El acuerdo comercial entre la Unión Europea y los países del Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay), que se viene negociando desde hace más de 20 años y que representa más de 770 millones de consumidores y 18 billones de euros de PIB, podría no ver la luz del día. Tres años después del Acuerdo Económico y Comercial Global (CETA), que todavía está en proceso de ratificación, Francia afirmó a finales de septiembre su oposición al tratado en su forma actual. Esta posición ya había sido expresada, pero el gobierno francés tiene la intención de utilizar el proyecto para impulsar nuevas exigencias medioambientales, en particular en lo que respecta a la deforestación.
La negativa de Francia se basa en las conclusiones del informe Ambec, encargado hace un año por el ex primer ministro Edouard Philippe. Este documento de 184 páginas, evalúa el impacto de la deforestación en el Amazonas como resultado del aumento de la producción de carne de vacuno. Además, en el bosque tropical más grande del mundo, donde los incendios ya han aumentado en un 28% en un año, la deforestación haría que el costo ambiental del acuerdo fuera demasiado alto en relación con sus beneficios económicos, según el comité Ambec. Si el Amazonas pierde entre el 20-25% de su superficie, entonces no podrá regenerarse y llegará al punto de no retorno.
El informe de Ambec no es el único que señala los importantes riesgos derivados del acuerdo comercial, por el contrario, un nuevo estudio publicado el 9 de septiembre en One Earth por investigadores de la Universidad de Oxford y de The Nature Conservancy, postula que el tratado "falla en la prueba de la sostenibilidad". En él se especifica, que la falta de protección hacia las poblaciones indígenas generaría a su vez una "contradicción directa con los objetivos del Green Deal", el pacto verde promovido por el ejecutivo europeo que pretende lograr la neutralidad del carbono para el año 2050.
Por último, en términos comerciales, la aplicación del acuerdo tendrá efectos contrastados entre los ganadores, principalmente la industria (automóviles) y servicios como el vino y el queso, las aves de corral, la carne de vacuno, la miel y el etanol (azúcar).
Es importante destacar que la preocupación por el medio ambiente no es la única razón del rechazo de Francia al texto. La cuestión agrícola es tan apremiante para dicho país como su argumento ecológico, teniendo en cuenta que los grupos de presión agrícolas europeos sostienen un discurso sobre el medio ambiente o la salud para invalidar el proyecto.
El rechazo del gobierno francés al tratado fue acompañado de tres demandas para continuar las negociaciones con los países del MERCOSUR. En primer lugar, que un acuerdo de asociación con el Mercosur no puede en ningún caso conducir a un aumento de la deforestación. En segundo lugar, que las políticas públicas de los países del Mercosur están plenamente en consonancia con los compromisos contraídos en el marco del Acuerdo de París en materia de clima. Y por último, que los productos agroalimentarios importados que se benefician de un acceso preferencial al mercado de la Unión Europea cumplen de jure y de facto las normas sanitarias y ambientales de la Unión Europea. Sobre este último punto, el gobierno asegura que se llevará a cabo un monitoreo de estos productos.
Firmado en el verano del 2019, el acuerdo comercial entre la Unión Europea y el MERCOSUR, que debe ser ratificado por los parlamentos nacionales, ya ha sido rechazado por dos de éstos (Austria y Países Bajos) en su forma actual. Además, la Canciller alemana Ángela Merkel, expresó por primera vez el 21 de agosto serias dudas sobre el acuerdo, siguiendo los pasos del Presidente francés Emmanuel Macron, quien ya había amenazado con no ratificar el acuerdo si el gobierno brasileño no tomaba las medidas necesarias para proteger la mayor selva tropical del mundo. Es posible que otros países le sigan, mientras que se esperan informes de evaluación en los Países Bajos o Suecia en un futuro próximo.
Si el acuerdo del Mercosur sale mal, podría ser un fracaso político para la UE, porque la rivalidad entre Estados Unidos y China está empujando a otros países a mirar hacia Europa en busca de un equilibrio. Buscan, como ocurre en varios países de América Latina, un mundo multipolar, más atractivo que el de la lucha por la influencia entre dos adversarios "sentados en la fuerza". Además, es estratégicamente difícil para Europa abandonar completamente este acuerdo, ya que los países del Mercosur están en camino de convertirse en la mayor reserva de alimentos y agua dulce del mundo.
Si bien las reticencias europeas son legítimas, sería contraproducente descuidar a los posibles socios comerciales, pues de lo contrario éstos comercializarían con países menos respetuosos con el medio ambiente.