Corría 1933 cuando Estados Unidos atravesaba la peor crisis económica de su historia y las repercusiones sociales eran dramáticas. En ese entonces Franklin Delano Roosevelt, al asumir el poder, tomó las riendas de la crisis, la que exigía medidas urgentes y complejas.
Hoy, a 88 años de este hecho, el país norteamericano vuelve a enfrentar otro episodio crítico de la mano de la pandemia por Covid-19, una emergencia mundial que ha generado distintas consecuencias catastróficas. Los datos son reveladores: en 2020 la economía estadounidense se contrajo al mayor nivel desde la Segunda Guerra Mundial, es decir, un -3,5%. Cayeron las exportaciones, se redujo el consumo y la tasa de desempleo superó el 13% a mediados del año pasado. Sumado todo ello a una creciente tensión política, que alcanzó su punto más álgido con el asalto del Capitolio en enero de este 2021.
En este difícil escenario la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca ha representado un cambio de timón para los estadounidenses tras la criticada gestión de Donald Trump.
El nuevo mandatario, en este sentido, arribó al sillón presidencial con la promesa de mejorar la estrategia para contener la pandemia que tiene a Estados Unidos en el tope de la lista de las naciones con mayor número de contagios; recomponer las relaciones de Washington con sus aliados tradicionales en momentos en que China amplía su influencia a nivel mundial; además de reimpulsar la economía, entre otras medidas.
Haciendo un balance de los primeros 100 días de Joe Biden en el gobierno, el coordinador de investigación del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile (CEIUC), Diego Rojas, releva los masivos paquetes fiscales dados a conocer por el jefe de Estado para enfrentar la crisis, una decidida apuesta que podría devolverle la competitividad a Estados Unidos.
En este contexto, el analista plantea que a través de este plan de recuperación Biden no solo busca “reconstruir a la clase media” por medio de la creación de empleo, sino también modernizar la infraestructura pública del país mediante la reparación de carreteras, puentes, autopistas, redes de agua potable y banda ancha.
Sumado a ello, pretende darle un estímulo a la fábrica estadounidense e impulsar la investigación y desarrollo en diversos ámbitos, a excepción del área de defensa.
“Se ha propuesto un alza de impuestos bastante importante para poder financiar este plan de infraestructura, así como aumentar el gasto público en seis billones de dólares solo para este año, el más alto desde la Segunda Guerra Mundial, con el fin de levantar la economía”, dice Rojas.
RELACIONES EXTERIORES
Pero no solo en el ámbito económico Biden quiere establecer un precedente. También pretende marcar un giro en el tono de las relaciones exteriores, reincorporando al país a instancias internacionales clave que Donald Trump había desechado, como el Acuerdo de París y la OMS.
Al respecto, Rojas añade que para fines de la década el mandatario estadounidense se comprometió a disminuir a la mitad las emisiones de CO2 en el país, meta que si fuera capaz de cumplir pondría a Estados Unidos a la vanguardia global.
“Ello implicaría electrificar el sector transporte, diversificar los medios de generación a través de las energías renovables no convencionales y lograr que la industria empiece a abandonar los combustibles fósiles como fuente de energía, lo que supondría un cambio significativo en el estilo de vida estadounidense”, señala el especialista.
Otro aspecto que despierta interés es la política de acercamiento entre Estados Unidos y América Latina, asunto que a ojos de expertos está influenciado por dos factores principales: la influencia de China y la necesidad de mantener la estabilidad institucional en la región.
Y es que el ascenso de China en América Latina es cada vez más creciente gracias al boom de las materias primas, donde el país asiático está jugando un rol protagónico a la hora de reemplazar la hegemonía de Estados Unidos en la región, tanto en la provisión de bienes y servicios como en el financiamiento de infraestructura, inversión y cooperación.
En relación a este tema, para el experto del CEIUC el punto estratégico pasará por ver cuánto puede competir Estados Unidos con China para disputarse los espacios de influencia en lo social y económico en América Latina tras el Covid-19 y ver de qué manera el país norteamericano puede volver a reorientar los beneficios que, en algún minuto, tuvo con la región.
En la Cámara Chileno Norteamericana de Comercio (AmCham Chile), sin embargo, ponen de relieve otro factor: el apoyo que Biden ha dado a América Latina para enfrentar la emergencia sanitaria, el cual se ha materializado en estos últimos días con la donación de más de 14 millones de dosis de vacunas contra el SARS-CoV-2 para la región.
Ahora bien, la preocupación de Estados Unidos estaría puesta en la inestabilidad institucional de sus principales aliados en el continente. “Esto, especialmente en países que no estaban acostumbrados a vivir convulsiones sociales, como lo que sucedió en Chile durante el 2019, sumado a los casos de Colombia y Perú”, sostiene Diego Rojas.
OPORTUNIDADES CON CHILE
Tanto Chile como Estados Unidos han forjado una relación basada en la cooperación, por lo que los vínculos comerciales se proyectan auspiciosos. En este escenario, las metas para combatir el cambio climático delineadas por la potencia norteamericana podrían abrir una ventana de oportunidades para nuestro país, específicamente para una industria que cada vez está ganando terreno en suelo nacional, como lo es la generación de energías renovables no convencionales.
Punto de vista que comparte Paula Estévez, gerente general de AmCham Chile, quien indica que una vez terminada la crisis generada por la pandemia, se espera un aumento del gasto en infraestructura en Estados Unidos, lo que significará un aumento de la demanda de cobre.
“Por otro lado, el creciente interés en la sostenibilidad y la movilidad eléctrica significará una demanda continua de minerales especializados, incluyendo el litio”, argumenta la ejecutiva, añadiendo que desde el lado chileno la actividad minera podría requerir equipo y tecnología desde Estados Unidos.
En cuanto al trabajo de la asociación, Estévez asegura que seguirán promoviendo la experiencia y liderazgo de las empresas estadounidenses, sobre todo en áreas relevantes como desarrollo sostenible, gobiernos corporativos, educación, diversidad e inclusión y transformación digital. ¿Qué desafíos deberá asumir el país norteamericano en los próximos años? En opinión de Diego Rojas, Estados Unidos debe hacer frente a la polarización que se viene desarrollando desde hace años en el país, lo que ha repercutido en que sus dos más grandes partidos apunten a electorados cada vez menos moderados y dialogantes.
“A su vez, Joe Biden deberá hacer frente a la violencia racial y los retos dentro de su propio partido, donde el ala más liberal de los demócratas buscará presionar por mayores cambios de una orientación más progresiva, sobre todo en materia económica que permita hacer frente a la inequidad y reformas en el ámbito social y cultural que hoy por hoy tienen un ascenso discursivo”, explica el investigador, además de enfatizar que el principal campo de batalla en el que Estados Unidos disputará la hegemonía del mundo será en el ámbito tecnológico.
Diponible en: Revista Nueva Mineria y Energía