SANTIAGO DE CHILE.- El resultado fue contundente. El 62% de los más de 13 millones de chilenos que acudieron a las urnas manifestaron de manera tajante que no estaban de acuerdo con la redacción de la nueva Constitución política. Estos números no estaban ni en los análisis más optimistas de los sectores del rechazo y prácticamente ninguna encuestadora pudo anticipar una diferencia tan abultada entre una y otra opción.
De hecho, y con una participación histórica debido a la obligatoriedad del voto, la opción del rechazo no solo ganó en todas las regiones sino que lo hizo también en prácticamente todas las comunas del país dando cuenta de la transversalidad de la negativa a la nueva Constitución, uniendo votantes de todos los sectores sociales, geográficos y políticos.
Durante la noche del domingo, después de conocerse los números finales, había una palabra que protagonizaba las declaraciones de los funcionarios trasandinos a lo largo de todo el espectro ideológico: la moderación.
Para muchos, el rechazo a la nueva Constitución fue la visibilización de una ciudadanía que quería, y sigue queriendo, una nueva Carta Magna que abandone aquel texto redactado durante la dictadura de Augusto Pinochet, pero, de acuerdo con declaraciones, “no a cualquier costo”. Incluso, una de los grandes consensos que se mantienen en Chile hoy en día es que la Ley Fundamental vigente ya no goza de legitimidad. Pero eso no es motivo suficiente para aprobar una nueva Constitución cuyo texto provoca todo tipo de emociones. Y, entre ellos, miedo e incertidumbre.
En ese sentido, “el triunfo del Rechazo fue una derrota para experimentos refundacionales en Chile. La sociedad chilena quiere cambios, pero no proyectos radicales. El trabajo de la Convención y su propuesta de texto no interpretó a una amplia mayoría del país, al contrario, sólo contribuyó a dividir más a una sociedad chilena que ya venía fracturada. A eso se suma el bajo nivel de aprobación de un gobierno que puso su capital político en el Apruebo y que hoy es resentido en la sociedad por su manejo de la seguridad y la economía. La etapa que comienza hoy debiera tender hacia la moderación y la búsqueda de acuerdos, una discusión que deja atrás la lógica 'blanco-negro' para pasar a una discusión de grises. Todas las reformas a la nueva Constitución debieran tener el sello de la moderación y la clase política debe sacar esa lección de los resultados del domingo", manifestó Jorge Sahd, director del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile.
Sin embargo, la victoria del rechazo tampoco genera ningún tipo de certezas, sino que, por el contrario, prácticamente retrotrae a foja cero el debate sobre el modelo de país que Chile busca. Y eso abre la puerta a otro interrogante vinculado con el futuro político del país: cómo seguir.
Chile hoy se encuentra en una encrucijada entre un modelo de Estado privatista y subsidiario que data de las décadas de los '70 y '80 que ya no convence a la mayoría, y una visión del futuro que carece de consensos mínimos para avanzar. Y en ese limbo debe moverse no solo una sociedad expectante sino también un gobierno que asumió el poder hace tan solo 6 meses y cuya gestión ha estado completamente atravesada por el plebiscito del domingo.
Sin dudas, la aplastante victoria del rechazo afectará de manera categórica al presidente Gabriel Boric quien desarrolló la plataforma de campaña que lo llevó a la presidencia en diciembre 2021 completamente sustentada en el nuevo texto constitucional que el domingo fue rechazado.
¿Cómo podrá el presidente avanzar hacia la eliminación de los fondos privados de pensiones mientras la Carta Magna vigente reconozca un Estado subsidiario que debe asegurar ganancias a las empresas que proveen servicios? ¿Cómo ampliará la educación pública sin una Constitución que defienda un Estado social de derecho? ¿Cuál será el margen de maniobra de un mandatario que tenía una agenda ambiciosamente progresista bajo un esquema de Estado diseñado durante la etapa de Augusto Pinochet?
Por eso, el llamado al diálogo, a la unidad nacional y a continuar el proceso constituyente con el acuerdo del Congreso fue una estrategia fundamental de un presidente obligado a hacer una profunda autocrítica.
Los resultados del domingo demuestran que la mirada maximalista que buscaba refundar Chile estaba completamente sobre representada y demasiado amplificada en la arena pública pero no representaba a una mayoría silenciosa que estaba en desacuerdo con el rumbo que el país tomaba, pero no se sentía abiertamente cómoda para expresarlo.
Es en este punto que la moderación vuelve a tomar una relevancia central para escuchar a esa ciudadanía que no estuvo de acuerdo con erradicar los cimientos del país y entre otros aspectos, transformar a Chile en un Estado plurinacional que abandone la forma unitaria y elimine una cámara del Congreso.
Por eso, y con el fin de darle continuidad al proceso constituyente, Boric se reunió con los presidentes de la Cámara de Diputados y de Senadores para trazar un plan de acción que permita destrabar las negociaciones y avanzar hacia un nuevo itinerario que le dé a Chile, por fin, un texto constitucional que unifique al país.
Sin embargo, ¿cómo hará el Presidente para negociar en el Poder Legislativo con solamente 25% de bancas propias en la Cámara de Diputados y solamente 10% en el Senado? ¿Cómo podrán las distintas fuerzas políticas consensuar una posición que incluya a todos? ¿Cuál será el rol del Congreso en este nuevo diseño constitucional dado que los legisladores tampoco gozan de buena imagen?
Continuar el proceso constituyente es algo prácticamente seguro. Sin embargo, esto nos abre un nuevo interrogante: Chile ya lleva casi 3 años en un contexto de discusión política. ¿Cómo podrá la dirigencia mantener el interés de la ciudadanía que espera definiciones contundentes que le permita avanzar?
Fuente: El Economista