Opinión

Brasil: elección marcada por la polarización

Este domingo 7 de octubre Brasil celebra la elección presidencial más compleja, volátil, polarizada e impredecible de su historia democrática. El drama ha estado presente en estas novenas elecciones presidenciales desde el retorno de Brasil a la democracia en 1985. Mientras el candidato que tenía la mayor intención de voto (39%), el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, lider del Partido de los Trabajadores (PT) terminó en la cárcel (por corrupción) y fue inhabilitado por la Justicia Electoral para competir, el otro candidato, el ultraderechista Jair Bolsonaro, lider del Partido Social Liberal (PSL), que ocupaba en ese momento el segundo lugar en las encuestas, fue apuñalado el pasado 6 de setiembre y, desde esa fecha y hasta el 29 de setiembre, debió permanecer internado en un hospital. Más que los comandos de los partidos, estas elecciones tuvieron como centros neurálgicos la carcel y el hospital.

El contexto 

Brasil llega a estas elecciones con una triple crisis: política, económica y social. El sistema político está deslegitimado. La credibilidad en los partidos es baja, como lo es la confianza en el actual presidente, Michel Temer, cercana al 5%. La corrupción es escandalosa y la inseguridad es alarmante: 64 mil homicidios anuales. El crecimiento económico es mediocre (1.2%), el desempleo está por las nubes: 13 millones de personas, y el déficit fiscal es abultado (7% del PIB).

Para hacer frente a este complejo contexto económico, los dos principales candidatos tienen propuestas antagónicas. Bolsonaro propone una agenda ultraliberal, un amplio plan de privatizaciones, flexibilización laboral y reformas al sistema de pensiones. La agenda de Haddad, por el contrario, pone su acento a una vuelta al gasto público como principal motor para reactivar la economía y el empleo.

Unas elecciones complejas

El 31 de agosto, el Tribunal Supremo Electoral le aplicó a Lula la ley de “ficha limpia” –regulación que establece que toda persona que ha sido condenada en segunda instancia no puede competir en un puesto de elección popular-, y lo dejó fuera de la carrera presidencial. Lula escogió entonces a su candidato a la vicepresidencia, Fernando Haddad, ex alcalde de Sao Paulo, como su sucesor. La estrategia dirigida a transferir la mayor cantidad de votos de Lula a Haddad logró su objetivo: la intención de voto de Haddad subió del 4% al 22 %.

Por su parte, el apuñalamiento que Bolsonaro sufrió le produjo más beneficios que perjuicios, ya que si bien lo obligó a permanecer hospitalizado por varias semanas, el atentando también lo victimizó, lo cual trajo como consecuencia que su intención de voto creciera del 22 al 35%.

Bolsonaro, es un militar retirado ultraderechista, con una larga carrera parlamentaria, que concentra en su persona todos los males: racista, misógeno, machista y golpista. Su candidato a vicepresidente es el general retirado Hamilton Mourao.

La candidatura de Bolsonaro y la creciente y preocupante presencia de los militares en estas elecciones es el resultado, entre otros factores, de la profunda crisis que atraviesa el sistema de partidos, el incremento del apoyo a un lider autoritario y anti-sistema, y el profundo malestar social que existe en amplios sectores de la población. Según datos de Ibope, el 77 de los brasileños opina que es necesario un lider fuerte para hacer los cambios que sean necesarios; el 51% está de acuerdo que Brasil necesita lideres autoritarios, y el 30% está preparado para votar a un candidato nuevo que venga de fuera de la politica tradicional.

Ultimas encuestas y escenarios

El electorado acudirá a las urnas para expresar, más que un voto de apoyo un voto de rechazo (en contra del PT o en contra de Bolsonaro). Por ello las principales opciones de centro (de centro izquierda: Ciro Gomez, de centro: Marina Silva, y de centro derecha: Gerardo Alckim) fracasaron en su intento de romper la fuerte polarización.
La última encuesta de Datafohla, del 4 de octubre, confirma esta tendencia. A tres días de las elecciones, Bolsonaro seguía creciendo y lideraba las encuestas con un 35% de intención de voto, seguido de Haddad con el 22%. Los otros tres principales candidatos (de un total de 13) quedaron muy relegados: Ciro Gomes (PDT) 11%, Geraldo Alckmin (PSDB) 8%, y Marina Silva (Rede) 4%.

Si bien todos los escenarios están abiertos, ya que según Datafohla el 28% de los electores declara que podría cambiar su voto a último momento, estos son los resultados que veo con mayor probabilidad para este domingo:

1. Habrá necesidad de ir a una segunda vuelta (el 28 de octubre) para definir la presidencia ya que ninguno de los candidatos obtendrá más del 50% de los votos validos. Y este balotaje será disputado entre Bolsonaro y Haddad, candidatos que comparten un importante nivel de rechazo (45% el primero y 40% el segundo) y que aparecen empatados de cara a la segunda vuelta.

Empero, la volatilidad que caracteriza a este proceso no permite descartar una sorpresa de último momento, que le permita a Bolsonaro (gracias al voto útil al cual ha venido apelando insistentemente durante los últimos días) ganar en primera vuelta.

2. De manera concurrente con las elecciones presidenciales, los brasileños elegirán este domingo la totalidad de la Cámara de Diputados (513), dos tercios del Senado Federal (54), diputados estaduales y gobernadores. El Congreso, a diferencia del Presidente, quedará electo en la primera vuelta y, similar al actual, tendrá un importante nivel de fragmentación lo cual hará compleja la gobernabilidad.

3. Reflexion final

Estas elecciones, de gran importancia no sólo para Brasil sino también para toda la región, cierran la intensa maratón electoral de 2018, caracterizada por la celebración de seis elecciones presidenciales (Costa Rica, Paraguay, Venezuela, Colombia, México y Brasil), cuyos resultados están reconfigurando el mapa político latinoamericano.

El alto grado de fragmentación del Congreso, sumado al desprestigio del sistema político, un desafiante escenario económico, un contexto social plagado de conflictos y una sociedad crispada y polarizada, determinan que el nuevo mandatario deberá articular una amplia coalición que, además de garantizarle gobernabilidad, le permita avanzar con una agenda de reformas estructurales (política, fiscal, tributaria, laboral y de pensiones) dirigida a recuperar la credibilidad en las instituciones políticas, sanear la economía, mejorar su competitividad y retomar el crecimiento económico.

Fuente: Estrategia y negocios