Quien era en esa época el negociador jefe por parte del gobierno de Juan Manuel Santos tenía recuerdos positivos de un proceso similar. En 1991 había sido representante del Presidente Cesar Gaviria en la Asamblea Constituyente, nacida precisamente de un plebiscito en el que la mayoría de los colombianos votó Sí a una nueva Constitución.
“Lo que se buscó fue una mayor democracia. Pero la clave fue el deseo de consenso. Todas las corrientes iban con un propósito de consenso. Sobre esto se construyó la nueva Constitución, más abierta, más pluralista, con menos presidencialismo y con mayor control sobre la fuerza pública”, explica hoy a “El Mercurio”, ad portas del plebiscito por una nueva Constitución que se realizará en Chile.
Quizás por ese recuerdo es que reconoce que nunca esperó que, en octubre de 2016, por una estrecha mayoría (50,21% - 48,78%), se impusiera el No a los acuerdos con la guerrilla. “La sociedad se dividió por mitades. Ahí comenzó un enorme fanatismo, una ferocidad muy agria entre los colombianos, recrudecida por las redes sociales”, recuerda quien fuera uno de los principales rostros del Sí.
Por estos mismos días, en la vereda del frente estaba Edward Rodríguez, representante más votado y uno de los líderes más influyentes del partido Centro Democrático, del expresidente y mayor opositor al acuerdo, Álvaro Uribe Vélez.
Él considera que el plebiscito “fue un capricho del Presidente, que trató de imponer una visión, de utilizar todo el Estado, toda la institucionalidad, todas las fuerzas mediáticas para que los colombianos se enamoraran de un proceso. Lo utilizó mucho como herramienta política y no como herramienta para unificar criterios”.
Recuerda Rodríguez que su sector hizo una campaña “sin un peso”. ¿Cómo entonces logró ganar el No?
“La clave fue dialogar con todos los colombianos, profundizar, que supieran que era lo que firmaba”, dice.
De la Calle, por su parte, explica el resultado por “una falla de las encuestas o un voto de rechazo. Es extraño, pues en el 91, las medidas de la Asamblea Constituyente tenían cierta similitud con las actuales. Había habido consenso de la población colombiana para darle participación política a la guerrilla. Pero en 2016, por deterioro y la degradación del conflicto, muchos colombianos repudiaban a las FARC”.
Otro factor clave, en su opinión, es que hubo una “oleada de noticias falsas. Toda clase de versiones delirantes”.
Él apunta específicamente a las teorías encabezadas por distintos “movimientos cristianos” que adoptaron el caballito de batalla llamado “enfoque de género” del gobierno. “Buscábamos reconocer que la mujer había sido más victimizada por el conflicto. Esto se deformó por las iglesias cristianas, quienes dijeron que el propósito no era ese, sino destruir a la familia tradicional. Se mezcló de forma maliciosa”.
Rodríguez lo niega. “No hicimos campaña para acabar con la paz, sino para poner estándares que generaran justicia y que se concentraran en las víctimas y no en los victimarios”. De la Calle coincide y explica que los resultados no pueden explicarse solo por un voto de derecha o de izquierda. “Sectores populares creían que había ventajas a favor de las FARC, en empleo y política social. Se sentían abandonados y no entendían por qué los violentistas recibían apoyo estatal”.
Lo cierto es que fue una campaña dura. Con fuertes acusaciones de lado a lado. El gobierno, por ejemplo, acusó al No de no explicar con veracidad los puntos del acuerdo y solo centrarse en provocar indignación. Mientras, los de Uribe denunciaron que el gobierno usaba fondos públicos venidos de empresas extranjeras para su campaña “multimillonaria”.
Esto provocó, según ambos, una polarización que aún no termina.
“Los plebiscitos tiene un cierto vigor, cierta capacidad de recuperación democrática”, pero a la vez un peligro claro. “Lo que hace es generar un voto menos reflexivo, mucho más emocional. En el caso de Colombia, se convirtió en una especio de resumidero de todas las insatisfacciones nacionales. La gente que votó No, no solo votó contra el acuerdo, sino (que lo hizo) porque el gobierno era bastante impopular, porque se anunciaba una reforma tributaria. El riesgo de los plebiscitos es que se transforman en una aspiradora que recoge muchas insatisfacciones y termina siendo un voto irracional”, dice de la Calle.
Rodríguez, desde su propio lado, relata algo similar. “Tras el plebiscito nació una división forzada en el país. Entro los que supuestamente querían la paz y los que no. Y eso aún dura, aunque el Presidente Duque está tratando de solucionarlo.
La División del Brexit
“El Reino Unido abandonará la Unión Europea.”
Fue una frase común de los diarios de todo el mundo el día 24 de junio de 2016. Un día después de que un 51.9% de los británicos votaran en un referéndum por abandonar su condición de Estado miembro de la Unión Europea: el “Brexit”, como se le conoce.
El hecho – que provocó la renuncia del premier David Cameron, hizo que el país debiera salir a explicar y volviera a negociar sus tratados de libre comercio y cambiar toda su dinámica diplomática- tuvo su origen un año antes, en la campaña parlamentaria de 2015.
“Cameron prometió un referéndum por la membresía de la Unión Europea. Lo vio como una oportunidad de silenciar a los “euroecépticos”, cuenta Alex de Ruyter, director del Centro de Estudios del Brexit de la Universidad de Birmingham.
Él agrega que “los pros para Cameron eran que había usado el mismo método para evitar la independencia de Escocia en 2014. El contra es que subestimó la habilidad de sus oponentes para llegar a secciones del público que no habían votado antes. Fue clave la sorpresa en 2016”.
Según él, ninguna encuesta predijo que podía ganar la opción de retirarse de la Unión Europea. Aun hoy, casi 4 años después, expertos siguen tratando de entenderlo.
“La campaña del No logró crear eslóganes simples como “retomemos el control”. Asimismo, puso un nuevo tema en el referéndum, referido al control de los migrantes, que penetró en los cimientos de los votantes, muchos de los cuales veían el aumento de los extranjeros, especialmente de Europa Oriental, como una libertad de movimiento que afectaba al país”, explica.
Otro factor relevante, para el, fueron las fake news difundidas por algunos de los líderes del movimiento, como el actual Primer Ministro, Boris Johnson, y el líder del partido del Brexit, Nigel Farage. “Ellos se hicieron notar por alegar que inmigración estaba fuera de control y que Turquía estaba a punto de unirse a la Unión Europea, lo que era falso. Otros líderes políticos, como Michael Gove, David Davis y Liam Fox, sugirieron que el Reino Unido podría mantener todos los beneficios de ser miembro y ninguna de las obligaciones. Eventos posteriores han probado lo contrario”.
Según el experto en gobierno de London School of Economics, Tony Travers, “los que optaban por salir de la Unión Europea usaron un mensaje emocional, popular, mientras que los que optaban por quedarse se centraron en el racionalismo económico. Ganaron los primeros”.
Para él, los efectos de la división que provocó el Brexit en el país – cuya aprobación en el seno de la UE se ha postergado tres veces – sigue notándose. “Los resultados del referéndum provocaron una guerra cultural y político. Vamos a tardar entre 15 a 20 años en darnos cuenta de todo el efecto”.
De Ruyter agrega que “el país sigue estancado, profundamente dividido. Hubo, además, una gran variación en las preferencias regionales, con Escocia e Irlanda del Norte votando claramente permanecer en la UE y con Inglaterra por preferir la opción de salir. Cuatro años después, estas situaciones no han cambiado. De hecho, ahora vuelve a aparecer el prospecto de otro referéndum por la independencia escocesa. Diría que el Brexit tuvo el efecto de “matar” al Reino Unido como una entidad política coherente”.
Así las cosas, tanto en Colombia como en el Reino Unido, decisiones de Si y No que se tomaron hace algún tiempo terminaron marcando la política y la sociedad hasta hoy.