Como el anticipo de un terremoto, las placas tectónicas globales siguen moviéndose y las fricciones aumentan. El afán por el rebalance del poder global es el signo de esta época. No sólo China busca su espacio; lo hacen también la Unión Europea, India o la propia Arabia Saudita. Una puja por espacios de influencia en un entorno competitivo y beligerante en algunos casos, con pocas señales de colaboración global.
Esto ha apurado la búsqueda de nuevas alianzas, como se vio esta semana en tres hechos de enorme relevancia. El acercamiento de Rusia con Norcorea, ambas potencias nucleares y parias internacionales; el estatus de “socio estratégico” dado por China a Venezuela, en un paso más por aumentar su influencia en la región; o la asociación estratégica del más alto nivel entre Estados Unidos y Vietnam. Todas expresiones de que el tablero internacional se mueve más rápido de lo esperado y que sus resultados son difíciles de anticipar.
La hegemonía americana organizó el mundo de la posguerra y construyó la arquitectura de las democracias liberales: orden basado en reglas; promoción de la democracia y derechos humanos; y apertura económica. Los incómodos con el orden liberal querían cambios, pero no podían forzarlos, siendo el colapso del proyecto ideológico de la Unión Soviética el mejor ejemplo.
Pero hoy las cosas han cambiado. La disputa global ya no es ideológica, es de intereses, y el poder económico mundial se juega en nuevas canchas, como el control de las cadenas de suministros y el acceso a minerales críticos. China es más fuerte que hace 25 años; Estados Unidos ve limitada su influencia global por su disfuncional política interna; la Unión Europea ha perdido peso económico; el centro de gravedad nuclear comienza a trasladarse al eje Rusia-Norcorea; India potencia su “neutralidad” y el tablero en Medio Oriente comienza a cambiar.
La era de la “lealtad americana” ha ido dando paso a la “desafección americana” y aunque se evite decirlo públicamente públicamente, la tendencia a la construcción de nuevas alianzas –especialmente regionales- es una expresión que el momento unipolar va en retirada. Aun con un poderío militar incontrarrestable, la fuerza comercial y de inversiones de Estados Unidos ya ha sido desafiada por China; y un grupo importante de países, en nombre del “interés nacional”, busca aliados ad hoc para una mayor seguridad económica, energética y alimentaria.
La guerra de Rusia en Ucrania, hoy devenida en una guerra de desgaste con pocas luces de una pronta salida, no ha hecho más que poner en evidencia las fisuras globales. La falta de una condena clara a una guerra que infringe principios básicos del derecho internacional se repite en distintos foros multilaterales.
Todo este escenario revuelto y de pocas definiciones nos muestra un orden internacional sin un horizonte claro. El enfrentamiento sino-americano estará condicionado por las próximas elecciones en Estados Unidos y los desequilibrios de la menos pujante economía China. En ese escenario, una multiplicidad de actores seguirá buscando nuevas alianzas y colaboraciones menos duraderas, más basadas en intereses que en principios. Así, la seguridad global y el comercio internacional comienzan a transitar por una era de mayor incertidumbre.
Fuente: Diario Financiero