Mientras nuestra clase política pierde tiempo discutiendo si el Presidente Boric debe realizar su gira internacional, la Unión Europea está más activa que nunca. La reciente visita de su presidenta Ursula von der Leyen a América Latina, incluido Chile, no fue casualidad.
Las potencias están lanzadas en una “triple carrera” por el dominio de las cadenas de suministro, de los minerales críticos y semiconductores, y de la inteligencia artificial. La Unión Europea sabe que ha perdido poder económico ante Estados Unidos y China, y que la búsqueda de su “autonomía estratégica” es el camino para ser más relevante en el tablero global futuro. En esa búsqueda de espacios y oportunidades, nuestra región se vuelve atractiva y así lo demuestra la nueva Agenda UE-América Latina y el Caribe.
En ese contexto se da la visita del presidente chileno esta semana a Europa, incluyendo la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en Bruselas, que componen 33 países de América Latina y el Caribe, salvo Canadá y Estados Unidos.
Si Chile lo hace bien en los dichos y en los hechos, y el Gobierno termina por sacarse toda atadura respecto de la inversión extranjera, la presencia en la Unión Europea debiera ser muy beneficiosa.
Primero, porque Chile puede estar en el centro de atención de la agenda de intereses de la UE por su riqueza en minerales como el cobre o el litio, y el enorme potencial de energía eólica, solar e hidrógeno verde. El país requiere inversión y desarrollo de infraestructura para desplegar su capacidad y la iniciativa de inversión Global Gateway de la UE puede potenciar estas áreas y otras como bonos verdes y transformación digital. La Unión Europea es el principal inversionista extranjero directo de América Latina y Chile, con más de 85 mil millones de dólares invertidos en la región en 2022. Este impulso puede beneficiarse con las ambiciosas metas de electromovilidad al 2035 y la búsqueda de nuevas cadenas de suministro menos dependientes de China.
Segundo, el país puede honrar una tradición que genera confianza, con la firma de la modernización del Acuerdo de Asociación con la UE, a 20 años de su vigencia. La firma y rápido avance será una señal clara a la inversión extranjera y una expresión de que nuestra política comercial es seria, predecible y estable, a pesar de los tropiezos del primer año de gobierno. Mientras el Acuerdo de la UE y México se ha estancado y el avance UE-Mercosur se enredó en ambos lados del Atlántico, Chile puede mostrarse como un país que avanza de manera concreta en sus relaciones económicas internacionales.
El relanzamiento de la Agenda UE-América Latina y el Caribe también es una oportunidad para abordar temas transnacionales como el crimen organizado -principal riesgo político según el índice CEIUC– y otros que hacen a América Latina un lugar vulnerable, como las ciberamenazas o el narcotráfico. Una relación más estrecha y activa entre ambos continentes puede contribuir a enfrentar problemas complejos para la región.
Hoy más que nunca, los intereses y necesidades de la Unión Europea se alinean con los propios intereses de América Latina. Europa necesita diversificar y América Latina, reducir su creciente dependencia de potencias en confrontación, como Estados Unidos y China. Chile no está ajeno a esta realidad global compleja y la geopolítica comienza a tocar nuestra puerta. Superada la discusión de trinchera, la clase política chilena debe estar a la altura.
Fuente: Diario Financiero