Todos hemos leído y escuchado en estos días la preocupación en torno a los datos personales y el control del Covid-19. Reconozco que se trata de aquello temas jurídicos relevantes que asoman cada cierto tiempo, como usas obviedades que se quedan al descubierto en épocas de crisis y que solo despiertan asombro e interés cuado se extreman ciertas discusiones públicas.
Eso es lo que ocurre con los datos personales. ¿Son una forma de control de las personas y sus movimientos, que permiten prevenir riesgos a la salud pública?, ¿o bien un control que afecta la autodeterminación del ser humano impactado su libertad y derechos? ¿Cuál ha sido la decisión de cada país? ¿Es posible afirmar que aquellos países que han sacrificado sus controles en torno a la autonomía del movimiento de sus ciudadanos han sido más exitosos en el combate a la pandemia?
Las respuestas son complejas, discutibles y demandan equilibrios. Sin embargo, debemos señalar que Chile es fundamental una legislación adecuada. Una protección de datos moderna y ajustada a estándares constitucionales, con un Estado responsable. Una información que tenga un valor colectivo y que sea tratada con fines específicos y de prevención en casos excesionalísimos, y que a su vez, sea un verdadero “código sagrado de conocimiento” que acompañe la memoria de las personas en su vida cívica para protegerlas frente a nuevos riesgos de la visa global. Por ello, es urgente concluir los esfuerzos de la ley de protección de datos con verdaderos derechos ARCO (acceso, rectificación, cancelación y oposición) y una institucionalidad responsable que los resguarde efectivamente.
Todos quisiéramos que cada vez esa experiencia en “modo coronavirus” cuando entregamos nuestro RUT, usamos una plataforma tecnológica para hacer una compra o solicitamos el salvoconducto para movilizarnos en tiempos de cuarentena, no significa información en vano que se entrega sin sentido en el tiempo y el espacio.
El coronavirus no ha expuesto a una revolución en varios frentes: el de la salud pública y el digital. Son los más evidentes.
Todos los días, desde que despertamos, usamos nuestros teléfonos inteligentes, los computadores, Ipad, o cuando salimos a la calle lo ponemos en evidencia.
Para ambas revoluciones necesitamos más cooperación internacional, mejor información, más inteligencia y valor en nuestros datos. Solo así estaremos más preparados para enfrentar nuevos desafíos que vendrán de la mano del conocimiento y la innovación.
Pongámonos a tono desde el Estado y el sector privado, y démosle la relevancia que tiene, culminando los esfuerzos legislativos de tantos y por años, en ese tema en donde es justo reconocer el esfuerzo del senador Harboe, quien le ha dado consistencia técnica al debate en el tiempo.