Pirro, un no tan conocido gobernante griego del Siglo IV A.C., se vio enfrentdo, en un ávido intento por hacerse con el control de la Magna Grecia, a un sangriento enfrentamiento con el ejército romano, en lo que se conoce como la Batalla de Ásculo. En ella, y luego de dos largas jornadas de enfrentamientos entre infantes, caballería y elefantes de guerra, Pirro obtuvo la “victoria”, no sin antes exclamar otra victoria como esta y volveré solo a Epiro -o alguna otra de las frases similares que se le atribuye-. Es lo que hoy conocemos como guerras o victorias píricas; aquellos enfrentamientos bélicos en que la victoria se obtiene bajo un costo demasiado grande.