La llegada de Teodoro Ribera al Ministerio de Relaciones Exteriores es una buena noticia porque es una persona que sabe de Política Exterior. Este hecho debe ser valorado por los actores políticos y nos permite pensar en conjunto acerca de las necesidades del Servicio Exterior y su éxito. A su vez, es un momento clave para poder sentar las bases de una recuperación del perfil internacional de Chile.
Estos no son tiempos fáciles. El ministro Ribera debe ser quien pueda, al interior del gobierno, reconstruir una mirada de Estado a la voz de Chile. En materia regional, el tema de Venezuela es un asunto relevante. El apoyo al fin del régimen de Nicolás Maduro no puede ser a costa de apoyar salidas no democráticas o violentas.
Frente a la posibilidad de populismos de extrema derecha o extrema izquierda que surjan en la región no se puede ceder. Chile debe siempre continuar manifestando su adhesión estricta a estados de derecho democráticos y la plena vigencia de los derechos humanos. En ese marco, Latinoamérica debe ser la prioridad, incluyendo el respeto a los migrantes y la mejora de las condiciones de vida de los más desposeídos. La defensa de las libertades públicas no es un asunto abstracto.
Por su parte, la guerra comercial entre Estados Unidos y China no nos puede dejar indiferente. Somos defensores de la libertad económica y el comercio justo entre las naciones. Subsidios y aranceles onerosos, trabas para el tránsito de bienes y la prohibición de servicios parecían del pasado; hoy vuelven en manos de quienes prefieren la defensa corporativa de intereses grupales. Chile no puede cambiar su actitud. Debemos tener las mejores relaciones con los norteamericanos. Somos aliados en muchos ámbitos, pero también debemos ser firmes en defender propósitos que ellos mismos han promovido por años.
Lo mismo frente a las futuras cumbres de APEC y COP25 que serán celebradas en nuestro país. Es la oportunidad para que mostremos nuestro compromiso con el Asia-Pacífico. Podemos ser la puerta de entrada a la región para países de América Latina y de Europa, siempre que seamos capaces de mantener relaciones fuertes con contenido político y no solamente comercial. También es la oportunidad para que en una reunión tan relevante para el futuro de nuestro planeta firmemos de una buena vez el Acuerdo de Escazú. No es aceptable que propongamos reuniones globales a un alto costo para el país en su organización, y por otra, no nos comprometamos con el contenido mínimo que se han dado las naciones del continente para con el medioambiente.
Como vemos la agenda internacional de Chile está llena de actividades y desafíos para el futuro. Requiere liderazgo y convicción. En ese espíritu le deseamos la mejor de las suertes al Canciller Ribera. Tenemos el convencimiento de que además de ser un hombre capaz, es alguien que escuchará a todos los sectores y con todos, reinsertaremos al país en la agenda internacional.