Opinión

Liderazgo regional: un proyecto frustrado

¿Cómo juzgar el legado en política exterior del Presidente Piñera? Como un proyecto frustrado. Con la experiencia del primer mandato, la ambición en su segundo periodo era posicionar a Chile como un referente en América Latina; esta vez bajo el liderazgo de la centroderecha.

El objetivo era desafiante, más aún para una derecha chilena con escaza vocación internacional. El hambre de liderar causas globales o regionales y proyectar una obra más allá de territorio nacional aparecía con fuerza en el primer tiempo de su gobierno actual.

Chile sede de APEC y COP25, los primeros pasos de PROSUR y una región inclinada hacia la derecha hacían presagiar que el camino era posible. El discurso sobre cambio climático ante las Naciones Unidas, la afirmación ante un medio extranjero que Chile era un “oasis” en una Latinoamérica plagada de protestas violentas y el episodio de Cúcuta mostraban a Piñera con un propósito firme y decidido.

Pero todo esto se esfumó con el estallido de violencia y crisis social en octubre de 2019. Al gobierno le cambiaron todas las preguntas y el foco pasó a ser 100% local.

La llegada del Covid-19 se transformó en una “anestesia” para el convulsionado ambiente local y una nueva oportunidad para posicionar a Chile más allá de sus fronteras. Y se consiguió: el país se convirtió en un referente en el proceso de vacunación, aseguró con creces el suministro para la población y, mientras el mundo se cerraba, avanzó con socios como Nueva Zelanda, Australia y Singapur en mantener sus cadenas de suministro abiertas. La gestión de las vacuas posicionó a Chile como un referente internacional y la exitosa negociación con laboratorios y socios internacionales mostró la solidez de la política comercial chilena. Un gran logro, pero no bastó para el objetivo inicial del presidente.

En la parte política de las relaciones exteriores, esta administración destacó, entre otros, por el triunfo ante Bolivia en La Haya, nombramientos de chilenos en importantes espacios multilaterales, como la reelección de Claudio Grossman en la Comisión de Derecho Internacional de la ONU, Teresa Infante en el Tribunal Internacional de Derecho del Mar y el excanciller Allamand en la Secretaría Iberoamericana.

El estatuto antártico chileno y la diplomacia del hidrógeno verte son otros ejemplos que se suman a la lista. PROSUR, los sucesivos cambios de cancilleres y el inconcluso proyecto de reorganizar las embajadas de acuerdo a los nuevos tiempos sea anotaron como flancos débiles.

En lo comercial, la negociación para las vacunas es el hecho más sobresaliente. Se suma al balance la modernización del acuerdo con la Unión Europea, el acuerdo digital DEPA, tratados con gigantes como Brasil y la apertura a nuevos mercados en la zona del golfo. El TPP quedó pendiente, pero por una actitud más achacable al Senado y su injustificada dilatación, que a una gestión del gobierno.

Más allá de logros concretos y tareas pendientes, el anhelo íntimo del Presidente Piñera se frustró: proyectar un liderazgo regional de Chile y, de paso, sentar las bases del primer gobierno de centroderecha con vocación internacional.

Fuente: Diario Financiero