Nuestro país está amenazado por los populismos de izquierda y derecha. La cuestión no es trivial: la mezcla de polarización, intolerancia y populismo es la antesala de gobiernos autoritarios. Tenemos el ejemplo venezolano, pero también el siglo XX nos da abundantes lecciones. Guardando las distancias, así colapsó la República de Weimar en 1933 y otro tanto sucedió con el ascenso del fascismo italiano y los comunistas rusos.
Para enfrentar el populismo necesitamos liderazgos que defiendan sus convicciones en todo tiempo y lugar, sin limitarse a cambiar de acuerdo a los vaivenes que señalan los gráficos en unas encuestas. Un genuino líder debe correr riesgos y asumir consecuencias. Un político no es un trader del mercado de valores, que cambia de posición según los riesgos del momento.
Pensemos en el caso de Merkel, que supo defender la inmigración cuando las encuestas decían lo contrario. El prestigio que ha ganado con su profunda convicción humanística le permitió la semana pasada liderar el Plan Económico de la Unión Europea, donde puso de acuerdo a jefes de gobierno de las más variadas sensibilidades políticas. Los movió a poner el bien común por encima de los intereses de cada país.
Ejemplos como el de la Canciller alemana son importantes en este momento, porque una democracia requiere fortalecer sus instituciones, respetarlas y hacerlas respetar. Una democracia no funciona bajo amenazas. Resultan intolerables las funas (ese perverso invento de los nazis), el bullying político y las intimidaciones que presenciamos a cada rato. Se dice que sin justicia no hay paz. Yo digo: sin paz no hay justicia ni puede haber democracia.
Necesitamos valentía para excluir a los extremistas y construir un acuerdo de futuro, con medidas de corto, mediano y largo plazo para proveer salud, educación, seguridad social y orden público. Nuestro primer empeño ha de ser hacernos cargos de la nueva pobreza de una manera responsable, sostenible desde el punto de vista técnico, y con metas claras y alcanzables.
Ante un reto de esta envergadura, ante el clamor de una multitud de chilenas y chilenos ¿podemos seguir aferrados a nuestras pequeñas posiciones de izquierda, centro o derecha? La única posición política legítima, que nos permita mirar a la cara a esas personas que están presas de la angustia, es hoy aquella que dedique todas sus energías para conseguir un acuerdo que nos permita sacar a Chile adelante.
No somos pocos los que estamos trabajando para construir una alternativa que tenga esas características, pero necesitamos multiplicarnos. Ningún chileno o chilena de convicciones democráticas sobra en esta tarea. Todos somos imprescindibles, pero necesitamos valentía para no dejarnos amedrentar por la prepotencia, fortaleza para evitar caer en la lógica del odio, y serenidad para pasar por encima de nuestras diferencias y poner el bien del país en primer lugar.
Fuente: La Tercera