¡Qué año más duro, este que terminó! Partimos con la visita del Papa, que acabó por destapar muchas cosas feas en la Iglesia Católica, que han minado su credibilidad y favorecido el notable aumento de la increencia en el país. A continuación vino Carabineros. Una institución que aparecía como intocable, aparece involucrada en turbios manejos económicos, en mentiras reiteradas y en auténticos abusos de poder. Como en el caso anterior, los que han cometido delitos son una minoría, pero esa sucesión de malos manejos siembra la desconfianza y, aunque sea injusto, se presta a generalizaciones y dudas.
Tampoco el Ejército ha permanecido indemne. Se han hecho públicas irregularidades económicas que no se condicen con lo que se espera de unas personas que han jurado dar la vida en defensa de la patria.
A lo anterior hay que agregar la creciente desconfianza en las instituciones políticas, que sirve de pretexto para que algunos busquen resolver sus problemas fuera de la legalidad -muchas veces con violencia-, sea en escuelas, en puertos o en otros sectores de la vida nacional.
Tampoco faltan graves problemas en la comunidad internacional. Los derechos humanos en Latinoamérica han empeorado notablemente, debido a la acción de los gobiernos de Venezuela y Nicaragua; se difunde el populismo; el Brexit plantea graves dilemas a los británicos, y las relaciones entre los EE.UU. y China tienen al mundo entero en una permanente inquietud.
Al mismo tiempo, no faltan signos de esperanza. Todo indica que la crisis de la Iglesia ha hecho despertar a los laicos y ha llevado a los católicos a centrarse en lo fundamental: la figura de Jesús. En el caso de Carabineros, existe un acuerdo generalizado para modernizar la institución, y todo hace pensar que se alcanzarán los consensos que implican las modificaciones legales que serán necesarias.
En otras materias hay todavía bastante terreno por avanzar. Los problemas que sufre nuestro país (niños vulnerables, delincuencia, situación de La Araucanía, mala calidad de la educación y la salud, etc.) solo se podrán enfrentar si existe amistad cívica. Esto exige tanto del gobierno como de la oposición actitudes generosas y sentido patriótico. En un año internacional confuso, Chile debe apostar por el multilateralismo y hacerse presente en el mundo global. La APEC y la Cumbre sobre Cambio Climático constituyen una oportunidad para ayudarnos a pensar con categorías más amplias.
Los chilenos no queremos que nuestros políticos se enreden en pequeñeces y les pedimos un esfuerzo especial para enfrentar con altura de miras el año 2019.
En todos estos campos, el humanismo cristiano tiene mucho que aportar. Al poner el centro en la dignidad humana constituye un buen antídoto en contra del populismo, fomenta las actitudes colaborativas y rechaza decididamente la “sociedad del descarte” que algunos pretenden imponer.
Fuente: La Tercera