HANGA ROA | La pesca industrial y la creciente rivalidad entre China y Estados Unidos empiezan a agitar las aguas de Oceanía.
Existen islas tan remotas que para aparecer en los mapas de los países a que pertenecen se incluyen en pequeños rectángulos fuera de toda escala y sin ninguna referencia de contexto. Así figura Isla de Pascua o Rapa Nui: un triángulo de tierra dentro de un cuadro de bordes bien definidos. Pero, cuando se recorren sus verdes colinas y se mira el horizonte quebrado de vez en cuando por sus moáis, es difícil pensar en un marco capaz de dejar afuera todos desafíos que hoy enfrenta la isla: desde flotas pesqueras hambrientas a la rivalidad de las grandes potencias que empieza a trasladarse al Pacífico Sur.
Cuando se acerca el aniversario de su anexión a Chile, el próximo 9 de septiembre, el busto despintado y polvoriento del comandante Policarpo Toro en el centro del poblado de Hanga Roa poco ayuda a recordar la visión estratégica de este marino chileno que materializó la incorporación de este territorio de ultramar y situó al país para siempre en Oceanía. El comandante Toro, que venía de participar en la Guerra del Pacífico y servir en la Royal Navy en un período de fuerte expansión del imperio británico, aseguraba en 1886 que esta posesión iba a ser una “magnífica estación naval para su pequeña pero importante marina” y argumentaba que así se evitaría “que una potencia extranjera, tomando ión de ella, nos amenace desde allí, en las futuras emergencias en que pudiera hallarse Chile u otra de las repúblicas sudamericanas”.
Tareas y medios
En una pantalla dentro de la Gobernación Marítima de Pascua, una pulcra casa de tablas de madera y techo de pizarreño —lo más cercano a una estación naval—, pequeñas flechas verdes representan a enormes barcos pesqueros que se agolpan en un límite amarillo que marca las 200 millas marítimas en torno a la isla. Un barrera virtual, puesto que las masas de peces pasan de un lado a otro y que esas naves solo aparecen si deciden mantener encendidos sus transmisores de posición. Si bien en estos días la fragata “Lynch” patrulla la zona para cerciorarse de lo que aparece en pantalla sea verdad, los medios permanentes para vigilar la isla y los miles de kilómetros de aguas cuadrados a su alrededor parecen ser hoy inversamente proporcionales a las áreas que deben cubrir y sus múltiples tareas. La Armada cuenta con 54 efectivos y una lancha tipo Arcángel, la “Tokerau” (viento en rapanuf), que ruge fuerte cuando se recorre la costa de la isla, pero que no puede pensar en alejarse hacia las 200 millas.
A la Fuerza Aérea no le va mucho mejor. Tiene seis uniformados (un solo piloto entre ellos) y dos aviones Skymaster —un modelo de los años sesenta—, que a la hora de levantar vuelo no pueden perder contacto visual o radial con la torre de control de Mataveri. Esos mismos militares y aparatos tienen frente a sus narices al área marina protegida más grande de América Latina, con 72 millones de hectáreas (lo que incluyen al parque Motu Motiro Hiva), y deben efectuar misiones de búsqueda y rescate si se presenta una emergencia. “(Rapa Nui) debería tener a lo menos dos patrulleros oceánicos para que vigilen la zona económica exclusiva.
En esta zona tenemos también las 200 millas marítimas del territorio y la zona de rescate. Con menos de dos patrulleros es muy difícil cumplirlo”, reconoce el ministro de Defensa, Alberto Espina, en diálogo con “El Mercurio”, y quien recalca que se debe impedir un “grave daño al patrimonio océanico de Chile”. “No es posible que no podamos contar con un avión que nos permita cumplir con la polivalencia adecuada que se requiere para el cuidado de nuestros recursos naturales, el resguardo de nuestra soberanía y el traslado de los casos de emergencia de pasajeros”, agrega. Explica que, por ahora, se pretende tener un helicóptero totalmente equipado y así empezar a enfrentar el déficit de medios que heredaron. Si bien Espina aclara que los refuerzos no llegarán de la noche a la mañana y será un proceso gradual, enfatiza que para el gobierno del Presidente Sebastián Piñera la isla es una prioridad, como se evidenció con la propuesta para adoptar el nombre oficial de Rapa Nui, el nuevo límite a la población y la creación del Consejo del Mar. Pero es sabido que en Pascua los cambios no son fáciles. A diferencia de la Fuerza Aérea, que ya cuentacon una amplia pista para recibir nuevas unidades —aunque necesitaría más hangares—, la isla no tiene un muelle que permita mantener patrulleros permanentes y de paso facilitar tareas de carga.
“Yo soy un convencido de que Rapa Nui requiere de un fortalecimiento muy importante de los medios que tiene la defensa para cumplir las funciones que le corresponde. Y si es necesario construir un muelle, yo creo que es-
to hay que enfrentarlo directamente con la ciudadanía y consultarlo”, asegura el ministro tras reunirse con distintos representantes de la comunidad y asistir a un operativo médico de la FACh.
Triángulo polinésico
Si se levanta la mirada hacia el oeste solo se verá la infinitud azul del Pacífico. Pero si se trazan dos líneas imaginarias desde isla de Pascua hacia Hawai y Nueva Zelandia tomará forma el triángulo polinésico, un enorme espacio oceánico que alberga un millar de islas, algunas naciones independientes, otras subordinadas. Lo mismo si se sigue avanzando más allá, aparecerán la Melanesia y Australasia. Aparte de compartir raíces étnicas y lingúísticas comunes, estos territorios están empezando a quedar envueltos en la rivalidad entre Estados Unidos y China, las dos potencias del Pacífico que tienen comportamientos marítimos muy distintos y que hoy libran una guerra comercial. Recientes reportes de prensa empiezan a pintar un cuadro inquietante. Incapaz de pagar préstamos por 116 millones de dólares, Tonga pidió a China perdonar el pago de la deuda, que equivale a un cuarto de su PIB.
La negativa fue rotunda y ahora teme un congelamiento de activos. El turismo en Palau prácticamente colapsó cuando Beijing la declaró como un destino prohibido por tener nexos con Taiwán. Y en Vanuatu, los chinos están construyendo un nuevo muelle, que sería demasiado grande para los fines comerciales de sus 40.000 habitantes, lo cual hizo sembrar rumores sobre una eventual base naval. El temor que se empieza a incubar en Occidente y sus aliados es que estas pequeñas naciones insulares —todas la cuales tienen un voto en foros como las Naciones Unidas y son dueñas de vastas reservas pesqueras— queden sobreendeudadas y a merced de China. Según Michael Wesley, profesor de Asuntos Internacionales y decano del Departamento del Asia y del Pacífico de la Universidad Nacional de Australía, existe una “sensación de alarma” en el Pacífico por cómo las actividades económicas de Beijing, sobre todo el financiamiento de infraestructura —desde palacios presidenciales a puertos—, están empezando a ampliar su influencia.
Recalca que, ante este desafío, países como Australia y Chile tienen la oportunidad de trabajar juntos para fomentar la cooperación para desarrollar la seguridad naval en el área. “Tenemos un interés mutuo en asegurarnos que las islas del Pacífico permanezcan democráticas, libres, basadas en el estado de derecho, y esas cosas. Creo que es importante que los países con mentalidades parecidas se involucren en el Pacífico. Mi impresión cuando voy al Pacífico Sur es que, si bien no hay una gran admiración por China, se reconoce que tiene mucho dinero y algunos gobiernos piensan que es una forma fácil para construir infraestructura. Pero no veo ningún apetito por moverse lejos de sistemas liberales democráticos. Ayudar a que se mantengan y ayudar a algunos países en sus desafíos de desarrollo está en el interés de todos”, dice Wesley a “El Mercurio”, uien en Santiago participó en activides del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica.
En este sentido, un reporte de Reuters anunció el miércoles que Estados Unidos, Australia, Francia y Gran Bretaña abrirán nuevas embajadas en el Pacífico Sur, aumentarán los niveles de personal y comprometerán más ayuda para los líderes de las naciones insulares, Y ahí está Isla de Pascua, otra vez. Una plataforma para insertarse en los asuntos de Oceanía. Si bien la embajada chilena en Nueva Zelandia cumple funciones concurrentes en Fiji, Samoa, Tonga y Tuvalu, fuentes cercanas al tema sostienen que, si se trata de dar un impulso diplomático, Rapa Nui puede servir de puerta de entrada para que Chile se vincule como “socio de diálogo” al Foro de Islas del Pacífico, la principal organización panregional. En un señero artículo de 1885, titulado “El reparto del Pacífico”, en el primer número de la Revista de Marina, Benjamín Vicuña Mackenna invitaba a tomar posesión de la isla de Pascua y se quejaba entonces de la falta de visión del Estado chileno frente a otros países más proactivos en estas aguas. “Se deja ver que nuestra ambición no es grande”, reclamaba entonces Vicuña Mackenna, con palabras que suenan hoy como una interpelación ante los nuevos desafíos de Rapa Nui y del Chile oceánico.
Fuente: El Mercurio