América Latina, el foco mundial de la pandemia del coronavirus, se esfuerza hoy en frenar los contagios y las muertes; conseguir ventiladores, mascarillas e insumos médicos, y entregar alimentos y productos básicos. Mientras que la pospandemia se ve oscura, con proyecciones económicas a la baja, comercio estancado, y amenazas de hambre y desempleo. Un escenario de desafíos y oportunidades para los organismos de integración regional. Una treintena de organizaciones políticas, económicas, sociales, comerciales, que en muchos casos se superponen y que llegan mejor o peor paradas a la pospandemia.
“La salud de los bloques en la región no es muy buena en este momento, Se encuentran en su punto más débil”, dice Michael Shitter, presidente del think tank Dialogo Interamericano, y agrega que “lamentablemente la pandemia solo ha agravado los mecanismos de integración, ya que cada país está mirando hacia adentro, sumamente preocupado con sus propios problemas”.
Los pronósticos apuntan en esa dirección. El Fondo Monetario Internacional (FMI) predijo en abril que la economía de América Latina caerá 5,2% este año, y que crecerá 3,4% en 2021. Mientras que la CEPAL proyecto para este año una caída del 5,3% para la región, un aumento del desempleo de 3,4% y un crecimiento de la pobreza de 4,4%.
Hay bloque se están mejor posicionados. “En teoría, algunos organismos como la Alianza del Pacifico deberían recuperarse más rápido que otros, tomando en cuenta la probable reactivación de Asia”, dide Shifter respecto del bloque constituido formalmente en 2012 por México, Colombia, Perú y Chile para comerciar con las economías asiáticas. China, país donde se originó la pandemia empezó con su reactivación y ya mira al otro lado del océano en busca de materias primas.
El principal obstáculo para la Alianza, dice el experto, es “la situación complicada en los cuatro países miembros”, y se detiene en México, la principal economía del grupo, que bajo el gobierno de izquierda de Andrés Manuel López Obrador “está comprometido con una política más nacionalista y no de mayor apertura”, y duda que “eso cambie por el resto de la administración vigente”.
Además de la pandemia, Chile y Colombia enfrentaron a fines del año pasado protestas sociales; mientras que en Perú, recién en marzo pasado asumió el nuevo Legislativo, más dialogante con el Presidente Martín Vizcarra que el anterior dominado por el fujimorismo, que impidió todas las reformas impulsadas por el gobierno.
El internacionalista uruguayo, Nicolás Albertoni, coincide en que la Alianza del Pacífico “puede ser una buena herramienta no solo restableciendo sus flujos comerciales y de inversiones con Asia”, sino también para trabajar “planes juntos de salida”.
El experto en política exterior latinoamericana apunta a las posibilidades que presenta el escenario actual: “este tipo de crisis que nos toca vivir requiere de salidas coordinadas. De aquí que los bloques regionales podrían ser una buena plataforma”.
Albertoni publicó a mediado de mayo una columna en The New York Times en la que abordó la “urgente modernización “, en este contexto de pandemia, que necesita otro gran bloque (en teoría) comercial: el Mercosur.
Problemas políticos
El mercado Común del Sur celebrará el próximo año las tres décadas desde que Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay firmaron el Tratado de Asunción y establecieran una zona de libre comercio con grandes proyecciones, pero que en los años siguientes chocó con disputas políticas. EL bloque firmó en julio pasado un acuerdo con la Unión Europea, un logro “histórico” según el entonces presidente argentino Mauricio Macri, pero que su sucesor, Alberto Fernández, sacó de las prioridades de la política exterior argentina.
Los cambios de signo político en los Estados miembros han impactado en el bloque: Paraguay fue suspendido en 2012 por el juicio político contra el presidente Fernando Lugo y luego reincorporado en 2013; mientras que Venezuela fue incorporada en 2012 cuando Paraguay estaba suspendida (el congreso paraguayo se oponía al ingreso del chavismo), pero fuer suspendida en 2016.
La disputa actual tiene como protagonistas al presidente derechista de Brasil, Jair Bolsonaro, y a la administración de izquierda en Argentina. “La verdad es que estas diferencias hacen compleja la situación”, reconoce albertoni. El investigador asociado del Centro de Estudios Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Chile destaca que “a casi treinta años de su fundación, ninguno de sus propósitos originales fue alcanzado plenamente. El único que se podría decir que está mayormente cumplido es el de la zona de libre comercio. Por eso, lo que llamamos modernización no pasa por crear algo nuevo, sino por confirmar lo que ya existe y no seguir insistiendo”.
Las entidades más amplias y consagradas, como la Organización de Estados Americanos (OEA), también enfrentan desafíos y cambios de prioridades. “En la medida en que la pandemia genere deterioros democráticos y económicos, se abre la posibilidad de que organizaciones internacionales tengan un mayor papel, no aquellas ideológicas, pero las consagradas a defender las democracias y apoyar a las economías”, dice Javier Corrales, académico del Amherst College de Massachusetts.
La pandemia encontró en mal pie a organizaciones surgidas con el auge de la izquierda en la década pasada. La Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) fue creada en 2008 por iniciativa de Lula da Silva y de Hugo Chávez como contrapeso a la OEA. Varios de sus miembros (entre ellos Chile) decidieron suspender la participación en el bloque, y la sede del organismo, construida en Ecuador por el gobierno de Rafael Correa, fue convertida en una universidad por el actual mandatario, Lenin Moreno.
Unas suerte similar corren el Alba y Petrocaribe, que surgieron y crecieron con el auge de los petrodólares venezonalos.
Los expertos cree que aún no se puede hablar de una “simplificación” del sistema de integración. “No se si eso sucederá. Lo que si sé es que es necesario” dice Albertoni, y agrega que América Latina es la región “con la relación más negativa entre numero de acuerdos y comercio intrarregional, lo que devalía el valor de dicha herramienta”. “Deberíamos concentrarnos en tener un número más reducido (de instituciones) y que funcionen. NO es menor en estos tiempos de crisis, también sería una señal importante en términos económicos”, señala el experto.
Javier Corrales dice que “es muy temprano para ver cuáles serán los legados de la pandemia, al menos políticos. En algunos países la protesta ha bajado y los presidente se han vuelto más populares. En otros, empezando por EE.UU, lo contrario. Tendremos que ver”. Y apunta a una meta: “Ojalá que en base a esta pandemia, la del zika, y anteriormente la del sida, se genere en la región un consenso de la importancia de fortalecer la asistencia técnica y legal, no solo económica, por vía de organismos internacionales”.
Fuente: El Mercurio