Klaus Schwab, Presidente del Foro Económico Mundial (WEF) describió “la cuarta revolución industrial” en enero del 2016: “We stand on the brink of a technological revolution that will fundamentally alter the way we live, work and relate to one and other. In this scale, scope and complexity, the transformation will be unlike anything humankind has experienced before”.
Compartir los términos descritos por la máxima autoridad del Foro Económico Mundial respecto de la revolución tecnológica en curso, invita a adentrarse en una historia que comenzó hace millones de años en este mismo hábitat, cuyo impulso transformador alcanzó a todas las dimensiones del hombre. Ahora, con el inicio el Tercer Milenio, ocurre algo similar con el desafío global de asimilar un nuevo paradigma que, surgido al amparo de la Globalización, ha traído profundas transformaciones para la vida de las personas y los Estados, producto del posicionamiento de la digitalización como vector comunicacional, principalmente. Con ello se ha aminorado el rol de intermediación de las instituciones más tradicionales, incluida la diplomacia, revelando algún déficit para acometer las necesarias correcciones al sistema y acomodarse de manera expedita a este cambio monumental que “le abre a la vida humana posibilidades que poco tienen que ver con nuestras condiciones y necesidades físicas básicas”. Este crecimiento estructural se extiende en varias direcciones y muestra una tendencia creciente a ir copando más espacios en la sociedad.