grave detrimento del interés nacional.

Por otro lado, aparece como otro desafío del canciller abandonar decididamente las ambigüedades frente a una clara adhesión de nuestro país a la libertad de comercio y la apertura al exterior, manifestadas en la tormentosa aprobación del Acuerdo TPP11, donde aparece pendiente que el Ejecutivo envíe, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 54.1 de la Constitución Política de la República, las “side letters” celebradas por el Gobierno. Esto no sólo para cumplir con una obligación constitucional, sino también porque el país necesita que se transparente su exacto contenido y efectos de los compromisos contraídos.

Por último, la nueva conducción de la Cancillería tiene el gran desafío de obtener la aceptación de Bolivia de los ciudadanos extranjeros ingresados a Chile por su territorio. Dicho país vecino no puede permanecer indiferente a un problema creado por su falta de adopción de medidas de control frente a la migración en tránsito a Chile.

Una tarea difícil para un Canciller experimentado.

Fuente: Diario Financiero