Por Jorge Sahd K.
A los dos los unió un profundo amor por el país y la formación de las generaciones jóvenes de universitarios. Los dos tuvieron un rol influyente en las políticas públicas y el desarrollo de Chile. Uno, como académico de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la UC, decano por casi dos décadas, economista del Banco Central, columnista e integrante de diversas comisiones del Estado. El otro, como profesor por más de 50 años de Derecho Procesal en la Facultad de Derecho UC, decano por dos períodos, prorrector y ministro de Estado. Uno fue un importante promotor de la institucionalidad económica de Chile, basada en la libertad económica, la iniciativa privada y el rol subsidiario del Estado. El otro, siendo protagonista en conflictos tan relevantes como el del Canal Beagle, que culminó con la firma del Tratado de Paz y Amistad entre Chile y Argentina.
Me refiero a los profesores Francisco Rosende y Jaime del Valle, quienes dejan un profundo legado de servicio público para cientos de economistas, abogados y personas dedicadas a las políticas públicas que pasaron por sus aulas. Ambos le dieron máxima prioridad a la formación de sus alumnos y siempre procuraron vincular a los jóvenes con la solución de las grandes problemáticas del país. Rosende, a través de su pasión por la economía y las políticas públicas; del Valle, por medio de la justicia y el derecho.
No tuve el honor de ser alumno del profesor Rosende, pero emociona ver su capacidad de formar cientos de líderes y autoridades que han guiado los destinos del país. Prueba de eso, es el vínculo que logró generar no sólo con sus estudiantes chilenos, sino también con los cientos de latinoamericanos que hoy ocupan posiciones en los ministerios de hacienda, bancos centrales y otras instituciones, todos formados bajo el rigor académico y el respeto por el “dato”, donde las políticas públicas, basadas en evidencia, debían ser el soporte frente a la excesiva ideología. Su sello formador puede resumirse en una de sus grandes frases: “Así como los países progresan haciendo mejores políticas, la durabilidad del progreso atraviesa por convencer a las mejores cabezas de la juventud para que se involucren en las políticas públicas”.
El profesor del Valle, de quien sí tuve el privilegio de ser su alumno, también tuvo como sello la formación de las futuras generaciones. Su amor por Chile y pasión por la justicia lo llevaron a dedicar gran parte de sus vida al trabajo universitario y sector público. De un gran sentido del humor y fuente inagotable de anécdotas, don Jaime nos enseñó que la vida había que “gastarla”, que no bastaba con pasar por la universidad, sino que había que comprometerse con el futuro del país. La ética profesional y el trabajo bien hecho fueron conceptos que transmitió a las más de 50 generaciones de estudiantes. Quizás su mayor enseñanza la dio a través de su testimonio de vida, donde como jóvenes nos impresionaban sus historias como ministro de Justicia, de Relaciones Exteriores y otras múltiples posiciones públicas. Siempre nos instó que los futuros abogados debíamos servir al país, más allá si fuese desde el sector privado o público.
Los dos profesores demostraron que la docencia y el trabajo universitario son una forma de servicio público, quizás silenciosa, pero profunda y vital para el desarrollo de Chile. Fueron académicos insertos en la realidad contingente, que transmitieron la necesidad que la gente joven se involucrara en la solución de los grandes problemas. Ambos entendieron que la primera responsabilidad de un profesor es la formación de sus alumnos. Por eso, a pesar de sus múltiples obligaciones, nunca dejaron la docencia. Para uno, con la enseñanza de teoría macroeconómica; para el otro, con sus clases de derecho procesal.
Para el país y la Universidad, la partida de estos dos maestros constituye una sensible pérdida. Su testimonio de servicio y compromiso con Chile debe ser una inspiración para las nuevas generaciones. Hasta pronto profesores. Gracias por su enorme contribución y por la formación de cientos de jóvenes. Que descansen en paz.
FUENTE: Diario Financiero