Falleció el ex Presidente Carlos Menem, solo días después de la visita de Estado del Presidente Fernández a Chile y un día antes de un nuevo aniversario del Abrazo del Estrecho entre los ex presidentes Roca y Errázuriz Echaurren, que el mismo Menem recreó en su centenario junto al ex Presidente Frei.
Y es que nuestro destino con Argentina es así: intenso y omnipresente, como si la majestad de Los Andes que honra la tercera frontera terrestre más extensa del mundo, nos emplazara de manera permanente.
Mucho se ha dicho del ex Presidente Menen. Elocuente y audaz, claramente su forma de gobernar no era convencional, y tampoco la de conducir la política exterior.
Y asombra así que algunos lo critiquen por su política nacional, cuando lo que corresponde es juzgarlo por sus relaciones exteriores. Y esa es la mirada que debemos tener, la de Menem Jefe de Estado, por sobre Presidente de gobierno, porque fue bajo la primera que apostó por Chile cuando el viento a veces soplaba en contra, incluso dentro de su mismo partido. Fue un integracionista, un convencido de nuestra relación bilateral.
Con Menem nos acercamos más que nunca, desde la voluntad, pero también a partir de la realidad, la cooperación y el pragmatismo. Sabía que era necesario avanzar en las diferencias limítrofes, y hacerlo con gestos, con épica, con contexto, como si se tuviera conciencia de que se delineaba una parte de la historia; y así se hizo.
Menem entendió que lo que estaba en juego no eran solo las diferencias físicas de nuestro territorio, sino las bases globales del entendimiento estratégico que marcarían nuestra relación bilateral por las décadas siguientes.
No era sencillo en el contexto de una democracia chilena que despertaba luego de 17 años, y una democracia argentina también frágil, que se recuperaba de una cruda crisis económica y social, y en donde había que empatizar estilos presidenciales diversos, como los de los ex presidentes Aylwin y Frei, ¡qué diversidad comparado con el propio Menem!
Y sin embargo fluyó porque supo leer las particularidades del proceso chileno, sus asomos tempranos a la escena regional, los temores de algunos después de un reciente Tratado de Paz y Amistad.
Por cierto que errores puede haber, especialmente en la escena interna, pero sería pretencioso para nosotros los chilenos juzgar a Menem a la luz de oscilaciones propias de la micro política argentina.
Al final del día, nuestra región latinoamericana está tapizada de buenas intenciones a la hora de apostar por la integración, pero lo que marca la diferencia es el coraje de entender que los presidentes pasan y la historia es la que queda. Esa misma que forjaron San Martín y O’Higgins; Bello y Sarmiento, por recordar algunos.
Fuente: La Tercera