“Este no es el momento de retroceder hacia adentro. Este es el momento de enfatizar la importancia del multilateralismo, la solidaridad global y la cooperación”, dijo este lunes la directora genera de la OMC, Ngozi Okongo-Iweala, en una intervención en una reunión informal del Consejo General del organismo. “Concentrar el abastecimiento y la producción en casa, si bien es comprensible, también podría crear nuevas vulnerabilidades y puede que no sea mejor estrategia de gestión de riesgos”, agregó la máxima autoridad de la OMC, en un momento que – precisamente – la tendencia parece ir en la dirección contraria, y en la que ya a viva voz comienza a hablarse del fin de la globalización.
Uno de los líderes mundiales que puso el tema sobre la mesa fue el CEO y presidente de BlackRock, Larry Fink, es una carta a los accionistas, en la que dijo categórico que la “invasión rusa de Ucrania ha puesto fin a la globalización que hemos vivido en las últimas tres décadas”.
“Vamos a ir a una globalización diferente (…) Disfrutamos de tres décadas de un mundo en que las barreras iban disminuyendo. Eso hacia adelante se ve bastante más incierto”, resume el director de Estrategia de Inversiones para América Latina de BlackRock, Axel Christensen, quien plantea que si antes las compañías miraban a todo el planeta y escogían en qué lugar invertir porque era más eficiente y de más bajo costo, ahora quizá un mercado no es el más barato, pero permite diversificar la fuente de suministros, o está más cerca, o está bajo la influencia geopolítica. “Ese tipo de consideraciones van a tomar mayor peso”, apunta.
“Podemos hablar del fin de una fase de la globalización. Esta fase culminó con la asunción de Trump en la Casa Blanca y con el Brexit en Reino Unido”, opina Osvaldo Rosales, ex director general de Relaciones Económicas Internacionales (Direcon), quien ocupó el cargo entre 2000 y 2004. Plantea que la paradoja de la historia es que esta fase de la globalización de “sello neoliberal” empezó exactamente en Estados Unidos y Reino Unido, con Reagan y Thatcher, respectivamente, “y es ahí donde se cierra este ciclo”, apunta el también miembro del Foro Permanente de Política Exterior.
Jorge Sahd, director del Centro de Estudios Internacionales de la PUC, sitúa un episodio aún anterior, con la desaceleración del comercio pos crisis subprime: si en 2008 las exportaciones mundiales eran el 31% del PIB, en 2020 – dice -, eran solo el 26% del PIB. Luego, vino la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la pandemia – que afectó cadenas de suministros y costos logísticos del comercio exterior -, y ahora la guerra de Rusia en Ucrania. Apunta a que la globalización está mutando hacia un orden global organizando bloques. “El apoyo político a la globalización viene descendiendo”, reconoce Sahd, proyectando riesgos de “desacople” de la economía, de pasar de las hiperintegraciones, a la fragmentación y “bloques”.
Christensen agrega: “Vamos a volver a un mundo más de alineamiento, de grupos, y no comerciando con todos los grupos. Y eso puede ser un riesgo hacia Chile”, dice, en el sentido de que se vaya resintiendo el comercio más globalizado.
“La suma de todos estos elementos ha asestado un golpe si no mortal, por lo menos muy severo a la lógica de la globalización. Hay una fase de la globalización que ha concluido. Aun cuando la guerra de Rusia Ucrania terminase hoy, el sistema ha quedado suficientemente dañado. Estamos dando inicio a una etapa de contorno bastante impredecible, pero donde una de las características lamentables es que el comercio y las decisiones de inversión van a estar mucho más vinculadas a la geopolítica que antes. Y no son efectos que van a tomar ni un año o dos, van a durar más que eso. ¿Cuánto? Difícil saberlo, pero va a dejar huellas”, opina Rosales.
Álvaro Pereira, director en el departamento de Economía de la OCDE, dice que si bien hay riesgo de aumenta el proteccionismo, advierte: “esa no es la respuesta. Pensamos que la respuesta de los países debe ser no ceder a la tentación del proteccionismo”, porque eso conduce a presiones al alza de los precios, y a más tensiones económicas y políticas, enfatiza.
Paulina Nazal, también ex directora general de Relaciones Económicas Internacionales (entre 2016 – 2018), cree que se tratará de un reordenamiento. “Es difícil pensar en una desglobalización. Me parece algo lejano que pase. Yo lo llamo un reordenamiento, no una desglobalización”, dice.
Alicia Frohmann, ex directora de ProChile en el primer gobierno de Bachelet y parte del equipo negociador como coordinadora técnica en el TLC con Estados Unidos, también pone paños fríos: “Desglobalización lo veo poco probable. Las economías están totalmente conectadas a nivel financiero, comercial, tecnológico, los flujos de comunicaciones y transporte. Este término de desglobalización yo por cierto no lo utilizaría. Sí una globalización con características distintas, ha ido cambiando”, apunta.
Siguiente fase: ya no solo costo-eficiencia, sino seguridad nacional y oportunidades
¿Cómo será la siguiente fase? “Claramente va a ser más proteccionista que los que estábamos conociendo”, dice Rosales, con un Estados Unidos alentando a sus socios del cuadrilátero (Japón, Australia y Canadá) a que apliquen políticas parecidas en torno a la tecnología (IA, robótica) frente al acceso de China.
“Siempre las cadenas de suministro se fijan en la eficiencia y el costo, pero ahora un elemento que todas las economías están mirando es la resiliencia. Implica decisiones de los gobiernos y empresas multinacionales a tratar de reprogramar a proveedores mucho más cercanos. Eso pasa por reestructurar tus decisiones comerciales”, dice Nazal, en alusión al nearshoring, aunque no al punto del cierre autárquico. “Si nos volvemos todos a tratar de autoabastecernos, eso a la larga tiene un impacto en costos muy fuerte”, agrega Nazal, hoy radicada en Washington como consultora.
“El conflicto pone muy de relieve cómo la seguridad está tomando mayor foco de atención por encima de temas que antes eran más centrales. No solo seguridad militar, sino seguridad económica. Vamos a entrar en un periodo difícil, pero también va a presentar oportunidades de inversión”, dice Christensen.
¿Dónde estarán las oportunidades? Precisamente en regiones que puedan convertirse en sustitutos a los eslabones afectados en la cadena de suministros en el corto plazo – fertilizantes, granos -, y luego acelerar tendencias de más largo plazo. “Inversión en plantas solares, en parques eólicos, hidrógeno verde, una tecnología que no estaba completamente madura, probablemente va a madurar más rápido. Probablemente va a significar un aumento de la demanda global por cobre de 1% a 2% al año. Y el mundo es apenas capaz de subir la producción de cobre en ese porcentaje de incremento de demanda. Entonces, ahí se presentan oportunidades para las operaciones mineras acá en Chile”, agrega el alto directivo de BlackRock.
“Aquellos países que puedan proporcionar a Europa y Estados Unidos alternativas como centros de producción van a ser ganadores” añade, ejemplificando lo que ya vivió México durante la guerra comercial. Incluso vislumbra que en los propios países podría resurgir algo de capacidad de manufactura perdida.
Jorge Sahd plantea que habrá gesto de defensa que serán prioritarios. “El componente de seguridad nacional será más central en las decisiones de inversión extranjera”, apunta, y también ve un cambio de paradigma a nivel de las empresas multinacionales. De una política de neutralidad y no involucramiento, ahora “han tomado una posición política frente a un conflicto global”, como ya lo demostró el éxodo de 400 empresas de Rusia.
Álvaro Pereira hace una tajante distinta entre aumentar proteccionismo con la diversificación de la producción, en el sentido de “poner producciones críticas en más lugares del mundo”.
Irrelevancia de organismos internacionales
Para Jorge Sahd, otro efecto es la confirmación de la tendencia a la irrelevancia de la ONU de la última década, al no tener un rol de mediación. Lo mismo que la OMC, que “cada vez tiene menos capacidad de contener los afanes proteccionistas de las potencias. Los países prefieren actuar directamente sin considerar a estos organismos multilaterales. Los órganos multilaterales han perdido efectividad, relevancia”, plantea.
Chile, mirar Asia Pacífico
Como Chile es demasiado pequeño como para tratar de incidir en la agenda global, Osvaldo Rosales apunta a que sea capaz de establecer alianzas que le permitan sumarse a quienes puedan incidir. Uno, a la UE, que tiene una situación en términos de evitar ser el Jamón del sándwich entre China y Estados Unidos. “Todo lo que sea sumarse a la UE en términos de la renovación de la OMC y de respaldar a la UE en términos de generar un tribunal multilateral de inversión, va en la dirección correcta”, opina. En segundo lugar, menciona jugarse por integración regional. Buscar una convergencia entre Alianza del Pacífico (AP) – allí tres países, México, Chile y Perú forman parte de APEC – y Mercosur.
“Promover la estrategia de ´no alineamiento activo´. Lo pero que podría hacer Chile o la región es abanderizarse, sea con Estados Unidos, sea con China. Ese no alineamiento activo requiere ampliar las espaldas, integración regional, convergencia de AP con Mercosur, para que nuestras decisiones de comercio e inversión no sea vena ni teñidas ni presionadas por decisiones geopolíticas que toan en Beijing o en Washington”, dice Rosales.
“Chile tiene que seguir lo que ha hecho a la fecha. No alineamiento con ninguna de las partes involucradas en un conflicto. Tiene que seguir reforzando sus vínculos con Asia Pacífico. A través de AP, el foto APEC, y formar parte de un acuerdo del tipo TPP 11, sigue siendo fundamental”, enfatiza Nazal.
Nazal menciona el Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP), que integran países de la Asean (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), más China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda.
Sobre el TPP11, afirma: “A mí me encantaría que se hiciera una revitalización de la OMC, la coordinación entre el RCEP y el TPP11 sin Estados Unidos pueden ser fundamental. Ambos apuntan al Asia Pacífico, que sin ninguna duda es la zona más dinámica del comercio mundial”, dice Rosales.
Álvaro Pereira dice que “los acuerdos comerciales entre países se debieran aumentar ahora y no disminuir. Avanzar en hacer acuerdos”, propone. Y agrega que Chile debe potenciar su actitud reformista, que lo vemos como una oportunidad, “sabiendo que los preciso de las materias primas están muy altos y probablemente se van a queda un poco altos durante un tiempo”. Opina.
Jorge Sahd cree que “Chile tiene que de manera urgente actualizar su política exterior, de acuerdo con la nueva realidad global, el ascenso de China y la rivalidad estratégica con Estados Unidos”. Eso significa diversificar su exportación al mundo y muy concentrada en China y Estados Unidos. Y plantear la discusión de si se deben incorporar elementos de seguridad nacional para cierto tipo de inversión extranjera en sectores estratégicos, agrega.
Alicia Frohmann cree que lo principal es lograr una mayor densidad de la internacionalización de la economía. Plantea que desde 2003 en adelante, el número de empresas chilenas que exporta prácticamente no ha cambiado, a lo mismo que el número de productos. “más bien una meseta, no ha habido un cambios sustancial. Ahí tenemos un problema serio de transformación productiva, de lograr una mayor densidad exportadora y que no mantengamos esta meseta en la que hemos estado estos últimos 20 años”, plantea la también académica del Instituto de Estudios Internacionales de la U. de Chile.
Mapa energético e inflación
Uno de los cambios se dará en el sector energético mundial. Jorge Sahd prevé impactos en la seguridad energética, pudiendo acelerarse la transición a energías más limpias.
Con la UE buscando reducir su dependencia del gas y petróleo de Rusia y Estados Unidos buscando vínculos con Venezuela y con Irán, Osvaldo Rosales cree que la agenda de cambo climático puede verse afectada, porque en el corto plazo al menos van a tratar de incrementar la oferta de petróleo y gas (fósiles) para desplazar a Rusia, previendo posibles incumplimientos en la descarbonización.
Y al menos en lo inmediato, estos temas energéticos también golpearán las economías domésticas, vía más gastos fiscal, debido a la necesidad de los gobiernos de tomar medidas adicionales de subsidios y mecanismos de estabilización frente al alza de materias primas sensibles. “De lo contrario, este conflicto global parará a ser un conflicto político local”, dice Jorge Sahd.