Opinión

Con un ojo en el Mar Negro

Los cambios geopolíticos en el Mar Negro podrían dar las claves para entender el futuro regional. 

El Mar Negro es un ámbito naval que durante la última década ha aumentado de manera significativa su importancia para Rusia. Se trata de la conexión natural con el Mar Mediterráneo, a través de los estrechos turcos del Bósforo y Dardanelos.

Desde la incorporación de la península de Crimea a la Federación de Rusia en 2014, que no ha sido aceptada por la mayoría de los miembros de la comunidad internacional, comenzó un febril proceso de modernización y ampliación de la flota rusa del Mar Negro. Esta flota, una de las cinco de la Armada rusa (Flota del Pacífico, Flota del Mar del Norte, Flota del Báltico, Flotilla del Caspio y Flota del Mar Negro), era una de las menos desarrolladas y con un gran porcentaje de buques de la era soviética.

Esa tendencia se vio fortalecida por el inicio de las operaciones militares de Rusia en Siria en septiembre de 2015, ya que el Mar Negro se convirtió en la base más cercana entre el territorio ruso y el sirio. Se estableció un cordón logístico que ha sido el que ha permitido que Rusia mantenga el esfuerzo bélico en Siria a través de las dos bases existentes allí, la naval de Tartús y el aérea de Hmeimim. También se han utilizado, por cierto, medios aéreos, pero han tenido una importancia mucho menor que los marítimos.

Desde las cuatro bases navales de Rusia en el Mar Negro: Sebastopol, Novorossiysk, Feodosia y Temryuk, se deben transitar los estrechos turcos para poder llegar al Mediterráneo Oriental. El paso por esos estrechos está reglamentado por la Convención de Montreux de 1936 que da a Turquía la potestad de regular el transito de buques civiles y militares, en tiempos de paz y de guerra, por esas aguas.

La primera limitación es que son los seis Estados ribereños del Mar Negro (Turquía, Georgia, Rusia, Ucrania, Rumania y Bulgaria) los que pueden mantener flotas de guerra en esas aguas. Los no ribereños pueden ingresar buques militares, pero con ciertas limitaciones aún en tiempos de paz. No pueden permanecer más de 21 días (artículo 18.2 de esa convención) y el tonelaje no puede superar las 15.000 toneladas (artículo 14).

En tiempos de guerra, Turquía tiene el poder de decidir con entera discrecionalidad las condiciones del paso por sus estrechos. 

En estos momento, por ejemplo, el gobierno turco ha decidido cerrar el paso a buques de guerra, incluso a los de la Federación de Rusia cuyo puerto de registro no sea alguno de los del Mar Negro. Moscú mantiene una fuerza naval de 7 submarinos convencionales y unos 58 buques de superficie, desde destructores hasta barcos de desembarco. No solo mantiene la mayoría de los que están registrados en esa zona, sino que desde finales del pasado mes de diciembre ha desplazado hasta el Mar Negro casi una docena de buques registrados en otras de las flotas rusas, particularmente los de desembarco.

La fuerza naval rusa en estos momentos excede ampliamente a las de los otros cinco Estados ribereños. No solo se trata de una cuestión cuantitativa, sino que desde 2015 una parte importante de esos buques y sus tripulaciones han tenido experiencia en combate en el escenario sirio, algo que es fundamental en términos de adiestramiento militar.

Desde el inicio de las hostilidades en Ucrania el 24 de febrero pasado, las noticas se han centrado en las operaciones terrestres, sin embargo, no debemos dejar de lado la importancia del dominio naval y las consecuencias que este pueda tener en el Mar Negro y a nivel regional. 

Al respecto podemos señalar que la armada ucraniana ha hundido su buque insignia, la fragata Hetman Sahaidachny, en las primeras horas del conflicto, para evitar que la tomaran las tropas rusas. Todos los puertos ucranianos, sin excepción: Odesa, Ochakiv, Mykolaiv y Berdyansk han sido atacados u ocupados por fuerzas rusas. En términos operacionales, Ucrania carece de toda capacidad naval para hacer frente a Rusia. En el mar, Rusia ya ha ganado.

Si a esto agregamos que Georgia no posee una armada y que Rumania y Bulgaria cuentan con medios muy limitados, podemos afirmar que el Mar Negro, desde el punto de vista naval, es un dominio ruso-turco. Esa realidad se fortalece tomando en cuenta las limitaciones derivadas de la Convención de Montreux para barcos de países no ribereños, ya que asegura la no intromisión de actores externos siendo el desarrollo de medios propios lo único que les queda a los países ribereños; y no es algo fácil. Bulgaria y Rumania forman parte de la OTAN desde 2004 y pasados 17 años no han aumentado sus capacidades navales. 

Si partimos de esta lectura de la actualidad y aunque no podemos ver el futuro, tal vez seamos capaces de identificar tendencias que nos ayuden a vislumbrarlo. 

Así, desde nuestro punto de vista, la preeminencia naval rusa no hará más que fortalecerse en un futuro cercano; como así también sus capacidades de proyección hacia el Mar Mediterráneo.

Si, por otra parte, no se modifica el esquema jurídico que brinda la Convención de Montreux la competencia naval se trasladará con fuerza del Mar Negro al Mediterráneo Oriental. Esa zona es la verdadera “Brecha de Fulda” naval donde Rusia y los países de la OTAN medirán sus fuerzas.

Basados en esos dos presupuestos, y desde el punto de vista geopolítico, podemos sacar varias conclusiones:

En primer lugar, se trataría de un éxito de Rusia ya que alejaría de sus mares toda competencia y tensión para trasladarla a escenarios más lejanos. Todo conflicto que se libre en territorio de otro Estado es un beneficio, tal como nos lo enseña la experiencia de los Estados Unidos en las dos guerras mundiales, por ejemplo.

Se reafirma, también, la importancia de Turquía, puesto que los estrechos turcos continuarán siendo el grifo geopolítico que facilitará o no, el acceso al Mar Negro de armadas extranjeras o la salida del mismo de la flota rusa. El gobierno turco no tiene ninguna intención de perder esa baza de poder que mejora su capacidad negociadora en el seno de la OTAN y también frente a Rusia.

Turquía en el Mediterráneo Oriental no solo enfatizará su proyecto de “Mavi Vatan” (Patria Azul, en turco) con una mayor presencia militar y ampliación de sus espacios de soberanía, como lo hemos visto en el acuerdo turco-libio, sino que buscará el aprovechamiento económico de los recursos gasíferos en cooperación con la República Turca del Norte de Chipre. Allí chocará con Chipre, con Grecia y con todos los miembros del Foro del Gas del Mediterráneo Oriental. En este sentido, la estrategia de exclusión de Turquía no parece ser la más acertada ya que le quita todo incentivo para la cooperación. Tal vez sería más lógico pensar en la inclusión de Ankara. Los recursos de hidrocarburos son un punto duro de competencia, pero también pueden ser la base para aumentar los ámbitos de cooperación y los incentivos a la estabilidad tal como los acuerdos entre Egipto e Israel ya han demostrado en la región.

Para Rusia, aumentará la relevancia de la región del Levante, particularmente Siria y las dos bases que mantiene allí. Es esperable que Moscú mantenga una presencia militar que pueda utilizarse como base de proyección hacia otros escenarios, tales como África del Norte (como ya lo ha hecho en Libia) y África Subsahariana (donde contratistas privados rusos del Grupo Wagner son muy activos).

La continua presencia de Rusia en Siria aumentará los niveles de competencia entre las fuerzas rusas e iraníes en ese país árabe, algo que se viene dando desde hace un tiempo. A la vez, toda competencia ruso-iraní favorecerá a Israel que seguramente buscará acercarse más a Rusia debido a este interés compartido y otros temas de la agenda regional donde los intereses entre Moscú y Tel Aviv se acercan. El intento de mediación israelí entre Rusia y Ucrania podría verse como un paso en este sentido.

Rusia será un actor cada vez más activo en el Mediterráneo y temas como el equilibrio de las capacidades navales en la región, los proyectos de infraestructura energética y los mecanismos de explotación de esos recursos, especialmente los gasíferos, harán que la seguridad militar y la seguridad energética aparezcan en el horizonte de los países europeos no solo en Europa Oriental sino también en el Mare Nostrum.

Fuente: Es Global