Opinión

Ejército europeo: hay que cruzar el Rubicón

El Presidente francés Emmanuel Macron y la canciller federal de Alemania Angela Merkel proclamaron conjuntamente la necesidad de un ejército europeo en noviembre de 2018 y el 22 de Enero de 2019 cuando se firmó el nuevo tratado Franco-Alemán el 22 en Aachen, Alemania destinado a reimpulsar las relaciones bilaterales y de la Unión Europea.
La definición comúnmente aceptada en nuestras democracias de un ejército, es la de una fuerza compuesta por tropas capaces de luchar, bajo la dirección de un comandante en jefe y por decisión de un poder político electo, de acuerdo con las reglas de combate establecidas, para defender un país. Así, nos podemos preguntar: ¿Existe un ejército europeo? No. ¿Se puede lograr en la próxima década? Probablemente no. Pero, ¿Deberíamos hablar de ello? Por supuesto que sí.

El surgimiento de Rusia y la voluntad de apartarse de los Estadounidenses retirándose de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), imponen que los veintisiete países de la UE pasen de la simple cooperación operativa e industrial a la integración progresiva de las herramientas de defensa.

Por ende, pueden contar con el apoyo de los pueblos europeos. Según el Eurobarómetro de la primavera de 2018, los europeos tienen en promedio un 75% para plebiscitar la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD). En 2007, el 79% de ellos quería que la PCSD fuera más independiente de los estadounidenses. Además, en el debate político, la denominación de “Ejército europeo” permiten aclarar como un objetivo, la defensa común, la cual debería unir a los pueblos europeos. Estas dos palabras son comprensibles para todos los ciudadanos de todos los países, lo que está lejos del caso de la PCSD, la Pesco (Cooperación Estructurada Permanente), el FED (Fondo Europeo de Defensa) o el CARD (revisión anual coordinada de Defensa).

Adicionalmente del problema de denominación, si la defensa europea se encuentra en un punto muerto es porque tiene veintisiete cerebros y un solo brazo, además atrofiado: la Política Común de Seguridad y Defensa. Hay que cambiar el método. Si tenemos miedo de los rusos cuando colectivamente gastamos tres veces más en defensa que ellos, es porque hay un problema con la estructura de nuestros gastos y no con la cantidad.

Sin embargo, la idea de un ejército común entre los países europeos teme al grande aliado de siempre: los Estadios Unidos. El presidente Trump está convencido de que la organización transatlántica (OTAN, creada en 1949 para contra influenciar la ola comunista en Europa) representa ahora solo una carga inútil para su país. Pero, de la misma manera que el presidente Trump se retiró del acuerdo de París, él hubiese podido sacar la OTAN de Europa. Sin embargo, no lo hizo, porque no le conviene tener una Unión Europea, militarmente autónoma toda vez que prefiere enfrentarse a los europeos en un orden disperso, como Julio César las tribus gálicas. Además, el Presidente Trump no puede pedir a los europeos que se defiendan mejor e impedirles tener más autonomía, incluida la autonomía industrial.

El ejército europeo, si existe un día, nacerá de la capacidad de los europeos para tomar de forma soberana, decisiones en el campo de la defensa y ejecutarlas. La idea de un ejército europeo no es la de una brigada Franco-alemana extendida a todo el continente y miles de tropas que marchan con el mismo uniforme. Es ante todo una cuestión política. Aquí está el verdadero desafío, como los demostraron varios temas (inmigración, moneda euro, política exterior, etc.).

Una defensa europea eficaz requiere que aprendamos a planificar, gastar, investigar, construir, comprar, apoyar y utilizar conjuntamente nuestras fuerzas armadas. En resumen, debemos pasar de una simple cooperación operativa e industrial a la integración gradual de nuestras herramientas de defensa. Este es el camino propuesto por la visión de un ejército europeo. Lo que no significa que cada Estado miembro abandone su pabellón y que los regimientos se fusionen.

Pero los métodos de financiación de este ejército desempeñarían un papel crucial. El caso de los gastos de la OTAN constituye un ejemplo sin precedentes del enfoque europeo de la planeación presupuestaria necesaria para un proyecto de este tipo. Se dice que el dinero es el nervio de la guerra. Aquí, esta citación toma toda su razón.