Opinión

Todos los caminos conducen a Asia-Pacífico

Jorge Sahd

El célebre dicho "todos los caminos conducen a Roma" nos recuerda el poderío del Imperio Romano y su extraordinaria red de caminos que unían a Roma con las zonas más lejanas del Imperio. Los tiempos han cambiado desde el Imperio, qué duda cabe. Hoy el mundo se globalizó, el progreso nos permite llegar a cualquier rincón del planeta y la movilidad de personas, bienes y capitales pasa a ser un dato más.

Para Chile , Asia-Pacífico es un camino cada vez más estratégico. El comercio con esa zona duplica al de América del Norte, China es nuestro principal socio comercial y contamos con acuerdos bilaterales con sus economías más importantes. A nivel multilateral, el país forma parte de la APEC, será su anfitrión el 2019 y es un activo promotor del libre comercio y reglas claras en todas las negociaciones.

Por eso la importancia del encuentro convocado por Chile la semana pasada, como presidente protempore de la Alianza del Pacífico, que incluyó a todos los países signatarios del Acuerdo Transpacífico (TPP), más China y Corea del Sur. La participación de EE.UU. demostró, además, que la lógica del sistema de comercio mundial no se cambiará de la noche a la mañana y que difícilmente el país norteamericano se restará de las instancias donde tradicionalmente ha participado.

Los posibles caminos son variados. Quizás el menos factible es un TPP liderado por China, que tiene tareas pendientes en materias de propiedad intelectual y de subsidios a empresas del Estado que la ubican bajo el estándar del TPP. Además, no sabemos si países como Japón tendrían el mismo entusiasmo de participar en un TPP liderado por China. Sin embargo, la figura de estados asociados a la Alianza del Pacífico, la creación de una zona de libre comercio de la APEC (FTAAP) o, en menor medida, la incorporación a las negociaciones de la Asociación Económica Regional Integral (RCEP), compuesta por países como China, India y del sudeste asiático, son distintas alternativas de integración.

Más allá del camino, lo relevante es que los países se hagan cargo de temas fundamentales. Primero, cómo lograr recuperar el dinamismo del comercio en un contexto de bajos precios de los commodities . Un aspecto fundamental es la batalla contra el proteccionismo, hoy más sofisticado a través de barreras no arancelarias impuestas por regulaciones y medidas administrativas de carácter local. Bien hacen los países de la Alianza al anunciar que en los próximos meses habrá dedicación especial a este tipo de restricciones.

Lo segundo es cómo queremos potenciar la Alianza del Pacífico. En su conjunto, México, Colombia, Perú y Chile son la octava economía del mundo y representan alrededor del 40% del PIB de América Latina y el Caribe. Sin duda, su fuerza negociadora como bloque es mucho mayor que individualmente. Si junto a una acción más coordinada, los países de la Alianza ponen el foco en dos o tres acciones concretas, como facilitar el comercio de servicios entre los países, lograr una mayor integración financiera y simplificar regulaciones para promover inversiones conjuntas en infraestructura, podremos tener una Alianza más robusta y con mejores índices de intercambio e inversión.

Para que los caminos conduzcan al Asia-Pacífico se requerirá, finalmente, realismo político. La lección que nos deja el TPP es que el apoyo al libre comercio no es incondicional. Eso exigirá, por una parte, comunicar más los beneficios concretos de la globalización y, por otra, renovar la confianza pública en las negociaciones comerciales.