Para muchos será un problema ajeno, para otros, es un espectáculo en la televisión. Se siente lejano. Sin embargo, lo que ocurre en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos nos afecta de manera directa a todas y todos.
En primer término, el deterioro del estado de derecho en el país más relevante del mundo. Cuando las reglas importan menos, o no todos los actores políticos están dispuestos a regirse por las normas de la democracia, el efecto imitación es enorme. No hay reglas y todo vale. Ese es el escenario que se desata cuando el Presidente Trump se niega a aceptar la posibilidad de una derrota. Los imitadores terminan por exponer el mismo comportamiento en muchas partes del mundo.
Segundo, está el ámbito internacional. La administración Trump ha tenido un desdén sistemático por el sistema multilateral. Desprecia a Europa y es blando con dictadores y autócratas. Por el contrario, es muy duro con el Sistema de Naciones Unidas o los demócratas de las naciones más avanzadas. Su visión del comercio beneficia a unos pocos, y está convencido que los tratados de libre comercio no ayudan al bienestar de los pueblos, contrariamente a lo que demuestra la evidencia y las creencias de quienes sostienen la libertad económica y política como asuntos indivisibles. Además, es un Mandatario que no cree en el valor de la ciencia, el resultado se ve en el desastre de la pandemia en su país.
Tercero, la importancia para Chile. EE.UU. es un socio estratégico, sin embargo, la amistad no debe ser obstáculo para reconocer que con la actual administración es casi imposible avanzar en materia alguna. Las democracias se sienten distantes de los que plantea el Presidente Trump y Chile no puede ser la excepción. Somos una economía que quiere seguir abierta al mundo y la inmigración responsable. Son las antípodas del candidato republicano. Además, no comprende la importancia de América Latina en el concierto internacional. También se empecina en negar que la globalización es un factor que le excede y de lo cual no puede escapar.
Estados Unidos está ante un reto fundamental. La actual administración no cree en el cambio climático global. Es un gobierno que no le parece relevante la articulación con aliados en todo el planeta. Restringir los derechos civiles, a la vez que no cree en la verdad con fundamentos en la evidencia es desconfiar de los propios. Prefiere construir su propio relato de la historia. No es el momento que pueda tapar la violencia policial, el desplome por la pandemia y la desconfianza en las instituciones democráticas. Esto era impensable hace poco tiempo atrás. Es decir, en algún punto los Estados Unidos se desviaron de la historia propuesta para un sueño americano.
Esta elección no da lo mismo. La ciudadanía global espera que los norteamericanos entreguen ejemplo y rectifiquen el rumbo que tienen desde hace cuatro años. Estados Unidos es una nación fundamental para todos. Esperemos que puedan encontrar un camino.