El actual contexto político-electoral latinoamericano se caracteriza por un alto nivel de incertidumbre, volatilidad, polarización y tendencias populistas. Además de las graves crisis venezolana y nicaragüense (que parecieran no encontrar de momento una salida democrática y pacífica), hay que poner foco en la tensa situación que afecta a los países del Triangulo Norte, en especial, el recrudecimiento de la crisis en Honduras -a 10 años del golpe de estado de 2009-, el complejo proceso electoral guatemalteco que acaba de culminar, junto a los altos niveles de criminalidad y corrupción, la marcada debilidad institucional, la penetración creciente del narcotráfico y del crimen organizado, el aumento de los flujos migratorios y la constante presión de Trump, y un largo etcétera. A lo anterior, debemos sumarle el complicado arranque de las presidencias de Jair Bolsonaro en Brasil, Andrés Manuel López Obrador en México e Iván Duque en Colombia; la crisis reciente en Paraguay, que estuvo a punto de llevar a juicio político al presidente Mario Abdo Benítez; la arriesgada propuesta del Presidente Martín Vizcarra de adelantar en un año las elecciones generales peruanas, todo ello unido a la grave crisis que afecta a la Argentina, en consecuencia del sorpresivo resultado de las PASO. Como vemos, la región no da tiempo para el aburrimiento.