Hoy, los países latinoamericanos viven sus propios procesos, aunque comparten un denominador común: el desplome de los precios del petróleo y las materias primas, caída que ha impactado su crecimiento y finanzas públicas.
Chile hace parte de los países dependientes de los commodities. Siendo una economía abierta, con un arancel efectivo cercano a cero y acuerdos comerciales con 63 economías que representan el 85 por ciento del PIB mundial, tiene una dependencia alta a la exportación de cobre.
La minería en los últimos años le ha aportado cerca del 15 por ciento al PIB de su economía y un 55 por ciento a las exportaciones, equivalentes a unos US$ 40 mil millones el año 2014. Para el Fisco, los ingresos por la actividad minera han llegado a representar un 20 por ciento. Aun así, la economía chilena enfrenta su propia encrucijada, con un precio del cobre por debajo de los US$ 2, Fundamentalmente por la desaceleración de su principal socio comercial: China.
¿Es posible crecer con una baja significativa del precio del cobre? Creemos que sí.
En la década 1986-97, conocida como 'el milagro chileno', la economía del país del sur creció a tasas cercanas al 8 por ciento, con bajos niveles de desempleo, altas tasas de inversión y crecimiento constante de las exportaciones. Las razones detrás de este auge económico -con un precio del cobre bajo- se encontraron en una política comercial chilena activa, reglas del juego claras para el sector privado, y un consenso político que aceptó y perfeccionó la economía social de mercado.
Pero en épocas más recientes llegó el desplome de las materias primas y el petróleo, que debió tomarse como Una oportunidad para impulsar otras industrias con ganancias en productividad. Un ejemplo concreto es la exportación de servicios. Según datos oficiales, al año 2014 solo el 13 por ciento de las exportaciones chilenas correspondió a servicios, fundamentalmente actividades de transportes y turismo.
a calificación de un servicio como exportación depende tanto de aduanas como del servicio de impuestos internos, criterios no siempre coincidentes. Por lo tanto, la recuperación del Impuesto al Valor Agregado (IVA) es incierta para los exportadores de servicios, mientras que para la exportación de bienes es prácticamente automática. Si un país se propone de verdad exportar masivamente 'inteligencia', y no solo materias primas, el Estado cumple un rol esencial en modernizar sus regulaciones y servicios públicos.
Por otro lado, la innovación e inversión en investigación y desarrollo pueden contribuir a la diversificación de la matriz productiva. En ese sentido, Chile ha logrado instalar los conceptos de emprendimiento e innovación en su agenda. Programas como Start-Up Chile, destinado a atraer emprendedores de todos los rincones del mundo para iniciar sus ideas de negocios en Chile, y la Ley de Incentivo Tributario a la Investigación y Desarrollo (I+D), tanto para proyectos propios de la empresa como en asociación con terceros (universidades y centros de investigación), son intentos para incentivar la creación de valor en la economía. Si bien ha habido avances, la inversión en I+D aún no supera el 0,4 por ciento del PIB en comparación con el 2,5 por ciento del PIB, en promedio, de los países de la Ocde.
Asimismo, la relación universidad-empresa sigue siendo tímida, la transferencia tecnológica es escasa y pocas compañías ven la innovación como un elemento estratégico para ser más competitivas.
Finalmente, la commoditie-dependencia puede ser atenuada con los esfuerzos de integración económica, para promover las exportaciones no tradicionales de productos. Chile inició el proceso de apertura comercial a fines de la década de los 70 y hoy exhibe 24 acuerdos comerciales con economías que representan más del 60 por ciento de la población global. Países como Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Australia hacen parte de los socios comerciales del país. Recientemente, Chile suscribió el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) junto a otros 11 países que, en su conjunto, representan el 40 por ciento del comercio mundial. El acuerdo ampliará los productos con arancel cero, permitirá la acumulación de origen y que un órgano imparcial resuelva problemas como barreras paraarancelarias que impidan el acceso a nuevos mercados.
Pecaríamos de ingenuos si pretendemos que los países latinoamericanos dejen de depender de sus materias primas de un día para otro, pero ya sabemos que la fiesta de los commodities está llegando a su fin. Sería bueno, al menos, que vayamos preparando a otros para que pongan la música.
Fuente: Portafolio Colombia