¿Cómo debe proyectar América Latina su relación de largo plazo con el gigante asiático? ¿Qué riesgos presenta la cada vez mayor dependencia comercial y de inversión en sectores estratégicos? ¿De qué forma la rivalidad Estados Unidos-China afectará al hemisferio?
El año 2001 fue un punto de inflexión para el orden mundial. Mientras el planeta miraba atónito el atentado a las Torres Gemelas en Estados Unidos, ese mismo año China se incorporaba formalmente a la Organización Mundial de Comercio, en línea con las reformas de apertura económica iniciadas en la década del setenta por Deng Xiaoping.
Contexto
Tras veinte años, las dos principales potencias han experimentado cambios. Estados Unidos se concentró en las acciones militares al liderar la llamada guerra contra el terror y años más tarde sufrió una debacle económica con la crisis subprime de 2008. China, por su lado, se enfocó en su desarrollo económico y tomó posiciones importantes durante la crisis financiera, generando un rebalance del poder económico global. La vocación global de China la resumió el presidente Xi Jinping en su participación en el Foro Económico Mundial de Davos en 2017. Como primer mandatario chino en la instancia, señaló que «los países deben redoblar los esfuerzos para interconectarnos, comprometernos en el mercado libre y la inversión, la liberalización y evitar el proteccionismo […]».
Así, del momento unipolar post Segunda Guerra Mundial, con Estados Unidos como director de orquesta, el mundo fue transitando hacia una bipolaridad emergente, reflejada en la rivalidad estratégica actual entre Washington y Beijing. Una rivalidad que, a diferencia de la Guerra Fría con la ex Unión Soviética, enfrenta a dos potencias interconectadas. En palabras del profesor de la Universidad de Yale, Stephen Roach, en su libro Unbalanced: the Codependency of America and China: «ambas naciones están atrapadas en una web de codependencia».
Trump, Biden y China
Esta confrontación estratégica se profundizó durante la administración de Donald Trump, con la llamada guerra comercial, y ha continuado con el actual presidente Joe Biden, incluyendo tarifas comerciales y restricciones tecnológicas, de seguridad y financieras. Para los americanos, enfrentar a China es un asunto de política interna que goza de apoyo bipartidista. Según el Pew Research Center, la imagen negativa hacia el país asiático superó el 70% en 2020. En ese contexto, cabe preguntarse: ¿cómo encontrarán ambas potencias espacios de colaboración para abordar desafíos globales, como el cambio climático, terrorismo, futuras pandemias o la revitalización del sistema multilateral?
Este nuevo escenario geopolítico es un primer desafío para América Latina y requerirá ajustes en sus definiciones de política exterior. La rivalidad de las potencias podría poner en la encrucijada a los países de la región, que hasta el momento han buscado lo mejor de los dos mundos: una convergencia histórica y de valores con Estados Unidos, a la vez de las crecientes oportunidades económicas con China. ¿Cómo se irá definiendo la región respecto de esta rivalidad? ¿Existe una visión compartida?
El endurecimiento del conflicto tendrá impacto en la región y pondrá la difícil tarea de conciliar intereses nacionales con la competencia de sus dos principales socios económicos.
El ascenso de China en Latinoamérica
Un segundo tema central es el ascenso chino en Latinoamérica, planteando oportunidades —pero también interrogantes— a nivel comercial, de inversiones, político y de cooperación.
Según el Foro Económico Mundial, el comercio de China con el hemisferio creció 26 veces entre el 2000 y 2020, proyectando que se duplique al 2035 a más de USD 700.000 millones. El crecimiento ha sido tal que en el 2000 la participación de China en el comercio total de Latinoamérica fue inferior a 2%. Y al 2035 podría llegar al 25% del total. Si hace dos décadas Estados Unidos era el principal socio comercial de nueve de doce países de Sudamérica, en la actualidad China lo ha sobrepasado, con las excepciones de Ecuador, Colombia y Paraguay.
Mientras el lugar común consiste en criticar la escasa atención de Washington hacia el hemisferio, Beijing continúa avanzando en la firma de un acuerdo comercial con Ecuador. Iniciando los primeros pasos con Uruguay y manifestando su interés de formar parte del Acuerdo Transpacífico, conocido como CPTPP o TPP11. Estos avances se sumarían a los tratados ya suscritos con Chile, Perú y Costa Rica.
Si excluimos a México, la tendencia del intercambio comercial de la región con las dos principales potencias ha seguido la siguiente trayectoria.
El énfasis económico
Por otro lado, las inversiones han mostrado un crecimiento sustancial. Entre 1990 y 2009, las inversiones extranjeras directas provenientes de China en América Latina fueron cerca de 7.000 millones de dólares, pero desde 2010 a 2015 superaron los 64.000 millones según datos de la CEPAL. En el año 2018, la inversión del gigante asiático superó los USD 180.000 millones, un 13% más que el año anterior.
La inversión china ha mostrado dos elementos relevantes. Primero, su diversificación, que va desde el sector extractivo y agroindustrial hasta una progresiva participación en sectores estratégicos como el de la energía. Segundo, el acompañamiento en muchos países de la región con financiamiento de su banca, en algunas ocasiones bajo su proyecto global One Belt One Road (la Franja y la Ruta).
Al 2018, un total de 16 países latinoamericanos y caribeños, incluidos Uruguay, Costa Rica, Chile y Ecuador, habían firmado memorándums de entendimiento con China respecto de la Franja y la Ruta.
China y el coronavirus en América Latina
Un tercer elemento central para la región ha sido el rol de China durante la pandemia de covid-19. A través de las llamadas diplomacias de las mascarillas y vacunas, Beijing ha tenido una presencia activa en la provisión de insumos médicos, equipamiento y vacunas.
Países como Brasil, México o Chile se han visto beneficiados por el suministro de la vacuna Coronavac y, recientemente, el labotario Sinovac anunció su instalación en Chile con una inversión de USD 60 millones.
La provisión masiva de vacunas da cuenta de la activa presencia de China en el hemisferio en el contexto de la pandemia y abre nuevas oportunidades de cooperación científica.
La estrategia de expansión global china tiene, de momento, una motivación más pragmática que se plasma en dos objetivos claros: desarrollo económico y prosperidad para su población, y seguridad.
Esta proyección ha sido destacada en la estrategia de circulación dual definida en el plan quinquenal 2021-2025 del Congreso del Pueblo chino, cuyo eje es transitar de una economía dependiente de las exportaciones hacia una basada en el consumo interno, servicios y desarrollo de tecnología propia.
Asimismo, el presidente Xi Jinping ha impulsado el concepto de prosperidad común, con el objeto de lograr un mayor control sobre el sector privado y abordar el malestar social frente a la creciente brecha de desigualdad.
No obstante, todo lo anterior, el ascenso chino y su mayor influencia global no solo representa oportunidades, sino también dudas y preocupaciones hacia el futuro.
El dragón diplomático
La diplomacia más asertiva exhibida los últimos años, conocida como del lobo guerrero, ha enfrentado a China con distintos países y bloques, como Australia, Canadá o la propia Unión Europea, mediante declaraciones e incluso represalias comerciales. Enseguida, a ojos externos preocupan materias de derechos humanos como las minorías uigures en la provincia de Xinjiang, las tensiones con Hong-Kong y las restricciones a las libertades civiles. La situación del Mar del Sur y el comportamiento regional chino también son fuente de preocupación.
Más recientemente, la mayor injerencia del poder central chino sobre el sector privado, que afecta entre otros a las grandes tecnológicas y servicios de tutoriales privados, abren una interrogante sobre la dirección de una economía considerada capitalista estatal. ¿A qué China creerle?, dirán algunos. ¿A la ponderada y circunspecta en los foros multilaterales y comunicados oficiales, o la del lobo guerrero? La mayor influencia global y el rápido ascenso de China no han ido necesariamente de la mano con la construcción de una mayor confianza y legitimidad a nivel internacional.
China y América Latina: claves hacia el futuro
El libro China y América Latina: claves hacia el futuro [editado por el autor] no es sobre el pasado, sino sobre el futuro. Pretendemos hacer una contribución a la discusión regional sobre el rol de la China actual y los elementos principales que debe considerar la región.
Entre otras, buscamos responder las siguientes preguntas: ¿Cómo debe proyectar América Latina su relación de largo plazo con el gigante asiático? ¿Qué riesgos presenta la cada vez mayor dependencia comercial y de inversión en sectores estratégicos? ¿De qué forma la rivalidad estratégica entre Estados Unidos y China puede afectar al hemisferio? ¿Cuáles son las claves políticas y socioculturales para entender de mejor forma al país asiático?
Los autores del libro abordan el fenómeno de China desde múltiples dimensiones. Desde China frente al orden liberal y la democracia; pasando por su mayor influencia comercial y de inversiones en la región; la diplomacia sanitaria; la migración en América Latina; la rivalidad de las potencias; el desarrollo de su sistema financiero; las implicancias del megaproyecto One Belt One Road; hasta temas cruciales en seguridad y defensa.
Esta obra, desde una perspectiva académica, pretende transformarse en una suerte de libro blanco para prospectar la relación entre América Latina y China.
Fuente: Dialogo Político