“Creo que vamos hacia la democracia liberal, vamos a abrir la economía, simplificar impuestos, privatizar empresas públicas”. La frase de Paulo Guedes, flamante ministro de Economía de Brasil y fiel admirador del modelo económico chileno, resume el plan económico del nuevo gobierno bresileño. Si en el pasado fueron reformas impulsadas en Chile por los llamados Chicago Boys, hoy la tarea la asume un nuevo grupo en un contexto democrático: los Chicago Oldies de Jair Bolsonaro.
Este nuevo grupo, ¿actúa por necesidad o convicción? Por ambas.
Necesidad, por la insostenible situación fiscal de Brasil. Con una deuda pública cercana al 80% del PIB y un déficit fiscal de 8%, las nuevas autoridades no tienen otra opción que contener el gasto y allegar nuevos recursos de manera urgente. Culpables de la situación actual hay muchos: gobiernos irresponsables en el manejo de las arcas fiscales, corrupción, clientelismo. Pero hay uno de carácter estructural: el sistema de pensiones, que representa cerca de un tercio del gasto público y permite a muchos jubilar a los 55 años recibiendo el 70% del último sueldo para el resto de la vida. Condiciones soñadas para los brasileños, pero inviables fiscalmente.
Reformar la pesada mochila de las pensiones es urgente y así lo entienden Bolsonaro y sus Chicago Oldies. La disminución del número de ministerios, la reducción de burocracia innecesaria y el plan de privatizaciones buscan generar recursos adicionales que el gobierno necesita. Parece no haber otra opción para un Estado asfixiado y una economía que viene saliendo de una larga recesión.
Pero también hay convicción en las medidas. En su discurso, el plenipotenciario ministro de Economía —que hoy concentra las carteras de Finanzas, Planificación e Industria— reiteró su admiración por las ideas de la economía liberal y la necesidad de implementar reformas profundas. Si la idea preeminente en Brasil era un mayor gasto público para aumentar las prestaciones sociales, el discurso actual es el mercado como motor para reanimar la deprimida economía brasileña y generar mayor bienestar.
La pregunta de fondo es: ¿podrá Brasil replicar el llamado “milagro chileno” en un contexto democrático? Lo decía Frederik Hayek en su visita a Chile en la década de los 70, como lo reseña el CEP: “Debe haber un gobierno que está dispuesto a sacar adelante al país sin complejos, compromisos de popularidad o expectativas políticas (...) Este costo es un mal necesario que rápidamente se va a superar”.
Chile abrió su economía, liberalizó mercados y llevó adelante con éxito sus reformas económicas. Pero lo hizo bajo un régimen autoritario, donde no había que negociar con un Congreso, no existía una sociedad civil movilizada ni un grupo opositor ampliamente desplegado en el aparato estatal. Las reformas de Brasil, en especial la de pensiones, pueden costar “sangre, sudor y lágrimas”. Se afectarán intereses de millones de brasileños y habrá que convencer a un Congreso altamente fragmentado, con fuerte presencia aún del Partido de los Trabajadores.
¿Puede tener éxito, entonces, la fórmula chilena en un gobierno que requiere los votos en el Congreso y cuya luna de miel con el electorado puede mostrar sus primeras grietas con reformas dolorosas, pero necesarias como la de pensiones?
Los Chicagos Oldies de Bolsonaro tienen un tremendo desafío por delante en un país históricamente complejo. Si logran tener éxito, habrán cambiado el paradigma predominante no sólo en Brasil, sino en toda la región.
Fuente: Diario Financiero