Bastante se ha escrito y debatido el último tiempo sobre una supuesta estrategia de China de aprovechar la coyuntura del Covid-19 para aumentar su “soft-power” mundial, a través de la comunicación de sus logros durante la lucha contra la pandemia, y de diversas iniciativas de ayuda a nivel internacional que han resultado en la acuñación del término “mask diplomacy”.
Lo anterior se ha analizado, generalmente, desde una perspectiva de Estado a Estado y en el marco de las relaciones internacionales – probablemente producto de la definición de Joseph Nye que parte de dicha dimensión -; pero rara vez se ha hecho referencia al papel clave que tienen diversos actores de la sociedad civil como empresas, organizaciones sin fines de lucro, universidades y otras entidades en el proceso de construcción de dicha imagen atractiva.
En este sentido, resulta notable el trabajo realizado por Portland y USC Center On Public Diplomacy y su índice “Soft Power 30”, el que se construye utilizando 75 criterios de muy diversa índole; en el cual Francia, Reino Unido y Alemania ocupan los tres primeros lugares en 2019, mientras que China se encuentra en la posición #27, de un total de 30.
¿Cómo puede entonces China mejorar su imagen internacional, en América Latina y Chile?
Me parece que hay una gran oportunidad de no limitar la proyección y construcción del soft power al gobierno, sino que también dar más espacio y entender la relevancia de distintos actores de la sociedad civil en dicho proceso. Es decir, tener la aproximación “bottom-up” y no exclusivamente “top-down”.
Chile y la región ya cuentan con cuantiosas cifras de comercio e inversión china y con una serie de empresas en un creciente número de industrias; comenzamos a ver la llegada de instituciones educacionales como de otros organismos de ciencia y tecnología. Todo esto, en medio de uno de los contextos más desafiantes de las últimas décadas para el mundo entero.
Aquí, es donde me parece que subyace una inmensa oportunidad para China en la región y en nuestro país: establecer como prioritario el impacto y compromiso social, y comunicar de forma efectiva dicha estrategia. La mantención y generación de empleo; la implementación de políticas de inclusividad a nivel de género, ingreso, diversidad; en la ayuda para mejorar la conectividad de las personas mediante la tecnología; el desarrollo de nuevas formas de transporte seguro; la generación de energías limpias; la investigación científica y tecnológica; el financiamiento de emprendimientosaa. Sólo por mencionar algunas ideas.
Es probable que, de esta forma, la imagen y soft power de Chine en el mundo experimentarían un interesante cambio para mejor.
Fuente: Diario Financiero