El enfrentamiento entre el Presidente Joe Biden y su símil de Rusia no es una nueva Guerra Fría. Vladimir Putin lo tiene claro. Entiende también la diferencia de no tener más a Donald Trump en la Casa Blanca. Entonces, ¿qué es lo que está detrás de las expresiones de uno y otro?
El Presidente Biden tiene que cobrar la cuenta de lo que ocurrió desde la intervención del gobierno ruso en la elección de Donald Trump. Es un tema delicado, y que, de paso, demostró las debilidades del sistema norteamericano para defender su democracia electoral. A su vez, fue el momento de señalarle a Putin que no iba a repetir actuaciones como las de Trump durante la Cumbre de Helsinski en 2018. Biden no le teme al matonaje de Moscú, ni tampoco tiene un gran aprecio por los autócratas. Por su parte, Putin tiene que dejar en claro que en su área de influencia hace lo que quiere y que Estados Unidos no tiene capacidad alguna de control en esa zona. Sin embargo, esto es aún más complejo. Es un escenario donde la geopolítica global se está moviendo al calor de una pandemia y nuevos actores pueden desplazar a los protagonistas del último siglo.
El coronavirus tiene fuera de combate a Europa Occidental. Miran el conflicto con la esperanza de que Biden retornó a su país a la OTAN. Por otra parte, saben que están más solos que hace cuatro años. Además, el control epidemiológico y de las fronteras internas demuestran que las fracturas al interior de la Unión Europea (UE) existen. Ni que decir del Brexit y su impacto. Pero ahora, tenemos países como Hungría que corren en dirección contraria dentro de la UE.
América Latina también está fuera de combate. Tampoco es parte del ajedrez mundial para ambos líderes. África, figura como irrelevante. Sin embargo, otros dos actores globales que vienen al alza están muy interesados en estas regiones. Ambos, también compiten por el control de Asia. India y China son los nuevos contendores mundiales. Occidente se pelea entre sí. La Guerra Fría como la concebimos en el siglo pasado no tiene sentido. El pulso entre los gigantes asiáticos es lo que marcará muchas décadas por venir.
Solamente con su frente interno occidental relativamente ordenado, y con Europa de vuelta en la mesa, es que Estados Unidos puede decir algo en el mar del Sur de China y el Océano Índico. Este no es un problema de poder militar. Eso ya esta resuelto. Los norteamericanos son la única potencia real en la materia. Pero esto no se resuelve con balas. Se discute en el nivel multilateral y en el ajedrez de la diplomacia. Es la influencia económica y el poder blando. Para volver a ser primeros en América Latina, África y Asía, Estados Unidos necesita primero resolver sus problemas en Occidente. De eso se trata todo esto. En esto, quienes estamos en los márgenes debemos pelear por lo nuestro: libertad, democracia y derechos humanos. Por eso es que países más pequeños como el nuestro no se pueden restar de estar presente en el ámbito internacional.
Fuente: La Tercera