Opinión

Los miedos de América Latina

La imagen fue conmovedora. Un puñado de profesionales venezolanos que trabajan en un restorán de Santiago abrazaban con lágrimas al alcalde de Caracas y exiliado político, Antonio Ledezma. El alcalde, al igual que el premio Nobel Mario Vargas Llosa, los expresidentes de Costa Rica y Bolivia, y el canciller Ampuero, entre otros, reflexionaban en la UC sobre populismo y democracia en América Latina, su situación actual y proyección futura.

Anticipar la dirección que tomará América Latina no es fácil. La reconfiguración del mapa político parece responder a los tradicionales ciclos que ha tenido la región, donde el péndulo va transitando de izquierda a derecha. Un número importante de países enfrentarán elecciones presidenciales de acá al 2019, con proyectos políticos radicalmente distintos.

Por ejemplo, el futuro de un México golpeado por la corrupción, la violencia y las tensas negociaciones comerciales con EEUU, será muy distinto si López Obrador llega al poder o si lo hace el candidato del PAN, Ricardo Anaya. Brasil se debate entre el anuncio de la candidatura de Lula desde la cárcel y un alto número de contendores, poco dispuestos a impulsar las reformas impopulares -pero necesarias- que requiere ese país. La implementación del proceso de paz en Colombia está supeditada a quién será su próximo presidente. Argentina sigue intentando “ordenar la casa”, con un costo político que podría comprometer la aspiraciones de Macri el 2019.

Venezuela merece un párrafo aparte. La inflación proyectada para este año es de 13.000% (sí, leyó bien), el desabastecimiento es total y el Estado de derecho hace mucho tiempo desapareció. El otrora próspero Venezuela se ha convertido en un Estado fallido, sin democracia, con niveles de corrupción cada vez mayores y una crisis humanitaria insostenible. Frente a las dificultades de la OEA de invocar la Carta Democrática por la falta de votos suficientes, la acción del Grupo de Lima parece fundamental para buscar una salida a la crisis. La consiga es aferrarse al poder a como dé lugar, por lo que la presión internacional debe ser más decidida y enérgica. De lo contrario, los sueños de retorno de los millones de venezolanos que han debido dejar su país seguirán esperando.

El escenario político de la región se cruza con un alto nivel de desconfianza en las instituciones públicas. Los mayores niveles de transparencia, una sociedad civil más organizada y los indicios de poderes judiciales más independientes han puesto la corrupción en el centro del debate. Prácticas opacas del pasado hoy son conocidas y rechazadas, creando la percepción de que la corrupción ha aumentado. La desconfianza ha salpicado a la democracia, donde los grados de insatisfacción vienen aumentando sostenidamente desde el año 2009, llegando a un 65% según Latinobarómetro.

La mezcla de esta desconfianza y debilidad institucional es terreno fértil para el surgimiento de populismos. Francis Fukuyama señalaba que la vulnerabilidad de las clases medias, la creciente debilidad de las democracias y las inseguridades provocadas por una inmigración desbordada explican la expansión del populismo. Sociedades enrabiadas, inseguras y con miedos frente al futuro miran con mayor simpatía a ese “protector” que ofrece la tierra prometida a través de políticas populares, pero insostenibles en el tiempo. De ahí que el proteccionismo surge como uno de los principales riesgos globales y que candidatos populistas toman mayor fuerza en Latinoamérica.

Nuestras autoridades se enfrentarán a este panorama de incertidumbres. Las primeras definiciones del canciller respecto de la política exterior en la región van en la dirección correcta. Un renovado compromiso con América Latina, los acercamientos con Argentina y Brasil y la condena más enérgica contra el régimen de Venezuela son señales positivas. Si estos avances se transforman en acciones concretas y Chile asume un liderazgo en el fortalecimiento regional, sin duda marcará un sello en esta administración.

Fuente: Diario Financiero