El presidente Nayib Bukele, utilizando el control que tiene sobre la nueva Asamblea Legislativa y la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, durante los últimos tres días ahondó la deriva autoritaria de su gobierno.
El mandatario está aplicando con extrema rigurosidad, paso a paso, el manual sobre cómo asesinar una democracia desde el poder; método que lamentablemente ya hemos visto en varios países tanto dentro como fuera de la región.
A los ataques -en el inicio de su mandato- al anterior Parlamento, la descalificación de los partidos de oposición, el acoso a los periodistas y medios independientes y las restricciones a la libertad de expresión, le siguió en mayo de este año, la destitución de todos los jueces de la Sala de lo Constitucional y del Fiscal General. Esta semana Bukele avanzó y obtuvo dos triunfos adicionales de gran valor para consolidar su proyecto autoritario.
La Asamblea Legislativa, que está bajo el control absoluto de su partido Nuevas Ideas (debido al rotundo triunfo obtenido en las elecciones legislativas del pasado mes de febrero) adoptó una ley que obliga la jubilación anticipada de 1/3 de los 690 magistrados del país y, una sentencia de Sala de lo Constitucional, le abrió las puertas para buscar su reelección presidencial inmediata en 2024.
Bukele tampoco es original en relación con este último tema. La región está llena de reformas dirigidas a cambiar las reglas sobre la reelección para permitirle al mandatario un nuevo periodo presidencial.
Mientras unas se hicieron vía reforma constitucional otras tuvieron lugar mediante habilitación judicial. Dentro de estas últimas –la modalidad que sigue ahora El Salvador- destacan los casos de Nicaragua (Daniel Ortega), Honduras (Juan Orlando Hernandez) y Bolivia (Evo Morales). Todas estas habilitaciones judiciales tuvieron lugar -como en este caso- para permitirle al mandatario de turno buscar y obtener su reelección.
La sentencia de la Sala de lo Constitucional En su sentencia, los miembros de la Sala de lo Constitucional ordenaron, ayer viernes 3 de setiembre, al Tribunal Supremo Electoral “permitir de conformidad con el artículo 152 ordinal 1° que una persona que ejerza la Presidencia de la República y no haya sido Presidente en el periodo inmediato anterior participe en la contienda electoral por una segunda ocasión”, lo cual permite a Bukele buscar su reelección consecutiva en 2024.
La Constitución salvadoreña vigente cuenta con varios candados (artículos 88, 152, 154 y 248) que garantizan la alternancia en el ejercicio del poder, prohibiendo al mismo tiempo la reelección consecutiva de quien se encuentre desempeñado la presidencia de la República.
Una lectura rigurosa de estas normas demuestra que esta sentencia de la Sala de lo Constitucional (cuyos nuevos magistrados fueron impuestos por el partido de gobierno tras el ataque perpetrado contra el Poder Judicial el pasado 1 de mayo), es incorrecta. Y, además, contradice el fallo de la anterior Sala de lo Constitucional sobre el mismo tema, de 2014, que prohibía la reelección presidencial en los siguientes 10 años tras dejar el cargo.
Deriva autoritaria. La frágil democracia salvadoreña, que ya venía sufriendo una constante erosión democrática de previo a la llegada de Bukele, ha acentuado su deterioro en los últimos dos años.
Consecuencia de todo ello, El Salvador sufre un proceso de grave retroceso democrático: ha dejado de ser una democracia de baja calidad para convertirse en un régimen híbrido con crecientes rasgos autoritarios.
Entre sus principales características negativas y peligrosas destacan: una mayor personalización y concentración del poder en manos de Bukele, un marcado debilitamiento de la división de poderes y del Estado de Derecho, y una fuerte restricción de la libertad de expresión.
La experiencia comparada enseña que cuando un mandatario emprende este camino, la democracia está en grave peligro. Enseña, asimismo, que una vez que se cruzan ciertas líneas rojas, las tendencias autoritarias se aceleran y se vuelve cada vez más difícil detenerlas y revertirlas.
Ahí están los ejemplos de Cuba y, más recientemente, los de Venezuela y Nicaragua a los cuales los salvadoreños deben prestar suma atención. Se vienen “tiempos recios” para El Salvador.
Fuente: El Clarin