Un escenario de mediana posibilidad de ocurrencia permite tener esperanza en que este año se delineará una forma que siente bases para firmar la paz entre las Farc y el gobierno de Colombia.
Hay razones para que los escépticos apuesten a un escenario diferente, augurando un fracaso de las conversaciones. Motivos existen y son de peso. Los principales: i) el conflicto cumple más de 50 años, donde las Farc llegaron a controlar zonas vitales del país; ii) importantes procesos de paz anteriores terminaron en fracaso; iii) la forma de actuar de las Farc estuvo unida a carteles de droga y a la criminalidad; iv) el conflicto exhibe números de víctimas muy superiores a otros enfrentamientos de la región (el informe "Basta Ya" da cuenta de 5,7 millones de personas que sufrieron desplazamiento forzado, 220.000 muertos y más de 25.000 desaparecidos en un marco donde hubo más de 30.000 secuestros); y v) las Fuerzas Armadas y la Policía de Colombia, en su actuar, han debido centrarse en combatir este enemigo interno con determinados métodos, algunos de los cuales han sido objetados por las normas del Derecho Internacional y organismos de distinto nivel. Por ello es una tratativa con elementos de altísima complejidad que hace lógico dudar de su éxito. Sin embargo, hay varias y buenas razones para apostar a un escenario de avances en el proceso.
Fundamento mi opinión en hechos irrefutables: i) ambas partes se han convencido de que la mantención de sus estrategias no los llevará al logro de objetivos; las Farc no alcanzarán el poder mediante la vía armada y el gobierno, mediante la solución militar, no aniquilará la resistencia de las Farc; ii) las negociaciones han avanzado y exhiben logros importantes en una agenda de seis puntos, donde ya hay acuerdos en tres temas (agrarios, control de droga y participación política de la guerrilla); iii) una mayoría en Colombia ha asumido que las potencialidades del país se multiplican si se termina el conflicto; iv) las difíciles negociaciones han superado momentos críticos (el último fue la devolución por las Farc de un general secuestrado); y v) la reanudación de las negociaciones está centrada ahora en el núcleo del problema, radicado en la búsqueda de acuerdos para la entrega de armas, el tratamiento de las víctimas y el fin del conflicto.
Las esperanzas más fundadas las visualizo en distintos actores de estos procesos. Distingo un genuino anhelo de terminar el ciclo de violencia. Es creciente el consenso en la necesidad de alcanzar una cohesión de país, más allá de diferencias que perdurarán. Se ha incorporado a las víctimas de uno y otro sector como eje de aquello que todos deben proteger. Aunque aún débilmente, unos y otros van asumiendo sus responsabilidades. Se han ido encontrando espacios para construir una memoria histórica y he sido testigo de la voluntad para sentar las bases de la no repetición. Cuando esos signos resultan evidentes creo que la mirada optimista supera al pesimismo paralizante. De lograrse la paz, ganará Colombia y también nuestra región.