Opinión

2048, a la vuelta de la esquina

Desde siempre los chilenos hemos expresado nuestra vocación antártica de muchas maneras. Incluso antes de los días del Piloto Pardo, ya en el siglo XIX se consideraba nuestra presencia como parte esencial de nuestra identidad latinoamericana, país volcado al Pacífico y un destino íntimamente ligado a la Antártica. Nuestro futuro en el mundo depende de tener claros estos pilares, los que se construyen desde la complejidad de nuestro lugar estratégico en el mundo.

El continente helado se rige por el Tratado de Washington de 1959, el cual está vigente desde dos años después. En virtud de ese instrumento jurídico internacional todas las reclamaciones de los países sobre el territorio antártico se tienen por congeladas desde esa fecha. Además, se prohíbe el armamento y la guerra en el continente, lo que incluye la explotación industrial de los recursos naturales que se encuentren. Es un lugar dedicado a la paz mundial. Este tratado entrará en revisión el año 2048, pero las partes signatarias (Chile incluido) podrán solicitar modificaciones al actual texto. El peligro está en que algunas de las potencias signatarias puedan en su minuto tratar, por intereses del momento, intentar la explotación de recursos naturales, imponer sus reclamaciones territoriales por sobre las legítimas reclamaciones de otros, y de paso, que se altere la paz.

Por lo pronto, la prioridad central para Chile es una política antártica que se modernice, discuta y reflexione a todo nivel de la ciudadanía. Si bien tenemos una conciencia antártica, ésta debe salir del Ministerio de Relaciones Exteriores, las universidades o la Región de Magallanes y Antártica chilena. Debe cruzar a todo el Estado y la ciudadanía. Debe ser motivo de conversación y estudio en los colegios, centros de estudios, universidades, medios de comunicación y en la propia calle. Nuestros operadores antárticos, fundamentalmente las Fuerzas Armadas y el Instituto Antártico Chileno (INACH), deben contar con todos los medios para cumplir su tarea. De hecho, la misión es aún más grande. Necesitamos una política de Estado que tenga una institucionalidad robusta. De lo contrario, mañana lo podremos lamentar.

Fuente: La Tercera