Próximo a cumplir dos años en el ejercicio de su cargo el ministro Máximo Pacheco exhibe logros relevantes y se ha planteado objetivos interesantes. Lograrlos exige aunar voluntades venciendo barreras endémicas que han impedido a Chile avanzar en esta área. De allí la necesidad de resumir algunas ideas que pueden contribuir a ello.
El dinamismo que ha adquirido el sector energía se sintetiza en el reciente informe de la Corporación de Bienes de Capital (CBC). Allí se da cuenta que al año 2019 la inversión privada en proyectos de energía en Chile alcanzaría los US$ 16.232 millones, lo que significa un aumento de un 5,5% si se le compara con el trimestre pasado. La energía se constituye, con estas cifras, en el motor de la inversión privada en el país.
A su vez, un informe de Sofofa referido a los proyectos de energía que se publicó en septiembre de 2015, da cuenta del aumento de proyectos y montos que alcanza el sector en el país. Allí se establece que desde 2012 con una inversión de US$ 60.171 millones (en un poco más de 200 proyectos, entre inversión activa y detenida) se avanzó en septiembre de 2015 a US$ 106.621 millones en un total de más de 400 proyectos. A no dudar el esfuerzo de múltiples actores va arrojando resultados. Las buenas noticias provenientes de este sector contrastan con escenarios de otros donde no es posible identificar avances tan esperanzadores.
Nuevos objetivos, planteados recientemente, constituyen desafíos significativos. Se trata de la decisión de abordar el tema de la integración energética a nivel regional o sub regional y muy fundamentalmente con los países vecinos. Con respecto a la integración energética con el Perú, el ministro Pacheco establecía hace algunos meses que ella se concretaría en fecha cercana al 2021 y que un proyecto de una línea entre Tacna y Arica estaría operativo un par de años antes.
En la misma idea de integración energética vecinal, los avances con Argentina resultan más significativos. A fines de enero pasado se reunieron en Buenos Aires el ministro Pacheco y su par argentino Juan José Aranguren. Allí se dio cuenta de tres acuerdos muy importantes. En virtud de ellos Chile comenzaría a exportar, a partir del próximo mayo, al menos 5,5 millones de metros cúbicos al día de gas natural a Argentina. Adicionalmente ambos ministros avanzaron ideas de suministro de energía eléctrica desde el norte de Chile, a través de la línea ya construida entre la provincia argentina de Salta y Mejillones. Finalmente, un tercer acuerdo se refiere a materias de exploración en gas natural y petróleo que incluirían nuevas inversiones chilenas en el yacimiento del área de Magallanes.
A no dudar, el escenario descrito contrasta mucho con aquel que conocimos cuando la integración energética sufrió un duro revés con consecuencias muy lamentables para nuestro país. Independiente de esa fallida experiencia se coincide en las ventajas para Chile de integrarse regionalmente no solo en energía. Decirlo resulta fácil, hacerlo es más complejo. Como en la etapa que vivimos se trata de actuar, no debemos olvidar que todo proceso de integración exige un reparto justo y equitativo de los beneficios y la certeza jurídica y política que los acuerdos se cumplirán. Trabajar en ello llama a distintos actores donde el mundo de la academia y el conocimiento puede y tiene la voluntad de hacer un aporte significativo.
Fuente: Diario Financiero