La sinergia entre Gobernanza y Diplomacia, consustancial a la dinámica de relacionamiento en un mundo global e interconectado, se aprecia como fundamental para mantener el rumbo del cambio por senderos institucionales sólidos. Mientras la primera se ubica como nexo entre autoridad y sociedad, la segunda asume el manejo de los negocios externos del Estado. Para su acoplamiento corresponde atizar una fricción benévola entre las distintas disciplinas para innovar en la implementación de los procesos de cooperación e integración. Se trata de una acción clave para impulsar un enfoque colectivo que pueda garantizar reglas del juego estables, toda vez que las amenazas actuales no conocen fronteras y las demandas superan la perspectiva política y económica de las cosas, lo que motiva un cambio en la manera de gobernar y, por ende, del quehacer diplomático. Hoy se configura un nuevo escenario para el diseño de programas y estrategias de política exterior, donde no caben divisiones de apreciación frente a los lineamientos principales de la agenda si la aspiración es tener reconocimiento e influencia en su contexto; menos, todavía, si existen desavenencias generacionales. ponderar las bondades de la diplomacia de cara al Nuevo Orden Global, que no termina de cuajar y que está apremiado por una emergencia biosocial que incorpora la política al cuerpo y psiquis de los ciudadanos, invita a repasar la concepción integradora del desarrollo humano, pensando en una reformulación de los principios que inspiran a la sociedad contemporánea.