Opinión

Crisis del coronavirus y deuda europea

¿La crisis del virus de la Corona llevará a los países europeos a poner en común su deuda?

La brecha económica causada por el confinamiento de la mitad de la población mundial está llevando a una espiral de déficits y deudas en casi todo el mundo. Europa, y más particularmente la Eurozona, se enfrenta ahora a un nuevo desafío.  

En 1830, el banquero Emile Pereire, propuso solidarizar las deudas de los estados europeos para asegurar los ingresos, financiar los estados y garantizar la paz. 190 años después, Emmanuel Macron y Angela Merkel propusieron conjuntamente un plan de 500.000 millones de euros, que se asignan a las regiones más afectadas por el coronavirus, sin que éstas tengan que devolver los dineros en el futuro. Un nuevo elemento en la construcción de Europa: tanto París como Berlín proponen que este apoyo se financie con préstamos de la Comisión en los mercados, a saber, "en nombre de la UE". 

Estos 500.000 millones de euros vendrían a sumarse a los 500.000 millones de euros aproximadamente ya comprometidos por los ministros de finanzas de la zona del euro y constituidos por la capacidad de préstamo en particular. Por tanto, Europa liberaría alrededor de 1 billón de euros para contrarrestar la recesión histórica que se avecina en la zona euro en 2020.  

Tanto el séquito del Primer Ministro italiano, Giuseppe Conte, como el gobierno español, acogieron la iniciativa, considerándola como "un paso en la dirección correcta", que ambos países esperaban. Por otra parte, el canciller austriaco, Sebastian Kurz, reaccionó en Twitter diciendo que estaba a favor de los "préstamos" y que no quería un aumento del presupuesto de la UE sino una redistribución de sus recursos. Habló sobre este tema con los líderes de Dinamarca, los Países Bajos y Suecia, otros países que probablemente se opongan a la propuesta franco-alemana. La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, acogió las propuestas franco-alemanas afirmando que éstas serían "ambiciosas, específicas y bienvenidas". La Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, también "acogió con beneplácito la propuesta constructiva de Francia y Alemania".

En este sentido, los gobiernos europeos crearán, a través del Banco Europeo de Inversiones (BEI), un fondo de garantía que permitirá movilizar hasta 200.000 millones de euros para las empresas. También validará el plan de la Comisión Europea de crear un instrumento para garantizar los planes nacionales de trabajo a corto plazo por el valor de 100.000 millones de euros. 

No obstante, el impulso europeo no permitió que los 27 países se pusieran de acuerdo sobre el uso del Mecanismo Europeo de Estabilidad (o MEE, creado en 2012 durante la crisis de la deuda de la zona del euro, puede prestar dinero a un Estado en dificultades, hasta el 2% de su PIB) y la creación de "coronabonos". Una solución de compromiso podría consistir en aliviar las condiciones exigidas a los países que se benefician de préstamos ESM. Esto significaría especificar que el dinero prestado debería utilizarse únicamente para la gestión de la crisis del Coronavirus, pero sin ningún otro requisito. Un acuerdo sobre "coronabonos", por otra parte, parece más difícil de alcanzar. Los países europeos deberían acordar la creación de instrumentos de deuda comunes, garantizados por todos los países de la zona euro. El dinero prestado se usaría para financiar el déficit presupuestario. Por lo tanto, esto equivale a poner en común una parte de su deuda pública, una perspectiva que preocupa tanto a los alemanes como a los países del norte de Europa. 

Cualquiera que sean los límites de esta mutualización propuesta por Emmanuel Macron y Angela Merkel, la inversión de esta última es sorprendente. Hasta ahora, Alemania siempre se había mostrado reacia a contribuir a la solidaridad financiera de Europa. El 5 de mayo, el Tribunal Constitucional de Karlsruhe, al que recurrieron los solicitantes euroescépticos, ordenó al BCE que justificara sus recompras de deuda pública en un contundente fallo y se negó a cumplir la decisión del Tribunal de Justicia de la UE, que había validado este programa en 2018. El fallo amenazaba al euro de dos maneras: o bien los jueces alemanes lograron limitar la capacidad de intervención del BCE, que el 18 de marzo se comprometió a recomprar 750.000 millones de euros de deuda pública para luchar contra la pandemia, lo que provocó la muerte financiera de los países del Sur y el fin del euro; o bien el BCE ganó su pulseada y Alemania se arriesgó a que sus jueces le impusieran una salida del euro. Paradójicamente, fue esta decisión de la Corte Suprema de Alemania la que convenció al Canciller de moverse. El 13 de mayo, habló en el Bundestag a favor de una mayor "integración" de la zona euro, incluso mencionando la necesidad de una "unión política", e invitó a los Estados miembros a no dejar todo el trabajo al BCE. Por lo tanto, fue tanto para acortar las críticas de los jueces de Karlsruhe como por solidaridad financiera que Angela Merkel aceptó el compromiso limitado anunciado con el Presidente Macron.

¿Es este un cambio histórico hacia la deuda común? No, porque se trata, de hecho, de mutualizar los tipos de interés. En ese sentido, Alemania históricamente ha tenido -0,4 % de interés, a diferencia de Grecia que tiene 9% de interés, lo que claramente supone un desafío para esta oportunidad: ¿Se equipara la tasa de interés, o se profundizará la diferencia ya existente? Por lo tanto, las divergencias de los tipos de interés dentro de la zona euro ya no se tratarán de la misma manera. Sin embargo, esta "deuda europea" tendrá que ser pagada por los Estados en 6 o 7 años. Y si esto se hace aumentando los impuestos, entonces el problema se pospondrá a 6 o 7 años a partir de ahora.


El reto no es tanto recaudar cientos de miles de millones de euros para amortiguar el impacto. La gestión de la creciente divergencia entre las finanzas públicas de los Estados Miembros está resultando ser un gran dolor de cabeza. Además, para hacer frente a esta crisis, los Estados ya han acumulado altos niveles de deuda y tendrán que hacerlo más en los próximos años. Entonces, los populistas podrán utilizar la falta de solidaridad como argumento para ganar poder y luego abandonar la Unión. Que los que están en peor situación financiera, el Sur, para decirlo claramente (Italia, España, Portugal, Grecia), no podrán hacer frente a los gastos de reconstrucción, lo que aumentará las diferencias de competitividad entre los países. A largo plazo, esto hará insostenible la supervivencia de la moneda única y del mercado interno, ya que éstos presuponen una convergencia económica y no un aumento de las divergencias.