Durante los peores momentos del sitio de Alepo que culminó con la caída del sector este de la ciudad en manos de las tropas gubernamentales sirias apoyadas por Rusia e Irán, Naciones Unidas a través de su portavoz Jens Laerke, señaló que en Alepo se ha producido un “colapso completo de la humanidad”.
Las imágenes dantescas de miles de civiles y combatientes rebeldes atrapados en las zonas sitiadas de Alepo y tratando de huir del asedio impactaron a la humanidad y son el reflejo más cruel de una guerra que en casi seis años ha provocado la muerte de más de trescientas mil personas, una destrucción indescriptible y masivos desplazamientos de poblaciones civiles asediadas por el conflicto.
La comunidad internacional organizada y, en particular, del Consejo de Seguridad, órgano de Naciones Unidas encargado de mantener la paz y la seguridad internacionales, ha sido incapaz de detener la guerra en Siria y evitar la intervención decisiva de Rusia e Irán en apoyo de la dictadura de El Assad.
La Rusia de Putin se ha convertido en el árbitro del futuro de Siria. Así, al margen de Naciones Unidas, de los Estados Unidos y demás potencias occidentales, recientemente bajo los auspicios de la misma Rusia y Turquía se ha convenido una frágil tregua, la tercera durante los años de conflicto, entre las fuerzas gubernamentales y los rebeldes, en espera de inciertas futuras conversaciones de paz el 20 de enero en Astaná, capital de Kazajistán.
Por otra parte, tampoco la comunidad internacional organizada ha sido incapaz de impedir en Siria las graves infracciones a los principios básicos del Derecho Internacional Humanitario que establecen que en un conflicto armado debe respetarse a la población civil como asimismo debe permitirse la asistencia humanitaria a todas las víctimas de ese conflicto.
En efecto, no puede olvidarse las graves dificultades que tuvo el Comité Internacional de la Cruz Roja y otras organizaciones por abrir corredores humanitarios a fin de permitir la asistencia y salida de los civiles y combatientes atrapados en Alepo e impedir de esta forma las masacres de civiles desarmados y la ayuda a las víctimas.
La paradoja de todo esto es que los tratados internacionales más ampliamente ratificados por los Estados están constituidos por los Convenios de Ginebra de 1949 y sus dos Protocolos Adicionales de 1977, pilares fundamentales del Derecho Internacional Humanitario.
El drama de Alepo nos ha mostrado la insuficiencias en la materia y nos debe llevar a una reflexión sobre la necesidad de impulsar la existencia de una efectiva institucionalidad internacional de carácter humanitaria que sea autónoma y no dependiente de condicionamientos de carácter político, capaz de desplegarse rápidamente y en forma independiente de la voluntad de las partes, en auxilio y protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales.
El “colapso de la humanidad” en Siria no puede repetirse.
FUENTE: Diario Financiero