Han abierto la Caja de Pandora. No cabía duda que Theresa May perdía su propuesta de acuerdo con el resto de la Unión Europea. No tenía ninguna posibilidad, porque se le olvidó hacerlo con su base de apoyo, pero también porque se le estaba pidiendo un imposible: administrar lo absurdo. Todo el problema surge por un irresponsable llamado a un referéndum para decidir si continuar o no. La antesala, el primer test donde la postverdad pudo más que cualquier dato real o evaluación moderada de lo que era la experiencia que los había unido al resto del continente desde 1973.
Es verdad que recurrieron a toda artimaña para lograr su objetivo. Sin embargo, el problema no fueron esas minorías en el extremo de la ultra derecha quienes tuvieron la culpa. Fue el mal manejo de la administración de David Cameron, quien pensó que era un tema seguro para resolver su mal romance con Europa. Era imposible que la mayoría de la población siguiera la quimera del camino propio. La derrota les pegó en la cara. Se cayó en el populismo y se cedió a las presiones de los márgenes, en vez de dar conducción al proceso democrático para el cual habían sido electos, y con el que contaba con mayoría sustancial.
Algunos podrán argumentar que la voluntad soberana se manifestó sin presión alguna, y que, por tanto, los lamentos de hoy no son justificados. Sin embargo, cuando es una campaña mal llevada, llena de mentiras y medias verdades, lo que en realidad ocurre es embaucar a la población en un camino sin sentido ni retorno. Hoy, todas las encuestas serias sostienen que la población está arrepentida y que votaron sin saber las verdaderas consecuencias de sus decisiones.
Reino Unido también se enfrenta a una clase política que no sabe qué hacer con el fruto de su decisión. Un trillón de dólares se han ido de la economía local hacia otros destinos, dentro y fuera de Europa. Las consecuencias para la ciencia y tecnología, amén para las universidades británicas son aún inconmensurables. Aquellos que estaban más involucrados con la salida de la UE pueden ser además los más castigados, ya que se pierden empleos, programas sociales y otros. Es decir, la responsabilidad de los líderes políticos en una democracia representativa es saber conducir, hacerse cargo y no simplemente mirar para el lado.
Cuando se piensa en la responsabilidad de lo ocurrido, no solamente es poner en riesgo la presencia europea del Reino Unido. Pensemos en lo que significa establecer nuevamente una frontera entre las dos Irlanda. Fueron décadas de dolor, por un enfrentamiento sectario entre dos comunidades que terminaron con los famosos acuerdos de Viernes Santo, hace ya casi dos décadas. Es eso lo que se pone en peligro por no pensar bien las cosas antes. Es decir, la labor del político incumplida en una nación que tiene a la democracia, los derechos humanos y la libertad como su principal virtud. Una lección para todos los demás en el mundo. Es hora que acá también nos preocupemos de cuidar lo que tenemos y no darlo por garantizado.
Fuente: La Tercera