Iniciamos un nuevo año y es importante que asumamos con fuerza un tema mundial. Aumento de la sequía y de la desertificación, lluvias torrenciales que generan inundaciones y aluviones como nunca antes vistos, incendios forestales devastadores, derretimiento de glaciares y pequeñas islas que corren el riesgo de desaparecer son algunos de los impactos más evidentes del cambio climático. Lo anterior tiene efectos también, entre otros ámbitos, en la producción de los alimentos, el aumento de enfermedades infecciosas y los flujos migratorios.
La evidencia científica es concluyente. En el Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de 2013 se constatan, entre otros elementos, los siguientes: a) La influencia humana en el sistema climático es clara. En este sentido los estudios muestran con un altísimo grado de certeza que la causa preponderante del calentamiento global observado a partir de la mitad del siglo XX es la actividad humana, b) el calentamiento en el sistema climático es inequívoco, c) muchos de los cambios observados no han tenido precedente en los últimos tiempos, d) las emisiones continuas de efecto invernadero causarán un mayor calentamiento y nuevos cambios en todos los componentes del sistema climático y e) para contener el cambio climático será necesario reducir en forma sustancial las emisiones de gases de efecto invernadero.
En este marco se encuentra el Acuerdo de París del 12 de diciembre de 2015 sobre Cambio Climático.Tiene por objeto reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático y para ello se postula mantener la temperatura media mundial debajo de los 2°C con respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5°C con respecto a los niveles preindustriales, reconociendo que ello reducirá considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático. También se postula aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y a promover la resilencia al clima y a un desarrollo con bajas de emisiones de gases de efecto invernadero, de un modo que no comprometa la producción de alimentos y situar los flujos financieros con un nivel compatible con un desarrollo resilente al clima y con bajas emisiones de gases de efecto invernadero.
Para lograr este objetivo las partes deben comunicar, en forma periódica, las contribuciones a nivel nacional y procurar adoptar medidas de mitigación con el fin de alcanzar los objetivos de esas contribuciones.
El planeta enfrenta una amenaza global que requiere de una respuesta contundente y unida de la comunidad internacional. En esa dirección va precisamente el Acuerdo de París. Se trata de un compromiso urgente que debemos asumir también como humanidad con las futuras generaciones. Para ello no sirven las miradas cortoplacistas, sino que es necesario tomar cabal conciencia del enorme desafío que enfrentamos como parte de la especie humana que habitamos en nuestro planeta tierra.
Estamos aún a tiempo de reaccionar. Debemos hacerlo.